Cuarenta y tres.

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Me sostuve con fuerza de la pared frente a mí, intentando no irme de bruces contra el suelo

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Me sostuve con fuerza de la pared frente a mí, intentando no irme de bruces contra el suelo. ¿Por qué jodidos se tardaba tanto en abrir? Volví a golpear la puerta con la palma extendida y no paré hasta que conseguí una molesta y adormilada respuesta.

Terminé la lata de cerveza de un largo trago, aplastando el aluminio con mi mano mientras Requena por fin llegaba a la maldita puerta. Saqué una lata más del paquete de seis que colgaba en mi otra mano, con el antebrazo, golpeé a Requena en el pecho para que se hiciera a un lado y poder pasar.

—Jodida mierda, Kade. Te ves horrible.

Bien.

Probablemente mi apariencia combinaba con como me sentía. Intenté no hacer pucheros al pensar en la razón del porque me sentía así.

Me deje caer en el sillón de piso, la cerveza chorreando mi mano y parte de mi pantalón. Requena vivía en un raro tipo de almacén. En la planta baja, tenía sillones y sillas repartidos por todo el lugar, un refrigerador que lo único que contenía era cerveza 24/7 y una televisión colgada en la pared frente a todos los sillones. Pero en la parte superior era donde se encontraba su recamara, la cocina y los baños. Mire con enfado todo lo que nuestro padre seguía comprándole. ¿Se podría ser más patético en la vida?

Probablemente. Justo ahora yo me sentía lo bastante patético como para competir con Facundo.

No tardó en hacerme compañía, haciéndose de una cerveza tamaño familiar, se sentó sin cuidado en el sillón frente a mí.

—¿Y bien? ¿Problemas en el paraíso? —sabía que se refería a Iriza, pero un jodido perro daba más problemas que ella. Me quede pensativo por unos segundos ¿cuándo había sido la última vez que la había visto?

Requena debió adivinar a donde se dirigieron mis pensamientos, pues se rió detrás de la botella. —¿Cuantos días llevas bebiendo, amigo? —No recordaba, y no me importaba. Había empezado justo después de pasar a Oriente, el día que Éire me había pedido que me fuera. ¿Tres? ¿Cuatro días?

Me acabe la cerveza de una empinada.

—¿No vas a trabajar mañana? —negué.

—Hasta el martes. —contesté. O creí contestar, mis palabras chocaron entre si, apenas logrando entenderse.

—Mañana es martes, Kade.

¿Lo era? Mierda. Entonces... viernes, sábado, domingo, lunes... uno, dos, tres... ¿cuántos días? Joder, creo que necesitaba dormir un poco. Mis ojos se abrieron de inmediato al pensar en dormir. Recordando porque me había visto en la necesidad de beber toda la noche del viernes: en el momento en el que cerraba los ojos, Éire aparecía. Con su linda y reluciente sonrisa, sus picaros ojos que me retaban a perderme en ellos por días, y su suave e inteligente, rosada boca...

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2020 ⏰

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