El comienzo.

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Era un soleado y caluroso día en la fronteriza ciudad de Balney, gente caminando por las aceras, destinados a comprar alguna trivialidad o visitar algún lugar, pájaros cantando, autos en un constante pero moderado tráfico en las calles, nada fuera de lo común.

Sammy, un chico de 16 años, no muy delgado, de casi 180 centímetros y pelo castaño, corría junto a Melissa, su amiga, una chica de 17 años, 170 centímetros clavados y pelo rubio. Iban en dirección a la preparatoria principal de Balney, corrían apurados ya que estaban llegando tarde, como de costumbre.

Cuando solo faltaban dos manzanas para que llegasen, se escuchan unos gritos provenientes de un mercado ubicado a poco menos de media calle de los jóvenes y estos se detienen, alarmados.

—Sam, ¿qué es eso? —pregunta algo asustada Melissa.

—¿Qué te hace creer que lo sé? —contestó en tono de burla Sammy.

—Eres un imbé... —una explosión interrumpió a la jovén antes de poder terminar su frase.

Ambos sufrieron el impacto de la explosión y cayeron al suelo aturdidos. Si bien Melissa quedó inconsciente, Sammy, como pudo, se levantó y se acercó a ella para socorrerla.

Es entonces cuándo Sammy vislumbró, entre el humo que salía del mercado del cuál se había originado la explosión, a un individuo con un brazo desproporcionadamente grande salir de este, el misterioso sujeto cargaba varias bolsas grandes que debían pesar al menos el doble que él. Sammy se quedó mirando con enojo al hombre, sabía que se trataba de un exile, el cuál lo fulminó con la mirada, el joven se sorprendió, ya que, para su sorpresa, en los ojos del individuo sólo pudo ver tristeza y dolor, casi parecía que buscaba la compasión del joven.

Rompiendo el momento, una bala recorrió por el aire hasta hundirse en la pared que estaba a unos escasos centimetros de su cabeza, anunciando la llegada de las fuerzas policiales.

—¡Alto ahí! ¡Estás rodeado! — Exclamó el oficial que había disparado hace algunos segundos— ¡Las manos sobre la cabeza!

El exile inmediatamente cambió su expresión, dió un salto hacia el techo del almacén y escapó corriendo por los techos de los edificios aledaños a este.

Posterior a eso, algunos vehículos policiales intentaron vanamente seguir al fugitivo, mientras un policía socorría a Sammy y Melissa. Los paramédicos recién llegados a la escena los revisaron, les pusieron algunos vendajes en las heridas y los dejaron ir, ya que solo presentaban heridas menores. Antes de poder seguir su camino, tuvieron que responder algunas preguntas a la policía, dónde no pudieron aportar información relevante.

Ya en la preparatoria, tuvieron un día normal a pesar de lo ocurrido y, a la salida, Sammy invitó a Melissa a almorzar a su casa para poder hablar de lo sucedido.

Una vez en casa de Sammy, ambos dejaron sus cosas en el living y fueron a la cocina, Melissa prendió el televisor, mientras que Sammy empezó a preparar el almuerzo.

—¿Tu madre trabaja hoy, Sam? —preguntó Melissa, que acababa de sentarse en una de las sillas junto a la mesa.

—Así es, aunque ya debería haber terminado, creería —dudó el joven—. Debe estar en casa de su amiga Susan o de camino, ¿por qué preguntas?

—Ah, no es nada, solo quería saludar, tu madre es genial —dijo mientras se le dibujaba una sonrisa en la cara.

—Ah, si.. realmente lo es —asintió feliz el joven.

Melissa volteó a ver la televisión y se soprendió al ver lo que estaba pasando.

—¡Sam, mira! —lo interrumpió para mostrarle lo que estaba pasando por el noticiero—. Ese es el mercado que explotó hoy.

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