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Con el sol apenas asomándose en el cielo, una mañana de primavera iluminada por los primeros rayos de luz que la estrella más grande de la vía láctea podía dar se presentaba ante Japón. En esta estación el armónico canto de las aves podía oírse desde muy temprano, y los árboles de cerezo se veían preciosos adornando los parques y vecindarios. Más aún en un vecindario privado de Kamino, específicamente, dónde un matrimonio conformado por un rubio gruñón de cabello rebelde y una castaña rellenita con adorables mejillas rosadas vivía junto a sus dos hijos.

Eran prácticamente las 7 de la mañana, y ya todos estaban despiertos. Bueno, los niños fueron dejados en la escuela por ser el primer día de la semana, y el más pesado ciertamente, mientras que los padres se encontraban en la casa.

Katsuki se estaba preparando para irse a trabajar, terminando de ponerse su traje y agarrando su maletín para dirigirse a la empresa en la que trabajaba actualmente. Es conocido por ser uno de los mejores empresarios del país. Pese a tener ese carácter tan arisco, era verdaderamente bueno negociando.

El mismo estaba por abrir la puerta, algo apurado, cuando sintió un tirón de la corbata.

—¿Pero qué demoni-...—fue interrumpido por otra voz más delicada y dulce.

—¿Pensabas ir a trabajar con la corbata así? —cuestionó algo divertida la contraria, soltando una suave risita al ver que su marido a veces olvidaba que tenía que verse formal en el trabajo, recordándole a sus años de universidad en los que solía llevar un estilo muy rebelde. No perdió mucho tiempo y le hizo un buen nudo, no tan ajustado, pero lo suficiente para verse elegante.- Te esperamos para la cena, cariño. -susurró amorosamente, poniéndose de puntitas para darle un pequeño beso de despedida en los labios.

—Como sea, nos vemos luego, Ochako. —respondió el más alto luego de corresponder al beso, con tono neutro, en un intento de no responder con agresividad a su pareja, a lo que la mencionada asintió con una tierna sonrisita en el rostro, misma que desapareció cuando el hombre atravesó la puerta para subir al auto e irse a trabajar de una vez por todas.

¿Cuál es el problema te preguntarás?

Su matrimonio se estaba deteriorando. ¿Cómo era posible que una de las familias más exitosas conformadas por el honorable empresario Bakugō Katsuki y la famosa arquitecta Uraraka Ochako fuera infeliz? Aquella respuesta era muy simple en realidad.

La monotonía.

Ellos se conocieron en la secundaria, pero su amor floreció años más tarde, estando en la universidad. Eran el uno para el otro, porque, los opuestos se atraen, ¿verdad?

Al principio su relación era fugaz e impredecible, ninguno de los dos sabía lo que le depararía el futuro y esa adrenalina que aquello les generaba los hizo permanecer juntos. Claro, a parte del sexo agresivo y desenfrenado. Pero luego de su primera hija (de ahora 6 años), las cosas comenzaron a cambiar, volviéndose en una incípida y aburrida rutina de la que ambos ya estaban hartos, y hasta podría decirse que no se soportaban en ocasiones. Despertarse, cambiar al bebé, desayunar, ir a trabajar, esperar a que el otro vuelva del trabajo mientras cuida al bebé, cenar, nada de sexo e ir a dormir. Y esto sólo se intensificó con la llegada de su segundo hijo(de ahora 4 años).

¿Seguían sintiendo amor siquiera? ¿O era sólo costumbre y algo de cariño?
En todas las terapias de pareja a las que habían asistido, el terapeuta les dijo lo mismo; necesitaban encontrar algo nuevo que avivara la llama de su relación, o de lo contrario, si las cosas seguían así, la única y más efectiva solución sería divorciarse.
Pero ninguno de los dos quería siquiera considerar la segunda opción. Primero, por los niños, segundo, porque tal vez no querían aceptar que necesitaban un cambio. Creían que era un problema por el que todo matrimonio pasaba, que se resolvería sin que se dieran cuenta, pero no era así. Sus interacciones a veces eran tan forzadas o perfectas que se veían falsas.

Monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora