Capítulo 41.

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Diamantes oscuros.

Capítulo 41.

-Hola- saludé a mi mejor amigo, luciendo bastante confundida.

-¿Estás bien?- abrió la puerta del departamento.

-Claro que sí- lo abracé-. He pensado en grandes cosas en estos seis minutos- le sonrío abiertamente y él continúa mirándome de manera extraña.

-Estás preocupándome, Luna. Pasa- jala de mí hacia su cómodo departamento. Yo me quito la chaqueta.

-¿No vas a salir?- pregunto, ocupando uno de los tres sillones que adornan su sala.

-Tal vez, he quedado con una chica de mi clase- se encoge de hombros.

-No lo digas como si fuese lo más aburrido del mundo, tal vez, si te esfuerzas, podrás lograr algo genial con ella.

-¿Estás ebria?

-No, tonto- estoy riéndome lo más fuerte que puedo, hasta que escucho mi teléfono vibrar.

-Contesta, voy a bañarme- asiento y él se dirige a su habitación.

-¿Diga?- contesto, y parece que no sé que en realidad es Liam.

-Luna- chasquea.

-Hola, ¿cómo estás?

-¿Estás molesta?- pregunta, con un tono autoritario y algo temeroso.

-No, ¿por qué?- no estoy molesta. Lo juro.

-Porque me comporté mal- ¡Payne, qué humilde me saliste!

-No te preocupes, estabas presionado- lo tranquilizo.

-Luna, ¿estás segura de que estás bien?

- Lo estoy, no tienes que preocuparte, Liam.

-¿Quieres venir a casa?- pregunta con calma.

-No puedo.

-¿Por qué?

-Porque estoy en casa ahora.

-¿Estabas con Mauricio?- calma total llena su voz.

-Sí.

-Oh.

-Sí, ya me tengo que ir- me despido de buena manera.

-¿No vas a preguntarme si estoy con Aerona?

-Diablos- rio bajito, intentando no recordar a la araña patona-. No. Yo sé cómo somos y lo que somos, no tenemos que fingir que tenemos celos.

-Bien, nos vemos.

-Cuídate.

-Adiós.

** **

La mañana fría de enero penetra mi piel y me hace sentir mal. ¿Por qué el clima no entenderá que no todos tenemos pareja en invierno? Esto era terrible.

Tres días habían pasado y Liam continuaba hablándome, pero yo me negaba a verlo, y toda mi fuerza de voluntad era depositada en ese tema.

Él me había avisado que tendría que partir a Londres la misma noche en que habíamos hablado por teléfono, disculpándose por haberme corrido y yo lo perdoné, porque sabía que la forma de ser de Liam, era simplemente así y, con el dolor de mi corazón, yo no podría cambiarlo, si esto no funcionaba.

-Vamos a desayunar, muero de hambre- gruñó, cuando me lanzaba el cojín verde limón que yacía en el pequeño sillón frente a mi cama.

-Vale, no te pongas agresivo- refunfuñé, sobando mi cabeza.

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