Segundo Cambio II

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El conductor del UBER estuvo a punto de asesinarnos con la mirada cuando nos vio llegar con tal cantidad de bolsas, pude verlo en su rostro. Supongo que no estaba acostumbrado a cargar con ese equipaje de cambio de armario; yo tampoco, y mucho menos mi tarjeta bancaria que la pobre se quedó temblando.

No mentiría si dijese que había comprado ropa para llenar la cómoda hasta los topes y tener que comprar una mesita más para mi cuarto, bueno, para el segundo cuarto de la casa de Tefi. Vale sí, lo admito, quizá haya exagerado un poco, pero para ponerme un atuendo diario durante dos semanas y no repetir ninguno de ellos sí que tenía, así que os podéis imaginar la cantidad de bártulos que tuvimos que subir por las escaleras del edificio.

Me había dejado convencer por ella para comprar más de la mitad de lo que llevaba. La mayoría eran colores que jamás me pondría, llamativos, luminosos, claros..., y con patrones más ajustados, desiguales, con escote y por encima de las rodillas. Supongo que estaba demasiado acostumbrada a vestir con tonalidades oscuras para ocultarme y camuflarme de la mirada de los demás. A veces incluso tenía la sensación de ser un poco invisible, algo que personalmente me gustaba. Siempre he tendido a ser más observadora que a llevar la voz cantante. Adivinad quién de las dos era la que siempre estaba en el centro de todo y no le importaba lo más mínimo nada de lo que dijeran los demás.

Desde bien pequeñitas Tefi fue una chica guerrera. No se callaba una, ni siquiera con los profesores. En alguna que otra ocasión esa actitud me hizo morir de vergüenza y pensar eso de "tierra trágame", pero ella era así y no lo podía evitar. De todas formas, esa actitud le hizo pasar una adolescencia bastante diferente a la mía.

Desde temprana edad se dio cuenta de que le gustaban las chicas y, a pesar del sitio en el que vivíamos, nunca le preocupó que la gente lo supiese o que murmurase de ello a sus espaldas. Los pueblos son los pueblos y en ellos cualquier mínimo cotilleo corre de casa en casa a la velocidad de la luz. Es casi matemático, y su orientación sexual no iba a ser menos. Sus padres la apoyaron desde el primer momento y trataron el asunto con la normalidad y la naturalidad que algo así requiere, ya que cada uno debe elegir con quién comparte su cama y su vida; a su hermano mayor le costó un poco más.

Recuerdo que estuvo varios meses evitándola y apenas le dirigía la palabra en las comidas familiares, pero Tefi siguió como siempre sonriendo y sin darle mayor importancia de la que tenía. Ella amaba a su hermano con todo el alma, pero más se quería a sí misma. Además, sabía que tarde o temprano él terminaría aceptando esa parte de su vida. Y no se equivocó.

Yo siempre lo supe porque entre nosotras nunca hubo secretos. Sin embargo algunos de nuestros compañeros de clase no vieron con buenos ojos que alguien se saliese de la norma y la tomaron con ella durante años, incluso insultándola y escribiendo con botes de spray en los muros del colegio su nombre seguido de la palabra "marimacho". Pero eso no fue todo, ya que tuvo que vivir alguna que otra experiencia de ataques físicos simplemente por amar a personas diferentes de las que en teoría debería de amar por ser mujer.

A pesar de todo, ella nunca perdió la sonrisa ante los demás y tampoco permitió que la pisaran. No cambiaría por contentar al resto y ser infeliz toda su vida. Echando la vista atrás comprendo un poco mejor el porqué de su toma de decisión sobre mudarse a la ciudad en cuanto tuvo la oportunidad, porque aunque ella siempre se ha aceptado y los que hemos estado a su lado también, necesitaba ese cambio de ambiente para terminar de dejarse llevar y vivir su vida plena sin ningún cartel sobre su cabeza que le recordase que era diferente a los demás.

Al llegar al último tramo de escaleras, justo antes de la puerta de su casa y después de subir cuatro pisos sin ascensor, mi lengua se encontraba por los suelos. No estaba acostumbrada a ello ni creo que llegase un momento en el que lo estuviese. Con lo bien que se estaba viviendo en planta baja... Claro, con razón en la ciudad hay muchos pedidos de comida a domicilio, así se ahorran tener que bajar y subir tantos escalones al cabo del día, que ya es suficiente con hacerlo para ir a trabajar. Ahora en serio, ¿para qué se apunta la gente al gimnasio si con bajar y subir las escaleras varias veces ya tienes para llenar tu cupo de sentadillas diarias?

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora