Querido Abuelo:
Hoy sucedió otra vez. Ya no sé qué hacer: no disfruto como antes, nada de lo que hago me llena, nada me motiva o me llama la atención, no tengo planes para el futuro, no hay algo que quiera lograr. Pero aquí estoy, vivo. Y me pregunto todos los días, por qué. ¿por qué me siento así? cómo puedo hacer que se detenga? ¿y si ya no puedo volver a la normalidad? ¿qué pasa si no me arreglo? ¿por qué no me siento tan feliz como antes? ¿estoy vacío? ¿qué es lo que tengo?
Lo siento si te molesto con mis palabras. Hemos hablado mil veces de esto, pero ya no me siento tranquilo. Me cuesta concentrarme en lo positivo que tengo, pero aun así me insisto en disfrutar todo lo que me pasa: disfruto la lluvia, andar descalzo, comer comida caliente, dormir hasta tarde. Me encanta cuando escucho un pájaro cantar, o veo un gato a lo lejos. De repente me quedo parado al lado de la estufa para ver el fuego y sentir mejor el calor. ¿Y sabes? me encanta abrir la llave y que salga agua helada para tomar. Agua potable. Dos años sin darme ese gusto diario, fueron suficientes para grabarlo en mi memoria.
Por un lado, soy pobre, por otro lado, soy rico. No se abuelo. No sé qué hacer. Esa sensación de querer morir sin dejar de vivir me abraza todos los días. Se que esto te va a preocupar, pero al menos tú me entiendes un poco más. Gracias por tu paciencia para conmigo. Desearía que estuvieras acá conmigo y me dijeras lo que piensas, pero ya ha pasado un tiempo desde que te fuiste. ¿Cómo lo hiciste tu para vivir? Aún no he llegado a la respuesta. ¡Pero no te preocupes abuelo! seguiré esforzándome. Se que encontraré respuestas más adelante. Saluda a la abuela de mi parte. Hasta que nos volvamos a ver.
Tu nieto
