Capítulo 27: La ley del Talión

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Schiltach, Alemania
25 de Septiembre del 2021
10: 30 am

Dominic Lawler

El pasado debería quemarse, borrarse por completo de nuestra historia para evitar recordar momentos atroces e incompetentes. Desearía que los errores después de cometerlos desaparecieran, como cuando confiesas tus pecados y luego sales exonerado sin embargo lamentablemente aún siguen resonando en mis tímpanos, susurrando los delitos que he hecho a lo largo de todos estos años. Me cuesta aceptar el caos que las mentiras han ocasionado, no solo perdí una esposa sino que ahora he alejado a mi única hija y ya estoy cansado de cargar con esta cruz que el mal colocó en mi espalda abruptamente, no hay un solo día en el que me arrepienta por esconder el secreto: un homicidio que se camufló como suicidio. No pude salvar al amor de mi vida, el demonio debía morir para que nuestra pequeña pudiese vivir. Os contaré mi historia para que entendáis mejor la situación, es hora de liberar la verdad.

Cuando conocí a Theresa Thompson supe que esa chica no era como las demás, una belleza excepcional además de poseer una inteligencia sobrenatural. Estaba en el departamento de la policía en Londres cuando ella entró llorando intentando no colapsarse en ese preciso momento, todos los hombres nos quedamos estáticos al ver como su cuerpo tenía heridas profundas y desastrosas, por lo cual a pesar de que fuese una extraña supe que tenía que recibir atención inmediata antes de que fuera demasiado tarde. La ambulancia no tardó en aparecer, pensé que no volvería a tener contacto con ella sin embargo el paramédico insistió que no podían atenderla sino había alguien externo presente pues siempre debe haber un familiar o en este caso algún ser viviente que acompañe al paciente. Mis compañeros desecharon la idea de aceptar dicha responsabilidad, lo cual era entendible ya que ninguno de nosotros conocíamos la procedencia de la chica, podía ser de alta sociedad o una prostituta barata. Sabía que debía negarme pero cuando me acerqué para explicar que no podía hacerlo su mano apretó con fuerza mi brazo y en seguida sentí como una corriente recorrió cada hueso, filtrándose por los músculos para desencadenar la electricidad más intensa que alguna vez llegue a sentir en toda mi existencia. Aquellos ojos cafés con destellos verdes suplicaban piedad, un alma que no quería estar sola en medio de la oscuridad e imploraba por ayuda a algún mortal que estuviese dispuesto a aceptar sin cuestionar.

Al llegar al Hospital Saint Thomas un diluvio cayó, los truenos estaban batallando por cual de ellos quebrantaba más el firmamento, cuervos aparecieron colocándose en cada una de las ventanas del edificio y el viento parecía orquestar la ansiedad que cada uno de los que estábamos presentes empezaba a sentir por miedo a que el lugar se partiera en dos, un verdadero apocalipsis empezaba a formarse mientras Theresa Thompson agonizaba en la camilla.

Las enfermeras junto a dos doctores se horrorizaron al ver dichas laceraciones en el cuerpo débil de la chica, sé que suena algo difícil de contemplar pero os aseguro que nunca había visto algo parecido, la carne caía de las heridas, charcos de sangre crecían a medida que el tiempo pasaba, no sé qué arma podría ocasionar dichos cortes tan perfectos y exactos. Si sobrevivía sería un verdadero milagro, estaba dañada y el pronóstico no era alentador, pronto partiría de este mundo terrenal o eso fue lo que todos creíamos. Seis días pasaron desde el incidente, paciente femenina desconocida, ningún dato de identificación o familia a la cual pudiésemos llamar, era como si estuviésemos ante la presencia de un fantasma. Siempre iba a visitarla, ya fueran dos horas o cinco minutos pero me aseguraba de ir para que sintiera que no estaba sola. Su recuperación fue algo épico, la piel sano rápidamente y no había ciencia que pudiese explicar como algo podrido ahora se encontraba en estado divino. A pesar de que los especialistas querían mantenerla en observación, ella negó cualquier tipo de estudio y por ende nadie pudo doblegarla a cambiar de opinión.

MI SANGRE EN SUS MANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora