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Sentía náuseas, no recuerda cuando fue la ultima ves que quiso vomitar tanto como en este preciso momento.

No es una buena idea estar en este lugar.

Si alguien se entera...si alguien que conoce a Harry me ve le dirá y se enojará conmigo.

Los pasillos no eran lo mejor del mundo, eran de un tono color gris gastados, con manchas en las paredes y un olor putrefacto. El ruido de las puertas abriéndose y cerrándose lo ponían nervioso, se tensaba cada vez que pasaban por una puerta más. El color naranja lo mareaba, ya no quería seguir ahí un minuto más, pero antes de irse tenía que hablar con alguien.

Había personas que le lanzaban miradas, como si fuera lo más deseable del mundo. Todas esas mistadas depravadas, esos chiflidos escandalosos y los gritos que le lanzaban, todo eso era completamente molesto. Quería gritarles que dejaran de hacerlo —en verdad quería gritar— pero las palabras no salían de su boca.

Una vez llegó a la sala, miró la silla con desconfianza. Pasó una servilleta en ella para así poder sentarse con toda la libertad del mundo, se aguantó las ganas de poner sus manos sobre la mesa, ya que está no tenía un buen aspecto.

El sonido de la puerta lateral abriéndose, lo hizo quedarse quieto. No se atrevió a alzar su mirada ante la persona que acaba de entrar con él, otros dos alfas lo estaban acompañando para evitar que hiciera algo que pudiera dañar a Louis.

Sus manos estaban esposadas, estaba más que claro que no podía moverlas sin antes lastimar su piel. Una mordaza estaba en su boca, para evitar que dijera algo. En su rostro había algunos hematomas que aún no curaban del todo, sabía que era resultado de alguna pelea. Ese rostro que alguna vez le gustó, ahora es el rostro que odiaba con todo su ser.

Lo admitía, sentía un poco de gracia al verlo en ese estado.

—No me sorprende que estés en la zona roja, tu actitud siempre ha sido delicada — su voz era aburrida,—pero no creí que estuvieras tan golpeado.

Él trató de decir algo, pero la mordaza que tenía en su boca no hizo más que sonidos extraños.

—¿Pueden quitarle eso de la boca?— preguntó,—a puesto a que tiene algunas cosas que decirme, claro que yo también tengo algo que decirle a él.

Un guardia entró para quitar la mordaza.—Si haces algo que lo dañe, me veré obligado a llevarte a aislamiento.

Louis lo veía con el ceño fruncido y con una mueca en sus labios, como si tuviera enfrente de algo completamente asqueroso. No pudo evitar cruzar sus brazos y hacer la espalda hacia atrás para tener una mejor vista del alfa.

—¿A que has venido?— su voz, había olvidado cómo sonaba su voz, o simplemente nunca la recordó porque no le gustaba,—¿a burlarte...?

—Quería verte.

—Querías verme — rió,—no, tú no querías verme. Hay algo más, dime por qué has venido aquí exactamente.

Pero Louis no le respondió.

Toda esa situación era incómoda. En realidad, ni el mismo sabía por qué estaba en ese lugar, las cosas que tenía que decir ya no las recodaba. Simplemente podía ponerse de pie e irse a casa con Harry.

—¡Dime!

Los guardias iban a entrar, pero Louis les hizo una seña de que todo estaba bien.

—Jamás tuviste paciencia — dijo,—algo que siempre odie de ti. Sabes, en el pasado ni siquiera me habría atrevido a venir, pero ahora soy alguien diferente.

El Cortejo De Los OmegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora