Desperté sobre un campo completamente nevado con una frondosa arboleda, me encontraba totalmente confuso y con una extraña paz interior que no sabia muy porqué. Sentándome, la fría nieve no me afectaba en absoluto y aunque notaba un extraño frescor, lo sentí de manera reconfortante. Mirando hacia abajo, me daba cuenta que llevaba puesto un largo camisón color miel bastante suelto que dejaba bastante a la imaginación ya que mis brazos estaban desnudos y a partir de medio muslo hacia abajo, tenia las piernas desnudas. Levantándome, desperezándome, vi no muy lejos de donde estaba había un perro pequeño de color marrón que estaba en mitad de este campo nevado. Quise acercarme pero el animal al percatarse de mi presencia, me miró con esos ojos azules.
-Tranquilo -dije esbozando una sonrisa tranquila- Yo no...
Pero al ver que el lomo del animal se erizaba, tuve que retroceder y al ver que el animal se ponía en posición de ataque tuve que echar a comer. Comenzando a huir ya que, ese pequeño cachorro comenzó a cambiar de tamaño y aunque la nieve era un claro obstáculo, no podía simplemente parar. Mirando durante unos segundos hacia atrás, me fijé que el dulce cachorro que había visto hace apenas un momento, se había convertido en un una bestia de casi 2 metros ya que se había puesto sobre sus patas traseras. Tenia el pelo completamente marrón, de ojos azules, garras largas con manchas rojizas y de su boca, llena de dientes afilados, salía espuma.
Volviendo a correr, tropecé debido a las raíces de un árbol y besando la nieve, me di cuenta, por un momento, que estaba completamente a merced del monstruo que me estaba siguiendo. Dándome la vuelta comprobé, para mi sorpresa, que la bestia había desaparecido y en su lugar, vi a Leo que estaba completamente vestido de blanco pero, debido a su pelo oscuro y su piel color chocolate, no se podría camuflar con el ambiente aunque lo sorprendente es que iba descalzo y me miraba con frialdad. Como si no me reconociera.
-¿Leo? -me atreví a preguntar.
Viendo que Leo me seguía mirando con impasibilidad, me levanté y aunque estuviera manchando la nieve de sangre de mis propias rodillas, me acerqué a él y tocándole el rostro, comprobé que parecía un humano normal y corriente ya que, no tenia cicatrices por ningún lado y no tenia ese rostro salvaje y alegre que el original solía tener.
-¿No me recuerdas? Soy yo. Soy Des -dije con entusiasmo pero él solo ladeó la cabeza.
Tragué saliva y acercando mi cuerpo al suyo mientras estiraba mis brazos, lo abracé con tanta fuerza que quise que ese olor a tierra, se impregnara en mi y por su parte, pegó tanto su cuerpo al mío, que sus manos se clavaron en mi espalda. Notando la suave respiración de Leo sobre mi pecho, noté que me estaba oliendo. Como si buscara algún tipo de familiaridad en mí.
-Des... -dijo en un grave carraspeo oliendo el perfume de mi cuerpo.
-Si -sonreí- Soy...
Pero antes de que pudiera seguir, algo estaba yendo realmente mal. El cuerpo de Leo comenzó a convulsionar y sus dedos se comenzaron a clavar en mi espalda con tanta fuerza que me estaba haciendo daño. Notando como su espalda se iba encorvando, noté su fuerte respiración y como las prendas iban cayendo a nuestros pies. Notando sus afiladas uñas sobre la carne de mi espalda, grité y cuando intenté separarme, un alarido de dolor escuché por su parte.
Escapando de él, caí a la nieve manchándola de carmín y al darme la vuelta me di cuenta, para mi espanto, lo que estaba sucediendo. Leo se había transformado en un enorme lobo, incluso más grande y robusto que el cachorro. Su pelaje negro se veía áspero y manchado de sangre, su cara estaba deformada y sus ojos ojos amarillos no pararon de escudriñarme.
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El bibliotecario y el guardián
Acak¿Creéis en el destino? ¿Pensáis que la sangre une algo mas que el destino? Eso es lo que pensaba Leo al encontrarse nuevamente con aquella persona que había jurado proteger pero, tenia un ligero problema. La luna es su peor enemiga. Des, es un bibli...