XI

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Los días pasaban lentamente cuando no existías para los demás a excepción del enemigo. Aunque claro, no sabíamos exactamente si ellos seguían nuestros pasos, pero parecíamos ser los únicos en el mundo, o mejor dicho, no éramos nada. Por más que tuviera cierta curiosidad por el exterior, simplemente era mejor no insistir hasta que apareciera algo cercano a una solución. Race era el único que podía salir, habían establecido eso desde hacía tiempo, puesto que era el único que no llamaba tanto la atención y tenía la seguridad para hacerlo, después de todo, ellos robaban para poder comer. ¿Cómo sería el futuro? Recordaba haber visto esas películas juveniles, escenas donde los jóvenes compraban identificaciones falsas, ¿eso harían? ¿Eso haría? ¿Volvería a tener una nueva vida? ¿Era posible?

Habían pasado cinco días desde que comenzamos a vivir en esa casa sin dueño, donde tres de esos días, llovió sin parar. No teníamos un horario específico durante esos momentos donde el frío y la oscuridad fue casi permanente, pero de alguna manera creamos algo parecido. A excepción de Ann que permanecía encerrada en el pequeño cuarto, los demás teníamos un trato más íntimo y constante, a pesar de que podíamos no hablar por horas, inconscientemente nos deteníamos en una habitación y cada uno hacía lo suyo, no fue como esas noches donde nos separábamos a pesar de estar encerrados en aquel búnker donde solo teníamos la compañía del otro. Lo que teníamos ahora era diferente, había una necesidad extraña de tener contacto con el otro, como si debiéramos comprobar que éramos nosotros, que todo seguía siendo real, al menos eso pensaba. Esa necesidad nació en mí al tercer día, como si no fuera suficiente estar solo con Race, como si temiera que no fuera verdad que estaba ahí. Así, comencé a pasar tiempo con Zoe, no podíamos ser amigas, yo era aún demasiado inmadura y rencorosa, era incapaz hasta el momento de separar mis emociones por esas dos chicas que conocí y que eran la misma persona aunque sentía empatía por ella, los sueños donde aparecía generaban esa dificultad en perdonar algo por lo cual no debía disculparse. Pasábamos ciertas mañanas simplemente hablando del pasado.

De esa forma nos dimos cuenta cómo ella iba olvidando cosas y claro, cómo yo iba recordando.

Zoe sabía que olvidaría, pero no estaba al tanto hasta qué punto sería su pérdida de memoria ya que nadie podía creer en las palabras de Rose; mientras que yo, seguía sufriendo de pesadillas y recuerdos que llegaban con mayor intensidad. Las cosas a veces llegaban tan de repente que solía terminar mareada y con la nariz sangrando, eso apestaba, pero era como si mi mente estuviera poco a poco estableciéndose y volviendo a organizarse. A veces recordaba cosas absurdas y demasiado detalladas, otra razón por la cual no podíamos creer en esa anciana. ¿Hubo en algún momento sinceridad en sus palabras? La mayoría de su persona parecía un simple engaño.

Así fue como ambas seguíamos pasando el tiempo juntas, y cuando hablar nos entristecía, terminábamos escribiendo, posiblemente palabras que nadie debería leer.

Azael y Race, solían caminar por los alrededores o simplemente ejercitarse en la sala o en el bosque cuando la lluvia paraba un poco. A diferencia de los demás, mi cuerpo seguía sintiéndose débil por lo que no quería obligarme a entrenar cuando no estaba preparada, porque quería, extrañaba hacerlo, quería volver gastar energías, unas de las pocas cosas buenas que dejó ese horrible infierno. Como muchas personas, había odiado hacer ejercicio hasta que lo hice acompañada de alguien, y ese alguien era Race.

El infierno de Lilith| 2 | Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora