Capítulo 6

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"SÓTANO"

El sótano era un lugar poco habitable, las paredes estaban cubiertas por marcas y hongos de humedad, había lama en uno de los rincones, donde había un grifo con una pequeña fuga de agua, debajo de las escaleras se encontraba la entrada a un pasillo con una leve iluminación, era una luz tenue y amarillenta emitida por focos parpadeantes, a punto de fundirse, en este pasillo se podían ver unas rejas, similares a las de una prisión. En otra de las paredes se encontraban dos puertas cerradas, entre ellas había algunos metros de separación, las puertas lucían más modernas y en mejor estado que el resto de cosas en ese sótano. Había una pared en específico que llamaba la atención, pues en esta habían argollas con cadenas sujetas y otras cadenas colgando del techo, adaptadas para sujetar a cualquiera por el cuello o las muñecas; justo la situación de Yamato.

El adolescente pelinegro yacía de pie, con las manos encadenadas al techo del húmedo y obscuro sótano, desnudo, con los ojos vendados y su cuerpo repleto de incontables marcas, aún no conseguía despertar de su desmayo, por lo cual su cabeza se balanceaba en todas direcciones buscando un soporte, su piel estaba erizada y su cuerpo tenía múltiples espasmos debido a la baja temperatura del lugar.

Suaves quejidos hicieron eco en el amplio lugar, un leve golpeteo entre los eslabones de las cadenas despertó al dueño de aquellos quejos, el chico abrió los ojos y movió la cabeza a los lados intentando ver donde se encontraba, pero no consiguió ver nada, en cambio, sintió un fuerte dolor en el cuello, supuso fue por la posición en que había estado, sentía una tela suave en sus ojos, bloqueando su vista por completo, por inercia intentó mover sus manos para retirar la tela y poder ver, pero estas estaban suspendidas en el aire, haciendo un ruido de metales chocando cuando las movía con fuerza, fue entonces cuando se alarmó, volteando a todos lados con desespero, moviendo su cabeza de forma violenta, tratando de quitarse aquella tela que le impedía ver, escuchó a lo lejos unos pasos acercándose, resonando cada vez con mayor intensidad en la habitación conforme se acercaban, no necesitaba ser muy inteligente para saber de quien se trataba, era evidente. La piel de Yamato se erizó en demasía y su cuerpo se encogió cuando una corriente fría de aire recorrió su cuerpo, haciéndolo percatarse de una cosa más; aún estaba desnudo.

Sintió el calor de otro cuerpo a su lado y se estremeció, sus piernas temblaron e intentó alejarse, fue inútil, no pudo moverse más de un paso por las cadenas que lo sujetaban, en ese momento su respiración se aceleró, sintió unas manos tocando su cabello, aumentando su desesperación y haciendo que sus ojos se tornasen llorosos.

—¡Aléjate, maldito enfermo, no me toques, me das asco!—gritó, buscando que se apartara para poder respirar, su simple presencia lo asfixiaba, su respiración comenzó a cortarse, entonces comenzó a forcejear, moviendo sus brazos de forma agresiva, lastimando sus muñecas— ¡Aléjate! ¿Acaso no lo entiendes? No te quiero cerca—sus palabras se cortaban, estaba aterrado, le frustraba sentir como ese cuerpo sólo se acercaba más y más, sus forcejeos eran inútiles—.

—Ah, tranquilo, niño, no te hice daño, ¿acaso dolió?—se burló al verlo en ese estado, forcejeando y gritoneando con una desesperación sorprendentes, agarró con fuerza su cabello, sacándole un quejido a Yamato—, no me hables en ese tono, trátame de usted, ¿conoces el concepto de "respeto"? No, pareces no conocerlo, pero tranquilo, yo te lo enseñaré—azotó la cabeza de Yamato contra la pared, dejándolo aturdido.

Se alejó de él, caminando ahora hacia las puertas, sacó un juego de llaves y abrió la puerta ubicada a la derecha, la cual era la más cercana a las escaleras, al empujar la puerta para abrirla esta hizo un fuerte rechinido. Yamato escuchó el rechinido de la puerta, sobresaltándose por el fuerte ruido, su cabeza dolía, sus sentidos se habían agudizado, volviéndose más sensible a los cambios en su alrededor, cualquier pequeño ruido ponía sus nervios al límite, se sentía en peligro, no, estaba en peligro.

Katashi volvió, con una jeringa de aguja gruesa en mano, insertaría un microchip con un rastreador en el cuerpo de Yamato, así se aseguraría de no perderlo, después de todo, había costado demasiado dinero para dejar que se fuera sin haberlo disfrutado lo suficiente.

Lo tomó por el antebrazo, e instantáneamente el chico intento apartarse, jalando su brazo y sacudiendo su cuerpo, no sirvió de nada, pues como respuesta recibió un fuerte golpe en el estómago, su cuerpo se dobló ante el impacto, el golpe lo dejó sin aire, lagrimas pequeñas salieron de sus ojos, desapareciendo en las finas hebras de la tela que le impedía ver a su alrededor. Sintió un dolor agudo en su antebrazo, sentía su piel siendo perforada, pero debido al golpe no contaba con la fuerza suficiente para intentar apartarse, logró sentir como algo entraba en su cuerpo, instalándose bajo su piel, no tenía ni idea de que se trataba, pero poco a poco el dolor iba disminuyendo.

—¿Qué? ¿Qué me ha hecho?—preguntó en un murmullo una vez que recuperó un poco el aliento, aún así su voz seguía cortada y tenía el rostro empapado en lágrimas de terror.

—No debería importarte, lo que haga con este cuerpo—sacudió con violencia el cuerpo del chico—es asunto mío, y tú, no debes entrometerte, mucho menos oponerte. Ahora eres de mi propiedad, y haré contigo lo que me venga en gana. Comenzando por enseñarte normas básicas de obediencia.

Tomó su mentón con fuerza levantando su rostro, viendo las lágrimas del adolescente deslizarse por su rostro y cuello, mientras sus labios temblaban y su cuerpo tenía incontables espasmos. Era tan atractivo, sólo deseaba verlo corromperse lentamente, verlo rendirse y suplicar, sabiendo que él fue el responsable de ello.

—Serías un buen elemento en mi colección, quizá el único elemento que falta para completarla—recorrió el cuerpo de arriba abajo con su mirada, sonriendo satisfecho—, pero eso lo decidirá el tiempo, ahora te dejaré descansar, luego te mostraré mi colección.

Se apartó de Yamato, viendo como sus músculos se relajaban lentamente, cerró la puerta por la que había entrado momentos atrás y caminó a las escaleras, antes de subir por estas presionó un botón, ubicado justo al fin de la escalera, con este las cadenas se desenrollaron de su eje, dejando caer con fuerza a Yamato, quien no estaba preparado para eso. Se escuchó un quejo de dolor después del estruendo, Yamato ahora estaba tirado en el piso, pero aún con los brazos suspendidos en el aire, ahora no estaban tan altos, aun así no tendría mucho control de ellos.

Escuchó los pasos alejarse y poco después el sonido de la puerta cerrándose. Trató de dormir, no lo consiguió, los recuerdos repentinos de aquel hombre sobre su cuerpo, usándolo para satisfacer sus propios deseos y necesidades, mientras él lloraba y rogaba por un poco de compasión, lo atacaban sin piedad, lo hacían sentir sucio, utilizado, humillado y débil.

La noche pasó con una lentitud extremista, su cuerpo no había dejado de temblar en ningún momento, su cuello y brazos dolían, estaba agotado, sus parpados pesaban, pero tenía miedo de dormir y encontrarse de nuevo en la misma habitación, siendo sodomizado y utilizado de nuevo.

El sonido de las gotas de agua chocando contra el piso lo estaban hartando, ese sonido de chapoteo se estaba impregnando en lo profundo de su cabeza, quería arrancar la venda que cubría sus ojos y arrojarla, quería ver a su alrededor y buscar cómo salir; anhelos tontos, de un adolescente tonto.

—¿El incidente del primer grado? Claro, tiene mucha lógica vender a tu hijo por un incidente de casi dos años—Murmuró irónico para sí mismo, seguía confundido por aquello, en su cabeza no tenía el más mínimo sentido—. Sólo debieron decirme que querían deshacerse de mí, no era necesario llegar a esto.

Nuevamente se encontraba llorando, apretaba sus labios, silenciando sus sollozos. El sonido de la puerta abriéndose se hizo presente, quiso detener su llanto, mostrarse fuerte, por más que lo intentó sólo consiguió llorar con mayor fuerza.

Una vez más el sonido de los pasos acercándose, el calor ajeno cerca de su cuerpo y ese sentimiento de asfixia haciéndose presente en su cuerpo, nada de eso lo ayudó a calmarse, los recuerdos lo atacaron, su cuerpo tembló con ímpetu, agachó la cabeza sintiéndose miserable.

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