UN EXTRAÑO ENCUENTRO
Llegué en taxi al hotel después de una dura jornada de trabajo. Pagué al taxista el importe del trayecto y cogí el maletín, junto con el abrigo, que había dejado a mi lado en el asiento trasero.
Al entrar en el hotel, el sonido que produjeron los tacones de mis zapatos negros, a juego con el traje de chaqueta y falda, en el suelo de mármol, delataron mi presencia a la recepcionista que se encontraba atendiendo en ese momento a un huésped del hotel.
Pasé por delante del mostrador y no pude evitar dirigir mi mirada al hombre que hablaba con la recepcionista. Alto, moreno, con el pelo corto y una espalda ancha que hacía que le sentara a la perfección la chaqueta de traje gris que llevaba. No pude evitar que una sonrisa asomara a mi cara y bajé la vista al suelo por temor a que alguien me viera reírme sola.
Me dirigí hacia los ascensores e iba a subirme, cuándo el sonido de la entrada de un mensaje en el Whatsapp, hizo que me detuviera para buscar el móvil en el bolso. Las puertas del ascensor se cerraron y di al botón para volver a llamarle.
Al levantar mi vista, de la pantalla del móvil, vi reflejada en la puerta metalizada del ascensor, la silueta distorsionada de un hombre. El tono gris que percibía en las puertas hizo que deseara que fuese el hombre que había visto en la recepción. Mi corazón comenzó a latir con fuerza al sentirle tan próximo a mí. Estaba nerviosa y con ganas de cerciorarme de quien era el hombre que se encontraba a mi espalda. En unos instantes, vería quien era, al entrar en el ascensor con las paredes recubiertas de espejos.
Aquello me excitaba, sentí como mi sexo se empezaba a humedecer y un rubor cubrió mis mejillas al pensar que alguien se podría dar cuenta del estado en el que me encontraba. Tomé aire y respiré de forma calmada. Solo me faltaba ya que, aquel hombre me viera entrar jadeante al ascensor y con la cara roja de vergüenza.
Por fin, el ascensor llegó al piso bajo y se abrieron las puertas. Lo primero que hice fue mirar al espejo para ver su rostro. Por fin vi su atractiva cara. Me sonrió colocado a mi espalda y le devolví una sonrisa tímida, incapaz de decir nada.
Las puertas se cerraron detrás de el y, sin previo aviso, me agarró por los hombros y me empujó contra la pared de espejo. Me besó con brusquedad en los labios, e introdujo su lengua en la boca con posesividad.
No podía moverme y notaba su pene duro contra mi abdomen. Movió una de sus manos de mis hombros y la llevó hasta mis muslos. Sus dedos ascendieron por mis medias y tocaron la parte de encaje pegada a mis muslos. Aquello le había gustado porque noté como sonreía con su boca aun pegada a la mía.
Pero no se detuvo ahí. Llevó su mano hacia arriba hasta que llegó a mi sexo completamente empapado por el deseo que había despertado en mi cuerpo con su comportamiento.
Sin encontrar ningún obstáculo por mi parte, introdujo con facilidad dos dedos y me penetró con ellos en repetidas ocasiones, haciendo que se me escapase algún que otro gemido.
Si continuaba así, no tardaría mucho tiempo en llegar al orgasmo. Él lo supo y sacó sus dedos de dentro de mí para introducírmelos en la boca. Los chupé saboreando mis propios fluidos mientras nos mirábamos a los ojos.
-Buena chica. Me vuelves loco cuando haces lo que te digo y no llevas tanga en nuestros encuentros.
Un pitido nos avisó que habíamos llegado al piso de destino y nos retocamos rápidamente la ropa para salir del ascensor sin que nadie sospechara nada.
-¿Qué tal en el trabajo? –me preguntó.
-Una locura –respondí- Casi no llego por problemas que se presentaron a última hora. Tuve que venir en taxi. ¿Y tú día como ha ido?
-Lo habitual que ya conoces. Nada nuevo
Se paró en una de las habitaciones y metió la tarjeta magnética en la cerradura.
-Te mande el número de la habitación por whatsapp ¿Lo viste?
-Si, lo vi. Pero no me dio tiempo a responderte.
Abrió la puerta y ya en el interior volvió a devorarme la boca sin prisa, ajenos al mundo que se encontraba al otro lado de la puerta.
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