- Tienes unos ojos maravillosos, ¿Lo sabías? - se mordió el labio débilmente, casi no pude notarlo con seguridad - Combinan perfectamente con tu nariz perfecta - la tocó con el dedo índice y su contacto me erizó - Guían de manera asombrosa a tus labios, y la forma en que se mueven cuando hablan... Es realmente encantadora - Yo sólo sonreí de nervios y me sonrojé.
Quemaba, realmente mi rostro quemaba. Y el momento se hacía más perfecto con la brisa que nos regalaba la noche, su pelo se alejaba de su rostro y lo descubría por completo. Y fue la excusa perfecta para que ella me tocase de nuevo, poniendo un mechón de pelo por detrás de mi oreja. Y fue ahí, cuando dejó de mirarme y solo me besó. Levantó sus manos y tomó mi rostro entre ellas, mientras yo descansé mis manos sobre su cintura y la acerqué más a mí. Era un beso de deseo, de cielo. Nunca había sido besada de aquella manera y prometí a mi misma que nunca lo olvidaría.
- Desearía poder decir que lo siento, que siento haberte besado. Que fue un impulso - me miró a los ojos, y luego bajó la vista a mis labios. Tardó unos segundos en continuar - Pero no lo siento. Desee esto desde que vi tu cuerpo de espaldas, desde que te escuché maldecir el trabajo que hacías, desde que me miraste y te quedaste mirando sin decir nada - ¿Respirar? ¿Cómo podría hacerlo? Mi corazón estaba a un mil por ciento. ¿Qué debería decir? - No tienes que decir nada, tus ojos me lo dicen. Y si estoy equivocada, déjame estarlo, pero no digas nada. ¿Dónde es que estaba tu apartamento? -
- Yo... Está en aquella esquina, la casa pequeña, azul - ¡Me encantas! ¿Pero cómo te lo digo? Siempre tuve problemas para expresar lo que sentía, pero los actos siempre eran mis mejores amigos. Mis actos de demostración. Ella se giró y siguió caminando lentamente - Louise... - dije y se giró a verme -
- ¿Sí? - respondió sin tener menor idea de lo que tenía como respuesta para ella. La calle estaba oscura y el alumbrado no era mucho el trabajo que hacía -
Me acerqué a paso rápido, para que no pudiera averiguar del todo mis planes. La tomé del rostro y la besé de la misma manera en que ella me besó a mí. Sus labios eran perfectos, y se juntaban como si pertenecieran de aquella manera. Nuestras lenguas se juntaron e hicieron chispas, que quemaban hasta lo más profundo del cuerpo. Colocó sus manos en mi cadera, e hizo exactamente el mismo movimiento que yo, me acercó todo lo que más se pudo a su cuerpo. Sentí su corazón latir de manera acelerada, al igual que el mío, sus curvas se asomaban al momento de que su camiseta se ajustaba por la distancia entre nosotras. Y eso fue todo, nos separamos lentamente una de la otra y ella tuvo su respuesta.
- No podrías estar equivocada ni en un millón de años, Louise - la miré a los ojos, un poco agitada - Supe que estaría en graves problemas contigo desde que sentí tu respiración en mi cuello, desde que vi tu pelo caer por encima de tus hombros. Desde que escuché tu voz, supe que tu serías la que me tendría en sus manos desde el día uno - sonrió alegre-
- Estamos en problemas - respondió - en un gran, muy gran lío - me miró feliz, así que supe que ese lío sería grande - Entonces, ¿Me llevarás a tu casa a ver películas o volvemos a lo de Micah?
- Es tu turno de conocer mi casa, y además estamos más cerca de lo mío que lo de Micah - sonreí -
Caminamos hasta llegar a mi casa, hablamos sobre las estrellas. Louise y sus siempre filosóficas preguntas sobre el universo. Nunca iba a olvidarlo.
- Así que esta es tu humilde morada, ¿no? -
- Sí, el esfuerzo de mis dos trabajos logran pagar este piso y todo lo que el contiene, que por cierto no es mucho - sonreí -
- Es pequeña, pero acogedora. Me gusta, aunque esta alfombra es lo que arruina un poco el ambiente, no has pensado en cambiarla por piso flotante? - rió -
- ¿Estás bromeando, verdad? Es primera vez que vienes... ¿Y quieres que cambie el suelo de mi casa? - fruncí el ceño - Es divertido, la verdad es que nadie se había atrevido a decirlo, y honestamente ya lo sabía, pero aunque quisiera el dinero no me es suficiente para renovar todo esto -
- Hm - pensó -
Mi casa no podía ser más simple que la propia palabra. Tenía unos pequeños asientos en la entrada, donde había como un pequeño balcón de terraza. Al entrar, el living y comedor estaban pintados de un rosado pálido, a la derecha estaba la pequeña mesa para cuatro que tenía casi apegado a la cocina, con una pequeña mesa de vidrio que sostenía un ramo de flores secas que mi madre había enviado. A la izquierda estaba el living, con tres sofás, al igual que Louise, pero estos eran de color gris claro que tenían en frente una pantalla de TV colgada en la pared y a la orilla de la ventana un pequeño bar que Kevin no podía meter en su casa, así que lo trajo aquí. Y al frente, estaba el pequeño pasillo que llevaba a la puerta de mi habitación, a la de invitados que la había convertido en una especie de salón de arte y al baño.
- Entonces, ¿Vemos una película? - pregunté insegura -
- ¿Cuál? - preguntó mientras se sentaba en el sofá de forma cómoda - ¿Y dónde?
- Te sorprenderé, pero no debes asustarte, estaré aquí para protegerte de cualquier cuerpo maligno - hice un gesto de terror con mis manos y rostro - Y tenemos que verla en mi habitación. Las palomitas están en la estantería de arriba, agradecería que las pusieras en el microondas y voila - reí - Yo me ocuparé de la película... - agregué mientras caminaba en rumbo a mi habitación -
Busqué entre todas las que estaban disponibles en Netflix y bueno encontré algunas de las mejores y me decidí por una muy antigua, que estaba, en comparación con los años actuales, mal grabada y notoriamente agregados los efectos. Sonreí, de igual manera me había echado a correr cuando la mujer aquella bajó las escaleras de una manera extraña. A penas si la recordaba.
- Listo - dijo nerviosa Louise entrando con las palomitas en una fuente, a la habitación -
- Ven, siéntate... O acuéstate. Como desees - sonreí. Ella estaba nerviosa, no por mí, por la película- ¿Qué película veremos? - preguntó con cierto temor -
- El exorcista - la miré, con la intención de ver su reacción y para mi sorpresa no tuvo ninguna -
- Te dije que no puedo dormir con ese tipo de películas - contestó mientras dejaba el recipiente con palomitas entre las almohadas de mi cama - No recuerdo haberte obligado a beber café esa noche, como para que me hagas esto - estiró el labio inferior para demostrar tristeza -
- ¿Quién dijo que dormiríamos? - respondí. Y a los segundos noté como esas cuatro palabras podían ser totalmente mal interpretadas.
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Louise.
RomanceUna pequeña historia de amor, de dos mujeres que podrían haber dado lo mejor de la otra para salvarlo todo, antes de que cayera en pedazos. La historia, tiene su inicio desde el final, donde en el desarrollo de la narración no quedan más que recuer...