Promesas cumplidas:
Extrañar no es sentirnos vacíos, tampoco es tener ese hueco que solo esa persona sabía cómo llenar, es recordarla hasta el punto que nos llena y se hace presente a pesar de su ausencia. O, al menos es eso lo que decía el Dr. Ramón Luis Maldonado. Ese hombre si que era de culto.
Detrás de la brisa, por el sur, encima de las montañas se alzaba el sol del amanecer. Y, de las casas cercanas, las estalactitas que colgaban de los techos brillaban con la luz pasando a través. Podía ver que el clima iba a ser nublado, las nubes grises permanecían en el cielo desde ayer que llovió y de seguro volvería a llover esta noche.
—<<Que buen día>>— Con un ambiente así deseabas beber una taza de café caliente para calentar el cuerpo y el alma.
Veía por la calle, también pendiente en el camino para no tropezar, a los vecinos que salían a abrir los negocios desde temprano y los ancianos a dar una vuelta por la mañana. Practicaba la misma rutina, era simple pero según los doctores era beneficioso para la salud física y mental. A lo lejos escuchaba correr a alguien, sus tacones se escuchaban tenues en el asfalto, podía ser una ciudad pequeña pero hasta las personas se apresuraban en llegar a su trabajo. En un tono más alto que los pasos escuche mi nombre, en una ciudad pequeña era sencillo encontrarte con conocidos o amigos. La voz aumentaba de tono e identifique que era uno alegre, de acuerdo, solo podía tratarse de una persona que no era nada parecido a lo anterior.
Sentí algo impactar por mi espalda, no hizo más que hacerme dar unos pasos pero no llego a derribarme. Di la vuelta y confirme mis sospechas, la diferencia de tamaña no era exagerada pero si la suficiente para hacerme mirar hacía abajo. Se estaba acomodando su cabello rojo que me encantaba, de seguro se le revolvió mientras corría, o simplemente olvido peinarse de nuevo. Destapo su rostro, sus mejillas estaban rojizas por correr tanto y sus ojos verdes miraban al suelo esperando que el cansancio pasase. Como Duceheme, sonreí, me encantaba sus ojos.
Seguí caminando, detrás después de recuperarse venía corriendo llegando a mi ritmo. Nuestros pasos se sincronizaban y el sonido de nuestros tacones pisar el asfalto de la acera se sincronizaba. —Life can be a dream. Hello, hello again. If only all my precious wishes came true. ¡Life can be a dream!
—If you did what I really want you to do. Baby we would be so fine—Me imagine la mañana así, era de esperarse si pensabas en ella y como solía arruinar cualquier plan que hiciera. Intente imitar la instrumental mientras cantaba coros acompañando su cantar.
—¡Que buen ritmo, Rex! Ya solo debes ponerle letra y tienes un acapella—el Sr. Monti paso por nuestro lado y lo vi mover la cabeza disfrutando del ritmo hasta perderse a lo lejos. Pare de cantar, estaba por cruzar la calle y debía concentrarme. Ambos semáforos, el peatonal y el de trafico seguían defectuosos y sus luces estaban apagadas, suspire cansado de sugerir a la alcaldía que lo reparara porque podría volver a suceder un accidente. Mire de reojo a mi lado y estaba ahí sin hablar, solo miraba fijamente la calle. Sería un desperdicio de mañana si me dejaba desalentar por eso, cruce y ella se quedo a la mitad del cruce, no le tome importancia. Escuche un fuerte ruido a mi espalda, por encima del hombre vi un auto cruzar a alta velocidad ignorando el semáforo defectuoso.
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Trastornos
Short StorySi ponemos la estabilidad mental como tornillos, en general los tendríamos ajustados. Pero, siendo una minoría, existen las personas que viven con sus tornillos puestos con tuercas o sueltos en su totalidad. Un trauma, heredado por genética o un ac...