Theo

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Por años, la muerte de su amigo Frankie le atormentó

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Por años, la muerte de su amigo Frankie le atormentó. Fantasmas del pasado le recordaban una y otra vez aquella fatídica noche en la casa de campo de los padres de Brittany. Sin pensarlo, revivía la escena de estar a su lado bajo la tortura de Duncan. Ahora Duncan, se encontraba en prisión y habían pasado tres años sin contratiempos, ni señales de peligro.

En aquellos momentos de desesperación y en los que se sentía agobiado por la muerte de su amigo; se regocijaba en el llanto, frecuentaba clubes nocturnos y lugares donde solía salir a "parrandear" con él. Lugares que logró conocer y donde podía divertirse. Si sólo se encontrara Frankie a su lado... Él lo introdujo en el mundo gay y, tras su muerte, miles de preguntas daban vueltas en su cabeza.

«Mira, saldremos de esto y hablaremos al respecto, por lo pronto necesito que te calmes... y hagas silencio» le había dicho a Frankie.

La locura había terminado, ya no eran presas de la mente retorcida de Duncan; aun así, tras esos años de calma aparente, se sentía culpable. Tal vez por su muerte, pero más que todo, por aquellas palabras y aquella conversación que nunca llegaron a tener.

Era una noche como aquellas, en que las preguntas se volvían gritos ahogados en su mente pidiendo ayuda. Preguntas que lo obligaban a encogerse en el suelo en posición fetal y llorar por tener tantas dudas y tan pocas respuestas.

Había decidido ir al primer club nocturno que había conocido. Era un lugar más o menos pequeño; un ambiente oscuro, con algunas luces de colores que iluminaban las mesas. En la barra, tres hombres se encargaban de tomar los pedidos. Había uno de ellos, que recorría el club tomando los pedidos en las mesas. A su alrededor, habían varias parejas. Tanto amor que se desbordaba... era como un puñal que traspasaba su cuerpo; sin embargo, también era su cura. De alguna forma retorcida necesitaba ese dolor.

Siempre que acudía al club, se acomodaba en la barra muy cerca del baño, pedía unas cuantas cervezas que consumía mientras miraba a aquellas parejas felices y se inundaba en las canciones que presentaban cada noche. Aquella noche se vio interesado por un hombre. Le lanzaba miradas indiscretas, cerciorándose de no ser descubierto.

Tras varios minutos y unos cuantos tragos, sus miradas se cruzaron. Miradas un tanto misteriosas y curiosas. Aunque cada uno parecía estar sumergido en sus propios asuntos, Theo volvió a levantar la cabeza para cerciorarse que aún seguía ahí, una sonrisa de medio lado le confirmó su interés. Trataba de concentrarse en su bebida ignorando que él estaba ahí; sin despegar sus ojos de encima. Pero por más que tratara de ignorar su presencia, un escalofrío que recorría su columna, le confirmaba que ahí seguía y se preguntaba ¿cuál sería el siguiente movimiento?

Theo se concentró en su bebida, su mente le cuestionaba sobre la presencia de aquel hombre que se encontraba a su izquierda. Cada vez que él miraba al extraño, este le respondía con la misma mirada enigmática.

Una sonrisa lo sacó de su ensimismamiento y bajó la cabeza ante la sonrisa del presente, sintiéndose comprometido. Se levantó de la silla para dirigirse hasta el baño, repasó con una mirada al sujeto: pelo negro liso y oscuro, tan largo que tapaba sus cejas; de rostro redondo, labios pequeños y aunque estaba sentado; pudo deducir que seguramente eran de la misma estatura. Lo que más le llamó la atención, eran sus ojos rasgados: lo que le confirmó que era asiático.

A su regreso, contó las sillas de la barra mentalmente, en la cuarta silla estaba sentado aquel sujeto, sólo tres sillas lo separaban del misterioso hombre. No estaba ebrio, pero está seguro de que, con algunos tragos más, perdería la conciencia. Volvió a su silla, la jarra de cerveza se mantuvo vacía mientras estuvo al baño; tal como la recordaba. Pidió otra cerveza al barman. Trató de mantenerse pensando en otra cosa, pero aquel sujeto que estaba cerca, le invadía sus pensamientos. A pesar de que habían más hombres solos en el lugar, Theo solo reparó en él. Había algo que le atraía, que le resultaba cautivador; tal vez su sonrisa... su mirada... no sabía con certeza de que se trataba.

De un momento a otro, el hombre se sentó junto a él.

-Hola -lo saludó, y su tono de voz correspondía a alguien que manejaba el idioma local a la perfección.

Theo respondió al saludo con un movimiento de cabeza y volvió a su bebida.

-Te he estado mirando -dijo el desconocido. Aquellas palabras, le confundieron aún más mientras trataba de encontrar explicación de por qué se miraban.

-Lo siento -respondió Theo en voz baja.

-No lo hagas -continuó el asiático con una sonrisa-. Me di cuenta que también me veías.

-Tal vez -expresó Theo en su defensa, sintiéndose incómodo y muy dentro de su mente, se le pasaba la idea de salir corriendo sin mirar a atrás.

Sentía la mirada de aquel extraño sobre sí mismo; lo que ocasionaba que se ruborizara y mantuvo su mirada hacia el suelo.

-No tienes por qué apenarte -le habló su acompañante-. ¿Vienes aquí a menudo?

Theo asintió y lo miró directamente a sus ojos rasgados, era muy tierno y atractivo si lo veía detenidamente. Tomó lo último que quedaba de cerveza y se levantó sin despedirse, ni manifestar ni una sola palabra; salió del club nocturno y se marcha a su casa. No quería volver a cometer una locura, ni relacionarse con alguien sentimentalmente.

Y es que salir continuamente a beber a clubes nocturnos de público LGBT se volvió un rito en su vida. Cada vez que se cruzaba por su mente olvidar aquellos deseos, volvían de nuevo como un boomerang. Este "ritual" se volvió su terapia y su tortura. Un dolor que necesitaba en su vida. Cuando tenía oportunidad; iba a beber y se cruzaba con algún chico con quien tener relaciones sexuales; en algunas situaciones, buscaba a alguna chica para no sentirse extraño y para que su "yo razonable" le indicara que todo estaba en orden. Realmente su vida era un desorden. Necesitaba estar bebiendo y sosteniendo relaciones sexuales, ya fuese con chicos o chicas, así iba su vida, una vida libertina y promiscua.

No todo era tan malo, había algunas cosas buenas en su vida y era que tenía un trabajo, el cual, ocupaba su vida de manera flexible, pues no tenía que estar disponible 24/7. En ocasiones le llamaban para filmar un comercial, o hacer de "extra" en alguna serie o película y así se abría paso en el medio. De esa forma, disfrutaba su vida, ignorando los detalles de clandestinidad. Se mantenía al margen con su trabajo y en algunas ocasiones asistía al gimnasio. Pero, últimamente no lo había hecho y era una idea que dejaba pasar; solo se concentraba en su trabajo y su familia.

Una tarde decidió salir. Se había puesto el mismo abrigo que llevó en su última visita a aquel club nocturno y, al revisar los bolsillos, encontró un trozo de papel.

«Si algún día quieres o deseas salir, me gustaría volver a verte. Kang Dong Yul».

Theo leyó una y otra vez aquella nota. Tenía anotado su teléfono celular. Debió de haberlo puesto en su bolsillo en un descuido cuando bebía su cerveza. Tenía mucho licor recorriendo su cuerpo en ese instante y no lo recordaba con claridad. Sonrió tontamente, mientras marcaba al número del papel en su teléfono móvil.

-¿Dong Yul? -preguntó Theo, y una voz masculina al otro lado de la línea lo saludó.

Despiadada Venganza © [disponible en físico] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora