El Hijo Herido

56 9 2
                                    

Pisó el acelerador tan fuerte como pudo y Atsumu gritó de pura alegría, mirándolo sin parpadear y el aire peinando sus cabellos hacia atrás.

La velocidad no podía disminuir, si lo hacía el carro probablemente patinaría sobre el asfalto y morirían en el instante. La autopista se vuelve eterna de alguna manera, como si no pudiera ver nada más que las rayas amarillas intermitentes junto a la blanca continua.

"¡Más, más!" Grita él y él obedece. Sus manos hormigueaban de lo fuerte que apretaba el volante con sus puños y se sentía jadear aún cuando no le faltaba el aire.

Entonces pisó y pisó más. Estaba desierto ahí, no había nadie. Eran sólo ellos dos, Alfa y Omega, juntos en un deportivo que iba a toda velocidad con rumbo a la costa. El sol se oculta del lado izquierdo, del lado de Shouyou, y en la parte más alta del cielo se empieza a oscurecer un azul de media noche que pronostica frío. Es invierno, de todos modos, el sol va a irse en menos de cinco minutos y van a quedar completamente a oscuras.

No siente el frío. Lleva una camiseta raída con el cuello estirado y unos pantaloncillos arriba de la rodilla, sin zapatos porque los pedales se sienten bien en su piel. No siente el frío, el aire helado entra por la ventana pero su piel está tan caliente conduciendo a toda velocidad que no le hace nada. Y, además de eso, tiene todo lo que necesita si tiene la enorme mano de Tsumu sobre su pierna, apretando suavemente y dándole toda la seguridad del mundo.

La luna se desfasó una vez salieron las estrellas. Inmóvil, silenciosa, envuelta en un aura que le recordaba al color de los cabellos de Tsumu. Se sentía como si los estuviera mirando, como si estuviera cuidando de ellos. Entonces Hinata aceleró aún más, el motor rugiendo y su cuerpo ligero como pluma hundiéndose en el asiento de piel.

Nunca había visto a Tsumu sonreír así. Nunca lo había visto sonreír en sí, todo lo demás habían sido muecas extrañas que asustaban, pero lo de ahora era una sonrisa genuina, una de estar disfrutando el momento. Sus labios estaban exhibiendo sus encías por completo, sus colmillos se asomaban y estaban completamente fuera y sus rasgos estaban tan excitados que parecía que le saldría un hocico y acabaría transformándose en un lobo.

Y, ¿por qué?

¿Por qué se sentía tan feliz?

¿Por qué le gustaba sentir como si con cualquier descuido podrían morir?

"Tsumu..."

Su mirada está fija en la carretera. Se ve de su edad, de veintisiete y no como un señor de cuarenta. Y él igual, se mira en el espejo retrovisor y ve los ojos de un niño de diecisiete, no de un señor de treinta.

¿Por qué?

"Tsumu, voy a parar".

"E-está bien". Cuando le da la cara, tiene los ojos irritados por todo el aire que le entraba por la ventana y la piel de sus labios está reventada en algunas partes por lo amplio que sonreía y lo grande que abría su boca para gritar hacia el cielo. "Suelta el acelerador".

Le estaba enseñando a conducir. En su opinión, nunca sabía cuándo lo necesitaría. Pensar en eso le hacía sentir nostalgia pues si hubiera tenido un padre, seguramente le hubiera enseñado él. Aunque bueno, no puede meter las manos al fuego por ello, no sabe si ese señor le hubiera odiado por ser Omega y lo hubiera tratado como un objeto. Tal vez su madre le hubiera enseñado, tenía mucha paciencia y creía firmemente que su hijo hubiera podido valerse solo. Ah, "hubiera", "hubiera", "hubiera"... Muchos hubiera.

"Ahora sí, pisa lentamente en el freno".

Él da un apretón a su muslo y Shouyou siente su pulgar acariciando por sobre su pantalón. Hace como Tsumu dice y, poco a poco, empiezan a ir más lento.

La Ira del Tirano | Haikyuu!! FF (KGHN | Omegaverse!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora