𝐔𝐧 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐨 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 ─ ʙᴀᴋᴜᴋᴀᴍɪ

Único

─ ¿Han visto a Katsuki?

Los presentes se voltearon a ver la puerta de la habitación al oír la voz. Esa voz le pertenecía a Kirishima, quién buscaba a su pareja y futuro esposo por toda la agencia de héroes que habían fundado con sus amigos.

Sero paseó su mirada por todo el lugar queriendo ayudar a su amigo por al menos un poco.

─ Perdón bro, no lo he visto. ─ terminó por responder. El pelirrojo soltó un suspiro y terminó por entrar al cuarto.

Al notar cansancio en su mirada, el azabache dejó lo que estaba haciendo y se centró en su amigo.

─ ¿Que sucede bro?

─ Creo que Katsuki no quiere casarse conmigo.

Sero levantó sus párpados al tope, perplejo por esa confesión.

─ ¿Que estás diciendo? Por supuesto que esa bomba con patas se quiere casar contigo. Por algo te lo propuso. ─ intentó convencerlo mientras alzaba ambos brazos, como si quisiera demostrar obviedad en sus palabras.

─ Lo se, pero desde que lo hizo, ha estado algo distanciado. Ya no habla ni grita como antes. ─ replicó algo apenado.

─ Seguro está nervioso. ─ otra voz se asomó a la conversación, haciéndolos girar la vista a los otros dos ─ Se nota a kilómetros.

─ ¡Eso! ─ exclamó Hanta ─ ¡Yuga tiene razón! Está nervioso. ─ asintió y le regaló una sonrisa a su novio, quién solo le devolvió la sonrisa.

─ Mmm ¿Estás seguro Aoyama? ─ replicó Kirishima aún desconfiado.

─ Obvio. Pregúntale. Seguro se va a sonrojar y evitar la pregunta.

─ Tal vez...

Mientras tanto, Bakugo se encontraba patrullando por ahí. No le tocaba patrullar, pero aún así lo hizo. Estar en su casa le causaba estrés, mientras que estar en la agencia, tristeza.

Denki estaba en su luna de miel.

Y le propuso matrimonio a Eijiro.

Su cabeza iba a explotar.

No habían pasado tantas cosas luego de aquella espantosa boda. Bah, para el fue espantosa, para los demás fue algo maravilloso. Se sentía estúpido. Aunque esté preparando su boda con Eijiro, el rubio cenizo no podía dejar de pensar en ese rubio del rayito.

"Rayito" extrañaba decir aquel tierno apodo que le había colocado a Kaminari un día cualquiera.

Dejó de caminar y como si fuera instantáneo, dio la vuelta y se dirigió a su casa. Ya no podía huir.
Debía decirle a Eijiro sus verdaderos sentimientos.

Quería al pelos de mierda, pero su amor por Rayito había crecido demasiado con el pasar de los años. Aunque claro, se dio cuenta muy tarde.

Al llegar, se quitó el traje de héroe, que por suerte nadie notó ya que lo tenía debajo de una camisa (no tenía ningún armamento ni nada, simplemente tenía la camisa y las botas). Se acostó en el sofá exhausto. Suspiró de una forma alargada y se quedó tirado en silencio, como si estuviera esperando algo.