Cherry

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Mis pies se congelan dentro de mis zapatos al pisar la acera de la avenida. Me abrazo a mí mismo en un intento fallido de darme un poco de calor. El clima no está a mi favor hoy. Bueno, no solo no lo está el clima.

Camino con las manos en los bolsillos de mi enorme abrigo mientras trato de parecer despreocupado. No lo estoy para nada.

Llevo varios meses tratando de convencerme de que todo esto es mentira y de que estoy teniendo una horrible pesadilla, pero sé que no es así, no hace falta que alguien más me lo diga.

Conocí a Annette de casualidad cuando apenas me había mudado a París por la universidad. Ya me gradué, pero no quiero volver a Inglaterra; ella no está ahí. Hoy la veré después de un tiempo alejados y eso me aterra al mismo tiempo que me emociona. No sé qué esperar.

Paso frente a una tienda de ropa y mi reflejo aparece en sus cristales; llevo la corbata roja que tanto le gustaba que usara. Siempre decía que nos hacía combinar porque iba a juego con su cabello.

Suelto un suspiro y continúo con mi camino; debo dejar de pensar tanto en ella, ni siquiera puedo vestirme sin que su esencia esté en mi forma de vestir.

Hoy estoy de gala y camino por la calle como si fuera cualquier día normal. Es que no quería tomar un taxi, necesitaba un momento para pensar y despejar mi mente.

La iglesia aparece frente a mí antes de que me dé cuenta. Sophie, la mejor amiga de Annette, me sonríe y baja las escaleras casi corriendo mientras sostiene la falda de su vestido.

—Creí que no llegarías —dice cuando está frente a mí.

Le sonrío de vuelta.

—No me lo perdería por nada del mundo.

—¡Henry! —me llama una reconocible voz a mis espaldas.

Al darme la vuelta, me encuentro con Pierre bajando de un taxi.

—Hola —lo saludo.

—No me respondiste nunca los mensajes —me reclama—. Me alegra que hayas venido.

Pierre también es amigo de Annette. Siempre me he llevado muy bien con todos sus amigos. Incluso, hablo con varios de ellos.

Subo las incontables escaleras de la iglesia y, antes de entrar, tomo una larga bocanada de aire.

Camino por el pasillo principal mientras todos voltean a verme. Parece que todos pensaron que no vendría por sus expresiones sorprendidas. Annette está de pie en el altar y me mira con ojos llorosos.

—Amor, Henry llegó —escucho que dice cuando me siento cerca de ellos.

Mi corazón se hace trizas. Así me decía a mí. Ahora me dice "Henry".

No debí haber venido.

El hombre rubio que sostiene sus manos me mira de reojo. Escuché a Sophie decir que su nombre es Serge. Lo sé, parece un nombre inventado.

Al terminar la ceremonia, después de soportar el beso de unión del matrimonio y de verla sonreír y llorar, lo primero que intento hacer es huir. Huir a casa y no volver. No sé por qué vine, es más, no sé por qué me invitaron. Seguro fue idea de Annette.

—¡Henry, espera! —escucho justo antes de que levante la mano para pedir un taxi.

Me detengo en donde estoy. La voz me es demasiado familiar como para ignorarla. Es casi como estar dentro de una de mis pesadillas.

—No pensé que vendrías.

La miro incrédulo. No puedo convencer a mi propia mente de que está aquí, frente a mí, de que la estoy viendo.

Está completamente vestida de blanco, su cabello rojo ondea con el gélido viento otoñal y resalta sobre su vestido, y no lleva abrigo. Me quito el mío enseguida y la rodeo con él. Estoy tan cerca de ella que quisiera abrazarla, pero sería una tontería ahora. Se ve tan hermosa vestida así que solo puedo sentirme egoísta al pensar que no está usando ese vestido por mí.

—Está helando —me excuso antes de que piense algo extraño de mí—. No deberías salir sin abrigo.

—Lamento no haberte llamado cuando pasó.

Me quedo perplejo.

Solíamos hablar mucho por teléfono y por mensaje. Ella me contaba todo y yo a ella, incluso después de terminar. Un día simplemente dejó de escribir y de llamar. Lo siguiente que supe fue que la invitación de la boda había llegado por correo. Ni siquiera sus amigos me dijeron nada, ni siquiera sabía que tenía novio.

—No tenías que hacerlo —me encojo de hombros y meto mis manos en los bolsillos de mi pantalón de vestir—. No debiste invitarme.
Miro al suelo avergonzado. No quería decirle eso, pero lo estaba guardando y salió de la nada.

—Lo siento mucho, Henry —dice y sus ojos comienzan a volverse cristalinos—.  Me sentía tan culpable por haberte dejado de lado, eras mi mejor amigo y nunca te dije nada. Te invité porque sentí que debía hacerlo, pero realmente no pensé que vendrías —entonces, sonríe—, pero estás aquí.

Me esfuerzo por regalarle una sonrisa.

—No tienes que disculparte. Debimos habernos dejado ir en cuanto terminamos. No tienes ninguna obligación conmigo y yo tampoco contigo. Es por eso que me iré ahora.

Levanto la mano y un taxi aparece frente a mí. Me subo sin mirar atrás, no quiero hacerlo porque sé que querré quedarme si paso un momento más con ella.

No conozco a Serge, lo único que he escuchado de él es que sus padres tienen una galería de arte algo famosa en el centro de París, pero puedo imaginarlos a ambos, tomados de la mano, caminando hacia la galería, y eso solo logra que me sienta enfermo.

El acento marcado de Annette retumba en mi cabeza a medida que me alejo de la capilla. Ella sigue de pie en la acera, con mi abrigo puesto sobre sus hombros, pero no está sola, ahí está Serge, abrazándola mientras me ven partir.

C H E R R Y - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora