La historia qué estoy a punto de contar sucedió en el continente oriental,aunque no el que conocemos, existía un gran reino lleno de riquezas.Pero un problema ocurría,en ese reino el rey sólo poseía una hija que no quería desposarse.
Muchos pretendientes llamaron a la puerta de aquel castillo ofreciéndole a la princesa bastos regalos: Joyas, tierras,esclavos...
Sin embargo la princesa rechazaba todos los presentes alegando que:"No estaban a su altura ".
Su comportamiento arrogante se extendió por todo el continente.
Pero sólo provocó más intriga, y más muchachos iban a aquel castillo para conquistar el congelado corazón de aquella princesa.Pero el resultado siempre era el mismo y solo avivaba la llama de hombres que querían conquistar a aquella princesa arrogante.Se volvió como una competición, aunque todos los participantes terminaban eliminados.
Hasta que un día, un rey de las lejanas tierras del norte se presentó a la puerta del castillo diciendo que solo necesitaba siete noches para ofrecer a la princesa lo que tanto ansiaba.
Y siete noches estuvo, aunque no interactuaba con ella. Ni un simple cortejo proponía,solo veía sus movimientos incluso sus lecciones y anotaba en una agenda todo lo que hacía.En la noche del séptimo día el norteño se presentó en la sala del trono donde el rey y su hija esperaban.
–Ya se que ofrecerte–le dijo a la princesa.
–Lo único que ansiáis,que anheláis y que deseáis es la libertad.La princesa quedó muda y con los ojos tan abiertos como los de un búho.
El rey se alzó y protestó.
–¿Y cómo sabéis eso?; es decir apenas la miraste y ni siquiera hablasteis.
–Muy sencillo mi señor,no hace falta mirar simplemente observar.Demasiadas reglas,lecciones y presiones recaen en vuestra hija.No quiere someterse a ningún hombre,eso lo supe por su mirada.
El rey del norte se arrodilló ante la princesa,agachó su cabeza y dijo:
–Si os casáis conmigo seréis libre, no os pediré nada. No exigiré descendencia y si os enamoráis de verdad, nuestro matrimonio quedará anulado sin reproche alguno.Verme como una llave a tus cadenas.
–¿Y que ganaríais a cambio?–preguntó la princesa dudosa.–Aparte de la dote de vuestro padre, supongo que ayudar a alguien como yo. Encadenado y sin escapatoria. Aquí donde me veis con mis lujosas ropas y mi gran reino, yo fui esclavo se lo que es estar encerrado, puede que nuestras jaulas hubieran sido diferentes pero no por ello no llevan cerradura. Mi llave fue una revolución.
Ella aceptó
Quien diría que años más tarde la princesa ya convertida en reina,ejercería el mismo poder que su marido.
Nunca se amaron pero se respetaron y se quisieron cómo iguales.
𝕱𝖎𝖓.