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-Malik había empezado a estudiar ciencias políticas en una universidad no muy lejos de donde lo habían expulsado de enfermería vete a saber por qué.
Yo no era la más indicada para decir que lo conocía muy bien, pero estaba segura de que cualquiera que estuviera tan sólo un rato con él notaría algo: no era muy social. De hecho, lo social era probablemente lo que peor se le daba.
No era simpático, muchas de sus expresiones asustaban, era irritable... en fin, no le gustaba nada.
Nada en general.
Con seguridad, esa era una de las tantas razones por las que era sorprendente que Malik estuviera estudiando algo que tenía que ver directamente con un entorno social. Digo, no es algo muy solitario, como solía ser él.
Pero, sin lugar a dudas, si había elegido algo que había categorizado como desperdicio de vida para un bien común, entonces sabía lo que hacía. Había una razón.
Aunque ese no es el asunto. Al menos no todo el punto.
El dilema era que su primer trabajo era también su primera aparición en público, nada más y nada menos que redactar un discurso para una campaña política. Básicamente, aportar ideas que contribuyan algo o cambiar una ideología. No se lo tomó muy bien, claro, pero tampoco había más que pudiera hacer.
Revisé una vez más las hojas y corregí los errores que faltaban. Repasé que todo estuviera en orden y me levanté para llevárselo a su habitación.
La letra de Malik era inconfundible y extraña. Por poco no la entendía. Me preguntaba si habría hecho el boceto de sus tatuajes con la misma letra con la que escribió el discurso. Porque parecían ser garabatos más que oraciones.
Aunque me costó encontrarla, luego de atravesar unos pasillos, llegué a su recámara y toqué un par de veces la puerta.
Esperé unos segundos, pero... nada.
Sabía que estaba ahí dentro. Podía escuchar la música a todo volumen haciendo que las paredes temblaran como si estuvieran a punto de caerse. Si no fuera porque la casa era gigante, estaba segura de que los chicos ya habrían venido a quejarse del ruido.
Alcé la mano y toqué con más fuerza. Por suerte, esta vez sí que escuchó. Apagó la música, emitió un claro gruñido y la puerta se abrió.
Malik y su típica expresión malhumorada estaban ahí, frente a mí.
—¿Qué quieres? —espetó, tan amable como siempre.
Estampé las hojas que me había entregado hace rato contra su pecho. Las agarró, bastante confundido.
—Ya terminé.
—No tardaste ni quince minutos.
—No hizo falta —entrecerró los ojos, así que procedí a explicarle, señalando el manuscrito en sus manos—. Si te pones a ver, lo único que te falta es ortografía. Y unas buenas clases de caligrafía, ya de paso.
—Quería que miraras las ideas —me recordó—. No pueden estar todas... bien.
—Para tu sorpresa y la mía, Malik, las ideas fueron lo mejor de tu discurso. Todas estaban bien enfocadas. Y son muy buenas, de hecho.
—¿No cambiaste ninguna?
Alzó la mirada y observó directamente cómo negaba. Sus ojos castaños volvieron a su discurso. Lucía inquieto.
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Asaf y la alerta auxilio
Ficção AdolescenteSin preocupaciones, Sin compromisos, Con sonrisas que olvidan sus defectos, Un arrogante innegable, Irreverente de nacimiento, Y un buen chico de corazón. Así era Asaf. Y pronto no pude evitar caer en él. En su bonita destrucción.