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Llevo un mes viviendo con mi familia. Extrañamente, encajamos bien, a pesar de que nuestras conversaciones son en una mezcla de idiomas un tanto patética.

Enzo, mi hermano, es con quien más hablo. Cuando lo ví, el nombre apareció en mi cabeza y una imagen de nosotros corriendo en un patio me golpeó.

Luego de eso, hubo una reunión con la policía y yo me mantuve bastante callada, pegada a Leonardo. No voy a mentir, él es en quien más confío en este momento. Todavía me estoy adaptando a Italia, a sus costumbres y a toda esta nueva vida.

Enzo también es quien me esta enseñando el idioma. De los tres, es el que más sabe del lenguaje con el que fui criada en Turquía y nuestras charlas son más fluidas.

No puedo quejarme, él y mis padres me tienen bastante paciencia. Hay días en los que despierto llorando y otros en los que pareciera como si toda mi vida hubiera sido borrada, sin ningún tipo de dolor. Analisse y yo seguimos hablando, especialmente sobre esto y también me está ayudando a prepararme para el juicio. Ella dice que debo ser capaz de hablar y contar todo. Aún no se sabe si deberé estar en la misma sala que ellas o si podré evitarlo. No quiero verlas nunca más.

—entonces, ¿Qué te parece? — Enzo señala la Plaza Mayor— es.... come se dice?

—es preciosa— murmuro, mirando con interés todo el lugar.

Enzo y yo hemos estado saliendo a recorrer la ciudad. Me gusta porque jamás he recorrido un lugar de forma tranquila, con alguien que no me de órdenes o me grite, como Zaid y antes de él, no había dejado el convento más que unas pocas veces.

—a la noche, encienden las luces de esa fuente— él señala el centro de la plaza— y todo se ilumina con colores.

Mi hermano es una de las personas más pacientes que he conocido jamás. Se toma el tiempo de explicarme cada cosa, de señalar los lugares más interesantes de la ciudad y de ayudarme con la integración de este mundo nuevo.

—eso tiene que ser hermoso— murmuro.

—podemos quedarnos a verla— Enzo me sonríe.

—no quiero robarte todo el tiempo— me apresuro a decir— supongo que tienes cosas que hacer.

—oye... esperé para poder venir a ver la fuente con mi hermanita toda mi vida— me dice— no tengo otra cosa por hacer.

Nos quedamos hasta la noche. Bolonia es una ciudad tranquila y tiene pasajes y calles que me hacen sentir en la edad media. Las personas son bastante amables y es un lugar muy lindo.

Mientras regresamos a la casa, Enzo me habla de Gina, su novia. A veces me cuesta entender un poco esta nueva (al menos para mí) cultura, en la que puedes salir con alguien, sin intenciones de casarte. Nunca lo aprendí de ese modo.

—¿Hace cuánto dijiste que salen?

—hace un año o un poco más— me dice— ella está ansiosa por conocerte, pero no quiero que te abrumes— Enzo me sonríe— es profesora de italiano, así que puede enseñarte.

—me gustaría conocerla— murmuro— yo... la única amiga que tenía era Claire, pero...

—no tienes que pensar en eso— mi hermano hace una mueca. Me gusta llamarlo así: hermano.

Poco después, llegamos a la casa. Durante todo este mes he podido conocerlos mucho y en realidad, me agradan. Tenía terror de no poder encajar en el esquema familiar pero constantemente están haciendo cosas para que me sienta cómoda.

Nuestros padres están en la cocina y ambos están cocinando. Enzo dice que desde que estoy aquí, ellos son más felices y honestamente, yo también.

Obediencia |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora