Era hora de dormir, cuando Sam llamó a mi móvil.
- Reina, tengo algo para ti, te veo en el parque en 15 minutos.
Antes de que pudiera decir algo más, la línea quedó en blanco. No podía dejarlo mal, no me costaba nada solo caminar hasta allá, eran las 10:47 pm, y el parque solo estaba a 5 minutos de mi casa.
Tenía tantas ganas de ver a Sam, unas muy enorme, ni el frío que hacía afuera y la soledad, me impedía ir.
No lo dudé, tomé mi sweter, jeans ajustados, vans y lista.
Al llegar, unas velas enfrascadas alumbraban el lugar, Sam estaba sentado en los viejos columpios, me senté a su lado y lo saludé con un besó en la mejilla.
Nadie dijo nada, él volteó su rostro... Sus sensuales ojos marrones se posaron en los mios, tomó de mi mejilla y me besó. Aveces las palabras están de más.
Tomé de él por su cintura, abrazándolo, nuestros rostros uno tan cerca del otro, era perfecto, no hacía falta nada más.
El mundo se paralizaba, solo existiamos él y yo. Después de varios segundos, sus labios comenzaron a bajar por mi cuello, comencé a besar el suyo, mientras mis gemidos se escababan silenciosamente. El frío de la noche era obviado por nuestros cuerpos unidos.
Estaba sentada y el estaba junto frente a mi, inclinado, jugando con mis labios.
Fué espontáneo, mis piernas rodearon su cintura, y nuestras respiraciones comenzaron a acelerarse, mis manos bajo su camiseta rodeaban su espalda, atrayéndolo hacia mi:
- Te amo... Pero debes parar.
En cuanto dije eso me arrepentí, ¿cómo es que haya dicho semejante cosa?
Sam se detuvo, tomando distancia entre ambos cuerpos, se dió la vuelta. Oí como ahogaba un suspiro, y se llevó sus manos a su cabello.
Mis ojos ahogados en lágrimas y mi corazón hecho pedazos, me sentía horrible.
Sam pateó con furía una vela enfrascada. Ésta reboto contra una piedra y ésta se rompió.
Se dió la vuelta y sus ojos se posaron en los mios, con sus pulgares secó mis lágrimas, pero mi corazón seguía destrozado.
