Hubo un tiempo en que el cielo estaba solo.Era frío y oscuro y no había nada más allá que la desolación pintándolo; nadie que se atreviera a explorarlo.
Por años el cielo oscuro se mantuvo silencioso, triste y apagado. El cielo era infinito, era poderoso, ninguna criatura habría tenido el valor para llamarlo suyo. El cielo era tan extenso que demandaba un rey digno de su magnificencia.
Así que se alzó la luz.
El dios de Luz llegó a nuestro mundo y comprendió lo agonizante que era nuestro hogar; él se compadeció. Tan maravilloso, tan glorioso y bondadoso que tuvo a dos hijas de su llanto, gotas de lágrimas que les dieron forma y voz; las llamó Salthé y Leena, gemelas, pero tan distintas la una de la otra. Ambas, brillaban tanto tanto, que serían lo único que necesitaría este mundo para prosperar.
Salthé era de piel morena, con sus ojos brillantes como el bronce; su cabello era un mar de rizos dorados que la rodeaban como a un Aura. Leena era el contraste perfecto, con su piel pálida y su cabello plateado, lacio y largo como una cortina, sus ojos, brillaban como el oro blanco.
Ambas se irguieron frente a su padre y sonrieron cuando miraron el mundo oscuro, comprendiendo la orden silenciosa de su padre; así se separaron y pintaron el mundo con su brillo.
Salthé tomó el día. Su brillo dorado se extendió por las superficies secas y planas de la tierra desde su hogar en el cielo, el cual se tiñó de azul cuando ella lo iluminó. La hierba no tardó en crecer, el mar se desembocó en ríos y en lagos, las nubes se condensaron en las alturas, junto a sus montañas, sobre sus valles, y luego la vida apareció. Poco a poco, Salthé los protegió bajo su manto de luz, brillo cálido que los mantenía creciendo, protegidos, a salvo.
Por las noches, Leena brillaba débilmente sobre el mundo.
Extrañaba a su hermana, anhelaba verla cada día, a veces creía que era débil en comparación con ella, a veces lloraba por ello. Se sentía tan sola... que de sus suspiros melancólicos su brillo se fue repartiendo a su alrededor; ahí nacieron las estrellas. Leena contempló a sus hijas, pequeñas pero radiantes, que le sonreían con amor, que le daban compañía incondicional y entonces ella ya no se sintió tan sola.
Así el mundo comenzó a tener brillo, a tener sentido. El mundo prosperó, el humano llegó y empezó a entenderlo; a entender el día y la noche, al frío y a su calidez, a la luz y a la oscuridad. Hubo animales que vivían bajo el sol, bajo la protección de Salthé, hubo muchos otros que se adaptaron al brillo de Leena y solo salían en las noches. Y aunque a veces los días eran demasiado calientes y las noches demasiado frías, nunca hubo oscuridad.
El cielo traía los amaneceres consigo, el cielo era lo que le traía esperanza; el dios de la Luz lo admiraba y saludaba a sus hijas, aun así, sentía que algo le faltaba.
Porque, aunque las nubes se pintaban bajo los colores pasteles y las estrellas titilaban junto a su madre... aún nadie lo había reclamado, nadie había tenido la fuerza o el valor para unírseles, para proclamar el cielo como suyo.
Y al dios de Luz quería, casi rogaba, porque alguien lo intentara tomar y extendió una corona que espero que alguien pudiera reclamar.
Hubo aves majestuosas, ventiscas despiadadas, pero nunca se estremeció tanto como cuando los hijos del fuego llegaron de la nada. Raspando las estrellas con sus alas, impulsándose a través de su plenitud con tanta rapidez y destreza. De pronto ahí estaban, todos escamas y humo, fuego radiante que escurría entre sus largos colmillos, tan grandes como las espadas de los hombres.
El dios de la Luz había creado la noche y el día, el mismo les otorgó a los humanos el fuego también, pero creo los volcanes, donde los ríos de lava corrían y explotaban de vez en cuando por su ferocidad.
De ahí, en lo mas profundo de Vulkam, el primer nacido del fuego rugió e hizo estremecer a Goré.
Los dragones habían llegado.
Fuertes, enromes, poderosos.
Nadie les ganaba una batalla, ellos eran y serian. Respirando fuego. Así tomaron el cielo, y nadie, nunca, se los reprochó.
La gente del sur comenzó les temía, pero los respetaba. Cuando las costas de Dorado aún hablaban Vehstry, se les conoció como Kargem.
Rey del cielo.
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AHHHHHH, Bienvenidos a este mini libro!!!
Esto es por el aniversario de Dragonscale y también porque quiero juas juas.
En este libro encontrarán mini relatos y pequeños extras sobre el universo de la saga. Estará divido en partes, desde detalles del imperio Akgon, historias de ciertos gobernantes, de la ciudad, y el crecimiento de la dinastía, hasta extras sobre sus nuevos y más recientes miembros de la familia dragón. Todo esto como un gran capricho por mi parte, para poder escribir de nuevo a personajes de oro como Daeron o sobre anteriores conquistas.
No voy a estar subiendo semanalmente y tampoco de manera forzada. Kargem es una historia alternativa y con puro contenido extra, lo que significa que escribiré ciertas cositas de vez en cuando. Actualizar será como ver una estrella fugaz, o bueno, así lo veo yo.
Anyway, feliz cumpleaños uno a mi Dragonscale y muchas gracias a todos lo que alguna vez leyeron o compartieron o votaron y dejaron su apoyo. Por ustedes soy. Los amo.
Atte. Kargem Ale.
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KARGEM
FantasyRecopilación de historias sobre el nacimiento del imperio más poderoso del mundo: Los Akgon. Saga Dragonscale #0