Amor Propio

1.6K 198 128
                                    

Su respiración comenzó a agitarse y todo a su alrededor parecía girar. Sintió como el interior de su boca se recubría de saliva, precediendo las náuseas que se presentaron de inmediato. Buscando soporte se apoyó en la pared, y descendió lentamente hasta sentarse en el piso. Sentía como si sus costillas colapsaran, aprisionando su corazón en el camino, el cual luchaba por su integridad latiendo cada vez más rápido. Las paredes a su alrededor le eran desconocidas, como si cambiaran y se volvieran otras en intervalos de diez segundos. El miedo consumió su cuerpo, y el ruido de su corazón palpitando en su cabeza martillaba sus tímpanos, siéndole imposible reconectarse con la realidad.

Cerró los ojos y, como había aprendido por su propia cuenta en esos años, comenzó a respirar lo más lento que le era posible, "1... 2..." contaba en su cabeza en bucle "1... 2...". Los minutos pasaban, y él siguió respirando profundamente, hasta que su corazón comenzó a apaciguarse. Abrió los ojos, "Que vas a comer después" se dijo, "después vamos a cocinar algo, podríamos salir a caminar", siguió hablando consigo mismo. Intentó identificar los objetos que lo rodeaban, las cosas comenzaban a hacerse conocidas. A su izquierda vio la puerta que llevaba a su pequeña habitación, a la derecha el baño, siguiendo el pasillo que tenía enfrente se encontraba la cocina y la sala que compartían el único espacio que quedaba del apartamento. Sin alterar su respiración, se levantó con delicadeza y se dirigió a la sala. "Podría darme un gusto", siguió conversando consigo mismo, "Si, si. Eso haré".

Su manos aún temblaban ligeramente, pero en su mayoría ya había logrado recuperar el control. Todavía necesitaba algo que le distrajera, algo que ocupara su mente y sus manos. Escaneó sus alrededores con la mirada, y del congelador tomó unas patatas congeladas cortadas en bastones, y las reservó a un lado. Calentó el aceite en una pequeña olla, y mientras ésta cogía temperatura, sacó de la nevera una hamburguesa para freírla. Habiendo terminado la preparación, tomó su comida y se fue a su habitación, se sentó en el pequeño escritorio que apenas cabía en el dormitorio y encendió su laptop, pero no tenía nada que hacer. Contempló la pantalla en silencio, masticando las papas que había cocinado ansiosamente, terminó en poco tiempo y cerró su laptop nerviosamente.

- No sé por qué creí que volviendo las cosas iban a mejorar - se dijo poniéndose de pie.

Si pudiera volver a la época en la que era feliz con Gustabo, el tiempo en el que recién había conocido a Conway y a Volkov para empezar de nuevo, lo haría sin dudarlo. Desde ese tiempo, todo había ido en decadencia, había llegado a amar a gente nueva, había conseguido una figura paterna y hasta se había enamorado, pero las cosas buenas jamás duraban para él.

Sin nada más que hacer, se levantó del asiento y se cambió la ropa, se recostó en la cama y cerró los ojos intentando dormir, trató de no pensar en nada, evadiendo cualquier posibilidad de tener otra crisis. Quería cambiar, quería mejorar, volver a ser feliz, volver a su cuerpo, no quería seguir fingiendo indiferencia a los insultos que recibía tanto de gente desconocida como de su hermano, por más inocentes que estas bromas aparentaran ser, poco a poco profundizaban la herida en su corazón.

"Mañana será un nuevo día Horacio, mañana será un nuevo día" se dijo con los ojos humedecidos.

El sol apenas se asomaba por la ventana, cuando lo despertó el ruido de su teléfono,

- Horacio, hablé con Volkov, quiere verte a ti y a Gustabo - se escuchó la voz de Conway a través del pequeño parlante que daba a su oreja.

Volkov... ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto había cambiado? De seguro estaba muy diferente también, ¿Le tendría rencor? ¿Y si lo odiaba? ¿Y si le daba asco verlo así?

- Yo... yo... - era incapaz de dar una respuesta, ¿De verdad se sentía preparado para ver a Volkov otra vez?

- ¿Horacio? - dijo Conway preocupado.

Amor Propio - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora