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𝐏𝐫ó𝐥𝐨𝐠𝐨
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Una alegre melodía comenzó a sonar. María Prats había estado cinco años preparándose para este momento, el día de su boda.
La familia Prats estaba formada por los señores Prats y sus dos hijas: María y Delilah. Arnau Prats no era muy hablador, era el tipo de hombre con el que difícilmente podrías mantener una conversación extensa. El señor Prats era el único médico en Litoresilva, un pueblo costero que no llegaba a los 500 habitantes. Su carácter directo y sus grandes habilidades hacían que fuese un gran profesional, adorado por todos.
Por el contario, su esposa, la señora Monserrat Prats Martín hablaba demasiado. Siempre estaba hablando con una exageración desmedida sobre la belleza de sus hijas, sus dotes e incluso sobre el salario de su marido. Lo último siempre avergonzaba a su marido. Trataba a sus vecinas con una falsedad descarada, mostrando en un inicio preocupación por la otra, pero siempre acababa centrando la conversación en sí misma. Era una mujer creída, déspota y presumida que contrastaba con el carácter de su marido.
Pese a lo que pudiese parecer, ambos realmente se amaban y habían aprendido a convivir el uno con el otro.
Montse había pasado los últimos cinco años intentando que María encontrase marido, lo cual era una tarea complicada debido a los altos estándares que tenía. Fue un alivio, y una sorpresa para todos, cuando el señor Lucas pidió su mano.
Delilah Sofía Prats era la hija favorita de su padre, aunque este nunca lo admitiría en la presencia de su esposa e hija mayor. Desde que tenía uso de razón, toda la atención de su madre había recaído en María, apenas había hablado con su madre en los últimos cinco años y en este momento tenía diez años.
Ambas hermanas eran muy distintas. Por una parte, Delilah tenía una piel color canela, como su madre y María era tan blanca como su padre. Las dos hermanas tenían el pelo ondulado, al igual que su padre, aunque el de María era rubio oscuro y el de Delilah castaño oscuro, casi negro. Por otra parte, ambas habían heredado de su padre unos llamativos ojos azul marino (que resaltaban sobre todo con la piel oscura de Delilah) y una mandíbula fina. Además las dos tenían los labios gruesos y la nariz puntiaguda de su madre. Sin embargo, María destacaba por tener los ojos caídos como su padre, esto combinado con sus cejas arqueadas le daba un aspecto intimidante. Mientras que las cejas rectas y los ojos almendrados de Delilah le daban una mirada determinada. La piel de María era completamente lisa, pero Delilah tenía pequeños lunares, sobre los que resaltaban cuatro: dos en su mejilla derecha, uno debajo de su ojo izquierdo y el último en su cuello.
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Tras la ceremonia en la Iglesia de Santa Arcane de Paralia, los invitados se trasladaron a Dahliamont Hill, la antigua mansión de los abuelos de Delilah. Mientras que los señores Prats recibían a los parientes del señor Lucas, la pequeña hija del matrimonio decidió explorar la mansión.
En mitad del comedor había una gran mesa donde el servicio estaba colocando la vajilla favorita de la señora Prats. El kilométrico mantel blanco estaba decorado con guirnaldas de azahar, mismas flores que adornaban el vestido de María. Delilah no se quedó mucho tiempo en el comedor pues no quería distraer al servicio o que alguien se diese cuenta de que no debía estar allí.
La niña salió del comedor por la puerta contraria a la que había entrado.
Dahliamont Hill era enorme, por lo que no era una buena idea deambular por ella sin haber estado antes. La menor de los Prats no planeaba ir muy lejos, solo quería estar sola antes del gran banquete y explorar un poco esa misteriosa casa.
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-𝐋𝐚𝐬 𝐁𝐫𝐮𝐣𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐏𝐢𝐜 𝐋'𝐈𝐧𝐟𝐞𝐫𝐧-
FantasyDelilah solo piensa en salir de ese pequeño pueblo en el que está atrapada desde hace 15 años. Tiene dos opciones: casarse con un extranjero o ser enviada a un convento. Ninguna le parece lo suficientemente buena, ninguna la va a hacer feliz. Sin em...