Tomura empezaba a desesperarse. Aceptar esa propuesta había sido la peor decisión que había tomado en un tiempo.
Esos dos críos...Llevaba ignorándolos desde que había llegado a la casa, el no necesitaba una nueva familia, solo hacerse más fuerte y destruir a los héroes. Pero ellos seguían insistiendo.
Insistían en comer con él, en estudiar junto a él, en jugar con él e insistían en simplemente estar con él. Y Tomura se había resistido, pero era difícil no hacerles caso. Sus "hermanos" eran raros.
Elisabeth, esa niña, Tomura estaba seguro de que era demasiado lista para su edad. Parecía calcularlo todo y además a veces se comportaba de forma muy extraña, Tomura estaba seguro de que Elisabeth estaba totalmente loca.
Y luego Izuku, un niño asustadizo que hablaba demasiado y lloraba en la misma proporción. Demasiado débil para el mundo.
Entonces, su nueva vida se basaba en despertarse y desayunar con los mocosos. Luego estudiaba con los mocosos, ignoraba a los mocosos mientras ellos jugaban, comía con los mocosos, entrenaba sus poderes con AFO, volvía a ignorar a los mocosos, cenaba con los mocosos y se dormía. Y vuelta a empezar. Su rutina le gustaba, ¿entonces por qué había decidido cambiarla?
Pues porque los mocosos estaban tristes. Y eso le molestaba, aunque no estaba seguro del motivo. Elisabeth e Izuku llevaban toda la mañana tirados en el sofá, de mal humor, sin hacer absolutamente nada, lo cual era raro, pues ellos nunca, y cuando digo nunca, es nunca, paraban quietos, siempre inventando un juego nuevo, siempre dando vueltas por la casa, siempre molestando. Pero hoy no. Hoy estaban quietos. Quietos y tristes.
Cuando los vio por primera vez así, eran las once de la mañana, Tomura ya había hecho todos los deberes de ese día. Él tenía doce años, aunque aparentaba algo menos, pero ya estaba estudiando materia avanzada, sobre todo de biología, su materia favorita.
La segunda vez que pasó por el salón, iba a por un vaso de agua, y ellos estaban allí otra vez, no se habían movido un centímetro.
La tercera vez decidió preguntarles.
-¿Qué os pasa?-su tono de voz sonaba áspero, pero no estaba acostumbrado a hablar demasiado durante el día.
Ambos niños levantaron su mirada hacia él, sus ojos verdes y azules chocaron con los rojos de Tomura.
Elisabeth fue la primera en hablar.
-Hoy hace un año desde que mis padres murieron.
Y a continuación Izuku:
-Yo estoy triste porque ella está triste.
-Ah-Tomura volvió a su habitación. Él no sabía cómo consolar a alguien y no le gustaba perder su tiempo. Seguro que después de comer volvían a animarse ellos solitos.
Pero no fue así, volvieron al sofá. Misma posición, misma cara de uva pasa.
Y entonces fue cuando cometió el peor error de su vida.
-Ey vosotros, vamos a jugar a un juego-dijo acercándose a los niños.
Elisabeth e Izuku se levantaron a la velocidad de la luz, con dos sonrisas enormes en sus rostros y le cogieron cada uno de una manga de la camiseta.
-Si si si, jugamos al escondite ¿vale?-soltó rápidamente Izuku.
-Cuentas tú-complementó Elisabeth. Y automáticamente ambos empezaron a correr para esconderse.
Tomura se quedó estático, ¿acababa de ser engañado?
Os diré un secreto, la respuesta es sí.
Resignado empezó a contar y pasado un minuto se dispuso a encontrar a sus "hermanos"
Y así es como llegamos al momento actual.
Tomura lleva 3 horas buscando a los niños y no logra encontrarlos, ha entrado a todas las habitaciones y removido cada rincón de la casa, y no hay manera, no aparecen.
Le duele en el alma perder el juego, pero si llega AFO y los niños siguen desaparecidos, se meterá en un buen lío. Así que muy resignado grita:
-BIEN, ME RINDO, SALID DE DONDE PUÑETAS OS HABÉIS METIDO.
Es entonces cuando oye unas risitas y al darse la vuelta, ve que su sombra empieza a deformarse y de ella salen Elisabeth e Izuku.
-¿Qué demonios?
Los niños sonríen ampliamente y chocan sus palmas gritando cosas como: somos los mejores y hemos ganado.
Luego Elisabeth le mira y explica.
-Manipulo las sombras, puedo meterme dentro de ellas, viajar por ellas y manejarlas para que hagan cosas, ese es mi quirk.
-Estoy seguro de que eso es trampa-masculla Tomura.
-Nadie dijo nada de no poder utilizar poderes-suelta ella encogiéndose de hombros y con una sonrisa maliciosa en el rostro-como has perdido, mañana tendrás que jugar otra vez con nosotros.
Lo que yo decía, esa niña es una maestra del mal-pensó Tomura.
A partir de ese momento, Tomura empezó a pasar más tiempo con los niños y poco a poco empezó a cogerles el cariño que pensaba que no iba a tener por nadie nunca más.