❝ Desayuno ❞

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Girl.

Estaba fuera de su casa, algo nerviosa, no sabía si alguien pasaría por ahí pero era temprano y la mayoría trabajaba en el pueblo.

Toqué el portón algunas veces, descubriendo que éste estaba abierto, así que pasé por el camino de piedra hacia el porche. El jardín había cambiado de nuevo, había rosas y flores formadas en círculos, rodeando el viejo roble y una pequeña fuente que había allí; era bonito.

“Robert” llamé cuando nadie respondía al timbre, toqué la puerta y esperé algunos diez minutos más sin obtener respuesta. Dedicándome a mirar mis zapatos, golpeando la madera con la punta, luego me asomé por la ventana, nadie parecía estar.

Hice un puchero, quizá había salido al pueblo con sus padres así que tendría que regresarme, una vez más sin mi bicicleta. Extrañaba mi bicicleta, la quería conmigo.

Bajé los escalones sin ánimos hasta escuchar un ruido dentro, pasos.
Fue cuestión de segundos hasta que la puerta se abrió dejando ver al chico, con una camisa enorme y pantalones negros, con los ojos entrecerrados, adormilados y pequeños, mirando a su alrededor, cubriéndose con el brazo como vampiro al exponerse ante el sol.

“Zo, ¿Qué haces aquí?” parecía confundido, y yo casi me reí por su pregunta

“Tú me pediste que viniera” dije sonando obvia. Se rascó la nariz, como pensando, y luego abriendo los ojos

“Lo olvidé” se hizo hacia atrás, frotándose el ojo izquierdo “Pasa” dijo dando la vuelta.

Me apresuré a seguirlo, cerrando la puerta a mis espaldas, mirando sus pies descalzos hacia la escalera. No mencionó nada más sólo subió, así que me quedé allí esperando nuevamente. Tal vez iría a vestirse.

Me senté en la escalera. Mirando su casa. Olía a lavanda y fruta fresca, como uvas o frambuesas. Fijé mi atención a una mesita de ahí, una dorada con un florero de diseño japonés encima y flores azules que no reconocía. Pensé en los nombres que podía recordar, aquellos que aprendí gracias a Janis y puse en práctica yendo a los prados. Pensé en el bosque y en aquellos jardines naturales, hacía un tiempo que ya no había ido a caminar por ahí. Extrañaba el tacto del pasto mojado golpeándome las rodillas a cada paso, y los colores vistosos entre la hierba, los pequeños insectos de diseños diferentes que se arrastraban por el lodo. Amaba el campo, amaba el bosque. Pero aveces era demasiado solitario.

“¿Rob?” mi voz hizo eco en el pasillo, sin obtener respuesta “Robert”

Apreté los labios antes de aninarme a subir, con pasos cautelosos creyendo que me estaba jugando una broma pero no se le veía por ningún lado y todas las puertas estaban cerradas, a excepción de una, la última al final del pasillo. Caminé hasta allí empujando la puerta.  Había una ventana con vista al bosque, con una cortina blanca apenas cubriendo la luz, haciendo que todo fuera visible, con buena iluminación; un espejo largo en la esquina, maletín de guitarra y papeles en el piso, libros y Robert oculto entre las sábanas de su cama, hasta la cabeza, hecho un ovillo. Un nido de vampiro.

“Robert” susurré acercándome a él, hacia la cama, tropezando con unos tenis blancos, casi haciendome caer sobre él. Se removió, descubriendose el rostro, que lucia mas palido y con los labios resecos.
Le piqué la mejilla con mi dedo índice.

“Mmm” musitó sin moverse, abriendo un sólo ojo. Medio sonrió al darse cuenta de mi presencia. “Lo siento, no dormí bien” dijo con voz bajita, casi ronca, ocasionándome cosquillas.

“¿Hasta qué hora duermes?”

“No lo sé, tal vez unas dieciséis horas” frotó sus ojos, tenía un leve color rojo en ellos pero no opacaba el hermoso azul. Brillaban y las pupilas se veían más oscuras. Desvié la mirada. “No quiero tener mal humor”

Just Like Heaven | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora