Twintails

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En los alrededores de la Escuela Secundaria no rondaba ni un alma.

Dentro, pasillos vacíos, puertas cerradas, luces apagadas, personal administrativo que se encaminaba apresuradamente fuera de las instalaciones, era viernes después de todo, hora de salida, el ambiente era de silencio total a excepción del suave silbido del viento y nadie deseaba quedarse más tiempo del establecido en sus horarios.

Nadie, salvo dos escurridizas y pervertidas personas que, ocultos en las entrañas más recónditas del gigantesco instituto, utilizaban un cuarto de limpieza para llevar a cabo sus ilícitas fechorías.

—Quédate quieta.

El conserje de la escuela sostenía por la cintura y pecho a una de las estudiantes. No lo hacía con malicia, si su objetivo fuera hacerle daño quizás desde un principio la gótica no estaría metida en esa situación.

No, sus acciones eran abiertamente consensuadas.

Sin embargo, la chica terminó soltando un gemido en protesta y dando movimientos de cadera en dirección hacia la entrepierna masculina, por más que le excitara su aparente posición de sometimiento, ella también ansiaba su turno para jugar.

Quieta —repitió con ese tono autoritario que tanto la excitaba, ¿cómo podía un simple conserje de secundaria con cara de matón poseer esa sensualidad en la voz? O peor aún, ¿cómo es que ella le obedecía?

Mikasa Ackerman no era masilla en manos de nadie.

Mas sus bragas estaban ya tan mojadas que poco le importó.

Las manos del hombre recorrieron suavemente la longitud de sus piernas, deteniéndose en sus muslos donde fácilmente se deshizo de los listones del liguero —oh sí, ese detalle le volaba la cabeza, ¿cómo la escuela le permitía vestir de ese modo tan vulgar?—, dejando caer al instante las medias de red.

El calor iba aumentando en ese diminuto cuarto oscuro, apenas asequible para el tamaño de ambos. Sin ninguna clase de ventilación, sus cuerpos pegajosos de sudor se pegaban con insistencia, su centro latía, dolía, hasta que de un momento a otro, ella oyó como una cremallera era bajada, sus bragas dejadas de lado y su falda subida hasta alrededor de su cintura.

Mikasa se sostuvo con sus dos manos de la pared que tenía enfrente, por fin sintiendo el dulce placer de la penetración. Levi la embestía desde atrás sin mucha delicadeza, con fuerza, con urgencia, apenas limitado por su incomodo traje con el que se protegía para la limpieza.

—Mierda... estás tan apretada —esa y otro tipo de obscenidades salían de su boca sucia de conserje. Mikasa podía sentir su respiración acariciando su cuello, también, como una de sus manos ascendía por su tonificado abdomen por debajo de su blusa, y tomando un pecho lo apretaba con sutileza, luego con rudeza, haciendo a un lado la copa del sujetador de encaje negro, su mano libre posicionándose en su cabeza, tomó una de sus coletas y haló de ella.

—Tch, por primera vez encuentro un propósito útil para ese ridículo peinado tuyo, mocosa —susurró con un deje de risa, mordiendo su lóbulo y arrastrando las palabras, mientras aumentaba la velocidad de sus empujes. Ella soltó un gemido, y tuvo que cerrar los ojos perdida en todas las sensaciones que ese duro hombrecillo le provocaba.

Desde atrás, era delicioso.

Su intimidad, sus pechos, sus caderas golpeándose, el sonoro y constante chasquido a humedad y el tirón en su cabello que ejercía cada vez con más presión la estaba volviendo loca.

En esos momentos tan pasionales era cuando descubrían de sí mismos un nuevo fetiche; a Mikasa le gustaba ser jalada del cabello a la hora de tener sexo, más precisamente, la sujeción perfecta que se lograba con una de sus colitas; por su parte, Levi se dio cuenta de que el peinado que una vez le pareció infantil y ridículo, hoy tomaba un peso mucho más erótico de lo que pudo haber previsto o imaginado.

No era lolicón, pero desde que la vio por primera vez rondando por el pasillo, en una de sus rutinas de aseo, supo que esa mocosa insolente tenía algo especial; algo diferente, algo tétrico, algo infantil y oscuramente tentador por lo cual la estuvo molestando meses atrás.

Nadie que fuera normal se peinaría así a su edad, por eso la comenzó a llamar mocosa, y hubo constantes rencillas al respecto.

Ellos por una u otra razón se odiaban. Entonces, ¿cómo habían llegado hasta esta situación?

Levi no estaba seguro.

Mas no era la primera vez ni sería la última.

Lo cierto, es que el conserje Levi le había hallado un uso mucho más práctico a las coletas de una gótica Mikasa.
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N/A: es algo corto, pero es trabajo honesto. El dibujo de portada es una comisión que mandé a hacer precisamente para esta idea que tenía dando vueltas en mi cabeza.

Gracias por leer.

Twintails || rivamika Donde viven las historias. Descúbrelo ahora