『Capítulo 9』

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Meses han pasado y no habían rastros de Giselle

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Meses han pasado y no habían rastros de Giselle. La única persona que sabía de su paradero, era Myles. El problema era, que nadie tampoco ha visto al rubio desde hacía meses.

Elle había pasado aquellos meses junto a Nico en el inframundo, sin siquiera saber sobre la desaparición de su hermano. Los dos lograron volver a los Estados Unidos mediante un viaje por las sombras y encontraron una entrada al famoso Laberinto de Dédalo, el cual los llevó hasta el inframundo. Ambos habían conseguido hacer nuevas armas hechas con ayuda de un herrero muerto que vagaba en el inframundo. Nico recibió una gran espada de Hierro Estigio, mientras ella obtuvo un machete del mismo material. Nico le devolvió las dagas a Elle, ya que no las necesitaría.  Ambos entrenaron, batiéndose en duelo con esqueletos o incluso entre ellos mismos.

Myles, por otro lado, estaba sufriendo más de lo que muchos han soportado. Se encontraba recostado en una celda fría y sin luz. Las paredes de piedra dividían a los prisioneros y los barrotes daban a un pasillo que los llevaba a una posible muerte. Los restos de un esqueleto semi humano y semi equino reposaban en una pila, en la esquina de la celda de Myles. El rubio tenía su cabello enmarañado, sucio y desprolijo. Su cara y cuerpo tenían manchas de tierra, debido a la suciedad. Myles, aunque pareciera un muerto en vida, todavía emanaba un brillo inexplicable, de esperanza. La mayoría de criaturas que se encontraban encarceladas, estaban rodeadas de un aura depresiva, sin energía, sabiendo que tarde o temprano alguien terminaría con sus vidas.

¿Cómo Myles terminó en un lugar como aquel? Merodear por el bosque del campamento solo, parecía una segura y buena idea. Al menos hasta que se topó con la entrada al laberinto y la curiosidad le ganó ¿Cómo hubiera sabido que, al vagar por los pasillos del laberinto, se encontraría con un grupo de monstruos que lo secuestrarían? En fin, Myles sabía que para salir vivo, debía resistir, ser paciente y esperar a que lo encuentren

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Tanto la castaña como Tyson, Grover, Annabeth y Nico estaban tirados en un rincón, atados como animales, con las muñecas y los tobillos juntos y una mordaza en la boca. El patio estaba listo para celebrar una fiesta. Globos y serpentinas adornaban la verja. Gerión preparaba las hamburguesas en una barbacoa gigante hecha con un bidón de gasolina. Euritión ganduleaba junto a una mesa de picnic y se limpiaba las uñas con un cuchillo. El perro de dos cabezas husmeaba las costillas y las hamburguesas de la parrilla.

Giselle y Nico habían conocido al fantasma del Rey Minos en el inframundo, quien había prometido a Nico una forma de recuperar a su hermana. Ambos aprovecharon la oportunidad que les fue dada y siguieron los consejos del rey. Aún así, Elle le advirtió a Nico que decida cuidadosamente qué creerle a Minos y qué no. Debían aprovechar la información que el rey les diera, mas no confiar en él plenamente. Minos los guió hacia el Rancho Triple G, donde se suponía que Gerión podría ayudarlos y pues, el tipo de tres cuerpos decidió que le rentaba más venderlos al ejercito de Cronos.

Percy llegó corriendo, exclamando haber limpiado los establos que parecían ser imposibles de asear y exigiendo a Gerión que los soltara.

— Suelte a mis amigos. Hemos hecho un trato— exigió Percy.

— He estado pensando en ello. El problema es que, si los suelto, no me pagarán.

— ¡Lo prometió!

— ¿Acaso me lo hizo jurar por el Estigio? ¿Verdad que no? Entonces aquí no ha pasado nada. Cuando se hacen negocios, hijo, es indispensable un juramento de obligado cumplimiento— dijo el tipo de tres cuerpos.

Percy transformó su espada y el perro de dos cabezas de Euritión gruñó.

— Euritión— dijo Gerión— mata a este chico, me está molestando.

— Hágalo usted mismo.

— ¿Cómo dices?

Para fortuna de Elle, Euritión le sacó solo su machete y una daga, mas no encontró la segunda daga escondida en su tobillo, siendo tapada por el pantalón de jean negro. La castaña alcanzó con sus manos lentamente la daga, contoneándose debido a su poca movilidad.

—Ya me ha oído —refunfuñó Euritión—. Usted me manda continuamente que le haga el trabajo sucio. No para de meterse en peleas sin motivo. Y ya me he cansado de morir por usted. Si quiere combatir con el chico, hágalo usted mismo.

Annabeth notó sus movimientos por el rabillo del ojo e inmediatamente volteó a mirar a Gerión, por si a este se le ocurría mirar a la castaña, ella podría crear una distracción. Una vez con la daga en su mano, Giselle se enderezó y comenzó a cortar las ataduras en sus muñecas.

Gerión arrojó la espátula al suelo.

—¿Te atreves a desafiarme? ¡Debería despedirte ahora mismo!

—¿Y quién se ocuparía de su ganado? Ortos, ven aquí.

El perro dejó de gruñir a Grover en el acto y fue a sentarse a los pies del pastor.

—Muy bien —refunfuñó Gerión—. ¡Me ocuparé de ti cuando haya matado al chico!

Elle pasó la daga a Annabeth, mientras con sus manos sacaba las sogas de sus piernas y su mordaza. Que percy distrajera a Gerión les permitía deshacerse de sus ataduras sin preocuparse de ser vistos por el monstruo de tres cuerpos.

—Buen intento, hijo. La cuestión es que tengo tres corazones. La copia de seguridad perfecta.

¿Qué tan idiota debías ser para revelarle a tu enemigo la forma de matarte? De verdad, los monstruos por más crueles que pudieran ser, no daban más de lo imbécil. La clave estaba en destruir esas copias de seguridad, corazones en este caso, para que no se regenere y se pulverice de una vez.

La verdadera cuestión era: ¿Cómo? La vista de Giselle viró hacia la linda decoración de pared, que consistía de un arco enmarcado. Poniéndose en puntillas de pie, manoteó el arco y se dio cuenta demasiado tarde que le faltaba munición. Ojeó rápidamente la habitación, sin encontrar ni una flecha.  Su mirada se cruzó con la de Percy, quien le lanzó una flecha mientras bloqueaba un golpe de Gerión con su espada. El monstruo de tres cuerpos volteó hacia ella al ver la acción de Percy.

La castaña acomodó la flecha en el arco, tensándolo sin apuntar.

—¡Idiota! ¡Una flecha no te servirá de nada!

Gerión se le abalanzó con sus dos espadas. Flashbacks de hace unos cuantos meses pasaron fugazmente por su cabeza, cuando Lamia, la mujer serpiente del callejón en china, casi acaba con su vida. Pero Elle no cometería el mismo error dos veces. Se lanzó hacia el costado, apuntó con su arco y disparó al flanco de su cuerpo derecho antes de que pudiera volverse. Se oyeron tres impactos seguidos, de los tres corazones que Gerión tenía en cada uno de sus cuerpos.

Dejó caer sus dos espadas y no terminó de decir: —Hija de...

Su rostro adquirió un tono verdusco; luego cayó de rodillas y empezó a desmoronarse, a deshacerse como si fuera de arena, hasta que sólo quedaron en el suelo tres delantales y un par de botas enormes de cowboy.

𝐋𝐢𝐞 ᴾᴶᴼDonde viven las historias. Descúbrelo ahora