𝐄𝐥 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐛𝐚 𝐚 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 |BlɑckxGohɑn|

Parte única.

|Bien dicen que las apariencias engañan|

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Todos los alumnos que iban a la preparatoria Orange Star y conocían la clase 2-A, sabían que allí iba el alumno más peculiar de todo ese instituto: Black Gokú, aquel chico que parecía odiar a todos los de su alrededor, que trataba como seres inferiores a sus compañeros sin excepción, que hablaba muy raras las veces —y cuando lo hacía había insultos de por medio—, que prefería reprobar antes que hacer equipo o pareja con los demás en exposiciones o trabajos, el que siempre vestía conjuntos negros con tonalidades grises o rojos, y al que muchos le huían cada vez que pasaba por los pasillos.

Era tratado como el delincuente de la escuela aún si él ni siquiera reparaba en los demás.

Son Gohan sabía a la perfección todos esos rumores desde que había entrado unos meses antes a la escuela —había estudiado en su casa con maestros particulares hasta ese entonces—, después de todo, sus compañeros le advirtieron sobre él desde un inicio.
Y seguía sin entender por qué hablaban de esa forma de Black Gokú, es decir, en su estadía en ese plantel educativo, jamás había tenido algún roce o problema con el de ropas oscuras, de hecho, este ni siquiera le había dirigido la palabra o mirada ninguna vez. Ciertamente no podía negar que era un chico... extraño de alguna manera, mas sin embargo, no se le hacía como un vándalo ni nada de eso como los demás lo describían.

Mas bien, el comportamiento del pelipalmera era el de un antisocial en toda regla.

Decidido a dejar de divagar sobre ese tema al que no le podía hallar una respuesta que no le dieran sus compañeros, Gohan suspiró y se acomodó la mochila que traía en su hombro, siguiendo el trayecto al departamento que su madrina Bulma le había otorgado para que pudiera estudiar en la ciudad sin ningún problema; él provenía de unas montañas que estaban retiradas de la civilización.
Cuando iba pasando frente a un callejón, le llamó la atención los maullidos de un gato que provenían de allí, así que dio unos pasos en reversa para hallarlo y verificar si estaba bien, pero gran sorpresa se llevó al ver que un chico de singular corte de cabello y ropas oscuras ya se encontraba allí, hincado y sacando algo de su mochila negra y simplona.

Era Black Gokú, su compañero de clase, del cual se hallaba pensando minutos antes.

Escondiéndose atrás de una pared y solo asomando un poco su cabeza, se puso a observar la situación que sucedía frente a sus ojos. El pelipalmera sacó una pequeña bolsa de croquetas mientras vertía agua de su botella en un recipiente pequeño, y después colocó un puñado de comida en el piso, acariciando al gatito negro que comenzaba a comer con verdadera hambre.
Por lo que veía, suponía que Black hacía eso seguidamente ya que no era del todo común que un adolescente de diecisiete años trajera comida para gatos en la mochila donde, se suponía, debía llevar útiles escolares.
Contempló cómo el de ropas oscuras acariciaba al felino que ronroneaba complacido y agradecido al mismo tiempo, sorprendiéndose al visualizar esa imagen que jamás pensó presenciar.

Black, aquel chico que se le consideraba un delincuente, aquel que dirigía una mirada de odio y desprecio a los de su alrededor, estaba sonriendo por un pequeño felpudo. A Gohan jamás se le ocurrió que podría mirar a ese singular chico sonreír. Jamás. Mas sin embargo, estaba sucediendo, aquello era real.
Y allí lo supo: ese adolescente antisocial no era malo ni odiaba a todos como la gente pensaba y lo tachaba, no, sí tenía sentimientos, pero por los animales —o solo gatos quizás, no lo sabía—; con los humanos solo era un antipático de primera.
Gohan sonrió, alegre y un tanto enternecido, dispuesto a irse, pero aquello no le iba a salir como predispuso.

—¿Qué demonios miras? —Oyó la voz de aquel individuo y se tensó, escondiéndose completamente detrás de la pared, con el pulso desbocado.

Lo había descubierto.