Las lágrimas bajan por sus ojos y le empañan la vista, se arrepiente; demasiado. Se siente desfallecer en aquel incómodo asiento, ni siquiera se había puesto el condenado cinturón, su mente era un lío y jura que quería regresar y rogar perdón a su pareja porque le amaba.
Ni cuenta se dió se todas las llamadas que le llegaban al teléfono. Solo quiere pasar todo ese tráfico.
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Tenia la cabeza llena de recuerdos y preguntas, ya habían pasado dos semanas desde que... Desde eso. Se preguntaba cual de las facetas había salido a flote, si estaba bebiendo en su sala con los ojos rojos y la nariz moqueando, o si estaba relajándose e intentando no llorar, mirando la televisión.
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Un año ha pasado y todavía siente el dolor sofocando su pecho como si fuera ayer, pero cree que está listo para dejarlo ir, para dejar de esperar anhelante una llamada, para que el pensamiento de llamarlo a toda hora por fin se fuera.
Pero sigue sufriendo con esa imagen tan dolorosa entre sus recuerdos. Aquel rostro lleno de lágrimas, aquellos hermosos ojos llenos de dolor y rogándole por quedarse. Pero ambos sabían y saben que no estará triste para siempre. Y eso está bien. No eran tal para cual, nunca lo fueron. Pero se amaban y lo intentaban, está bien.
Aún así sentía que si el mundo se estuviera acabando, si su vida estuviera acabando; le encantaría ver esos cálidos ojos y aquel esponjoso cabello de nuevo, que estuvieran toda la noche juntos, que se quedara hasta tarde y al final tener que salirse por la ventana para que no los regañen.
Todavía queda rastro de ese calor suave en su pecho por el amor tan dulce que le profesaban, y jura que ya no lo quiere, pero no siempre se es sincero. Y sabe que anhela egoístamente el amor que lo hizo sentir tan invencible, tan vivo, el amor que hizo de sus miedos algo irrelevantes. Porque aun no puede olvidar esas cálidas manos que le daban caricias en su cabello, y no siente poder hacerlo. Quería que cuando el cielo se estuviera cayendo pudiera abrazar dulcemente a la mata de pelos alborotados que se negaba a despegarse de su cama; sentir que aunque el mundo se estuviera acabando tendría alguien para él. Porque en esos entonces no habría ninguna razón para no estar juntos. ¿Cierto?
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Estaba incluso imaginando su reacción, lo imaginaba sorprendido y feliz.
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Era un manojo de pánico tirado en el piso llorando y lamentándose, entre hipos que le quitaban el aire y solo lo enloquecían más. Las cosas estaban todas regadas en el suelo; rotas, incluso las botellas que estaban dentro del refrigerador. Ni siquiera se asustó cuando llegó uno de sus tanto ataques de pánico. Pero realmente pensó si debió decirle o no, porque incluso en una casa tan conocida como esa no pudo entrar ni siquiera a la cocina.
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Un año ha pasado, y creía saber como no llorar con los recuerdos, porque supo que no estaría triste para siempre; ambos estaban conscientes de ello, y dijeron que estaban bien. Siempre fueron opuestos, entonces no eran el uno para el otro, lo puestos se atraen pero no siempre encajan. Y sabían que no todo es para siempre, y estuvieron bien.
Aunque ya pasó un año, ¿Será que todavía recuerda la calle por la que vive? Porque enserio quiere estar junto a él incluso si el mundo se acaba, incluso si se separaron. Que se quedarán toda la noche viendo el techo y amándose, tal y como lo hacían antes. Conocía su vida y podía asegurar que los días de ese amor de tantos años fueron los más brillantes en toda su vida, quería ser amado de nuevo y saber que lo aceptaban, con todo y sus inseguridades.
Quería que un día como ese, donde sentías que el cielo se estaba cayendo; él estuviera allí con sus brazos abiertos y que lo abrazara fuertemente, quería abrazarlo con fuerza y no irse, porque si no se iba no habría razón para separarse, ¿Cierto? Justo ahora, quería volver a esos brazos y decirle que no se iba a ir a ningún lado, que no tenía porque irse.
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Si el mundo se estuviera acabando, vendrías, ¿Cierto?
Siente su nariz picar y como sus ojos estaban a punto de soltar todas las lágrimas que estaban contenidas, los recuerdos se agolpan en su mente y aprieta fuerte los ojos, dejando que las lágrimas caigan. Porque sigue siendo difícil ver esos ojos tan brillante, y siente que moriría en aquel asiento, pensó que había vuelto a aquel día, todo era tan idéntico. Pero no quiere volver a ese día, él quiere que ese día deje de existir y que quede todo lo demás. Todos esos recuerdos cálidos.
El cielo se estaba cayendo y sintió su mundo acabar cuando esos ojos lo miraron y se llenaron de lágrima. Estacionó rápidamente y rogó con la mirada que fuera hasta él, que volviera a sus brazos, porque aún quería amar esos ojos.
El mundo se estaba acabando y quería que fuesen juntos a su casa y se quedarán toda la noche amándose en silencio. Pero esos ojos le decían todo, ambos sabían que no estarían tristes para siempre, ¿No? ¿Entonces por qué sentía que él lo había olvidado?
Esos ojos le decían lo obvio, ¿Qué no eran el uno para el otro? Nunca creyó eso, y menos lo creería ahora que volvía a sentir que una parte de sí se había ido. No quería dejar de sentir eso, no quería dejar pasar todos esos recuerdos tan hermosos que crearon juntos.
Y eso estaba bien.
Si el mundo se estuviera acabando, vendrías, ¿Cierto?
