Capítulo 1

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LOS RECUERDOS SE MATERIALIZABAN lentamente, como burbujas que emergen de la oscuridad de un pozo profundo.

Una mujer con un velo.

Robert Langdon la contemplaba al otro lado de un río cuyas aguas turbulentas corrían rojas de sangre. En la otra orilla permanecía de pie la mujer, inmóvil, inmutable, con el rostro oculto por un velo. En la mano sostenía con firmeza una tenia azul, prenda que ahora levantaba en honor al mar de cadáveres que yacía a sus pies. El hedor a muerte estaba por todos lados.

―Busca ―susurró la mujer― y encontrarás.

Para Langdon, las voces se oyeron como si las hubieran pronunciado dentro de su cabeza.

―¿Quién eres? ―exclamó, pero su voz no emitió ningún sonido.

―El tiempo se acaba ―susurró la mujer― busca y encontrarás.

Langdon dio un paso hacia el río, pero vio que las aguas tenían un color rojo sangre y estaban demasiado profundas como para cruzar. Cuando volvió a levantar la vista hacia la mujer, los cadáveres que yacían a sus pies se habían multiplicado.

Ahora había cientos, quizás miles de ellos, algunos todavía con vida, retorciéndose de agonía, muriendo muertes inimaginables, siendo consumidos por el fuego, enterrados bajo excremento y devorados unos por otros. Langdon podía oír los gritos lastimeros de sufrimiento humano haciendo eco por el agua.

La mujer se movió hacia él con sus manos delgadas extendidas, como si estuviera pidiendo ayuda.

―¡¿Quién eres?! ―volvió a gritar Langdon.

En respuesta, la mujer procedió a quitarse lentamente el velo del rostro. Era extraordinariamente hermosa, aunque mayor de lo que Langdon había imaginado, de quizás unos 60 años y una apariencia majestuosa y fuerte, como una estatua eterna. Tenía la mandíbula rígida, ojos profundos llenos de sentimientos y un cabello largo de un gris plata que descendía sobre sus hombros como una cascada de rizos. Llevaba alrededor del cuello un amuleto de lapislázuli que representaba una serpiente enroscada en una vara.

Langdon tuvo la sensación de que la conocía, de que confiaba en ella. Pero, ¿cómo? ¿Por qué? Acto seguido, ella apuntó hacia unas piernas que salían del suelo y se retorcían, piernas que al parecer le pertenecían a algún alma desdichada que había sido enterrada boca abajo hasta la cintura. El pálido muslo del hombre llevaba escrito con barro una sola letra: R.

«¿Una R?», Langdon pensaba con incertidumbre. «Como en... ¿Robert? ¿Acaso ese... soy yo?»

El rostro de la mujer no daba indicios de nada.

―Busca y encontrarás ―, repitió.

Sin previo aviso, de su cuerpo comenzó a emanar una luz blanca que se hacía más y más brillante. Todo su cuerpo comenzó a vibrar con intensidad y, luego, con la velocidad de un trueno, explotó en miles de esquirlas de luz.

Langdon se despertó de repente, gritando. El cuarto estaba iluminado. Estaba solo. El fuerte aroma del alcohol medicinal flotaba en el aire y en algún sitio una máquina producía un sonido agudo al lento compás de su corazón. Trató de mover el brazo derecho, pero un dolor punzante lo detuvo. Miró hacia abajo y vio una vía endovenosa que tiraba de la piel del antebrazo.

Se le aceleró el pulso y las máquinas siguieron el ritmo, sonando más rápido.

«¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?» A Langdon le palpitaba la parte de atrás de la cabeza, era un dolor que lo corroía. Con cautela, movió el brazo que tenía libre y se tocó la cabeza, tratando de identificar la fuente del dolor. Debajo de su pelo enmarañado encontró los duros nudos de aproximadamente una docena de puntadas cubiertas de sangre seca.

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2020 ⏰

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Inferno (Traducción propia al castellano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora