Parte 1

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La mejor forma de preparar un postre de helado era, obviamente, con un buen helado.
Este debía ser de vainilla o chocolate, cualquier otro podía arruinar por completo el sabor de las galletas. El recipiente no debía sobrepasar los 5 centímetros de alto y tenía que ser previamente caramelizado con miel.

Las galletas, por regla general, tenían que ser dulces, sin crema o bañado. Se trituran en un bol aparte y deben ser mezcladas con mantequilla para formar una masa, dicha masa debía extenderse por el recipiente.
El helado tiene que estar cremoso, no derretido o congelado. Con una espátula se esparce por toda la masa de galletas. Para cerrar, se congela y se cubre de chocolate.

A pesar de ser un desastre en todo, nadie podía negar que Rubén Doblas era un experto en postres.

Era capaz de cocinar los más deliciosos pasteles y las galletas más codiciadas en Karmaland, pero, aunque muchos se lo suplicaban, el híbrido jamás se había animado a hacer una repostería. Por lo general horneaba para las fiestas o para sus amigos, le gustaba llevar de sus delicias a los niños de la iglesia o tan sólo para desestresarse.

Cómo ahora.

Llevaba más de dos días horneado sin parar, su casa estaba cubierta de masa para pasteles y crema de batir, su ropa parecía un panqué y casi se podía jurar que su pelo era de caramelo.
Estaba enojado, sentía su corazón bombear fuerte y sus sentidos estaban nublados, su cuerpo actuaba mecánicamente mientras preparaba las crepes.
Por su mente, flashes de aquel beso le atormentaban, recordándole cómo se sintió y haciéndole miserable.

Se repetía la receta en voz alta tratando de distraerse, pero todo lo que recordaba era a su amado y aquella escena.
Se negaba. Por nada en el mundo aceptaría aquella tontería.

Buen ChicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora