El primer paso

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¿Cuántas veces hemos tenido miedo de la noche o del día? ¿Recuerdas la última vez que respiraste en paz? ¿Recuerdas las veces en las que te rendiste sin siquiera haberlo intentado? Tal vez alguien en algún momento predispuso tu mente con un comentario mal intencionado, y de pronto fue más fácil para ti creerlo que volver a intentarlo.

A mi me pasó y logré controlarlo.

Hace algún tiempo durante lo que yo llamo: "Mi gran depresión del 2007",  me di cuenta del peso que tiene la mente sobre el cuerpo. Nunca antes lo pensé, acababa de cumplir 18 años en ese entonces, estaba segura que iba a comerme al mundo. Soñaba con ser cineasta, estar a la altura de Alfonso Cuarón, estudiar en el CUEC y vivir la gran vida de arte y opulencia que yo pensaba que iba a tener.

Todo me parecía tan sencillo, mi pisada era fuerte y segura, yo era arrogante, ególatra y manipuladora, tenía muchas cosas buenas, pero eso era lo que más predominaba.

Un 12 de julio por la madrugada la vida decidió regalarme un baño de humildad.

Mientras chateaba con alguien de España en el foro de alguna página de internet, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo de la cabeza a los pies, no era nada agradable, era como si un cable ardiera en llamas y "latigara" mi interior.

Mi corazón latía como desesperado, y la respiración me faltaba, todo mi cuerpo se estaba entumiendo, y no podía hablar, tenía mucho miedo estaba segura que era un infarto. Le dije a mi hermano que me sentía mal, y me llevaron al hospital.

"Fue solo una crisis de ansiedad", dijo el médico que me atendió esa noche, "La química de tu cuerpo está bien, tus signos vitales también. Solo relájate, ¿qué preocupación puedes tener tú? Eres muy joven".

Ese hombre, a parte de guapo, tenía razón, no tenía ninguna preocupación, mis calificaciones no eran las mejores pero tampoco las peores, tenía amigos, casa, comida, escuela, en ese momento estaba de vacaciones. No había nada de que preocuparse.

En algún momento del día siguiente, la misma sensación recorrió mi cuerpo y me llenó de miedo una vez más, y así continúo por meses.

Yo pensaba que mi vida ya no era digna de vivirse, a los dos meses de esa crisis de ansiedad me diagnosticaron con depresión, y entonces ya no solo era ansiosa, ¡era una ansiosa deprimida!

Dejé de hablar, dejé de soñar despierta, me daba miedo comer, tiraba toda la ropa que yo creía que me producía ansiedad, en las noches lloraba en silencio cada vez que esa horrible sensación me atrapaba, el terror me producía vértigo y esto aumentaba mi ansiedad ya no quería seguir. Me resigné a vivir así.

Una noche de abril soñé el más hermoso de los jardines, la Luna y el Sol compartían espacio al mismo tiempo, el cielo brillaba con un azul que te invitaba a volar, las plantas y las flores tenían colores vibrantes que desprendían paz y tranquilidad, el viento le cantaba a mi oído una dulce melodía de armonía y lo que me pareció más curioso fue que todas las flores blancas olían a naranja dulce.

Ese lugar me devolvió la Paz, quería quedarme ahí para siempre. Ahí yo respiraba sin miedo, no le temía a mi cuerpo, ni a mis pensamientos, era realmente feliz ahí.

Le conté al médico que trataba mi depresión, me platicó del Budismo Tibetano y me encantó. Poco a poco fui entrando al mundo de los mantras, de las meditaciones y me fui sintiendo mejor. Mi vida empezó a cambiar, poco a poco pude ir controlando mis crisis de ansiedad y la depresión, me llevó años, sí, pero no me arrepiento del tiempo invertido.

Mi espiritualidad ahora es más fuerte que nunca, he logrado ayudar a muchas personas por medio de mis experiencias.

Nunca pagué cursos de meditación, ni compré libros carísimos. Aprendí a escucharme, a escuchar mis pensamientos, a interpretar mis dolores, a respirar y a confiar en mi,  y esa fue la puerta de entrada a la sanación de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu.

El primer paso para mi fue aceptar que yo tengo el control de mis emociones y de mis pensamientos.

No fue para nada sencillo. Los seres humanos estamos muy acostumbrados a hacer responsables a los otros de nuestros errores. Y ahora siempre digo: A partir de que te vuelves consciente de tu vida, tomas decisiones importantes, y crees saber que es lo mejor para ti, puedes cambiarla y dirigirla a la dirección que mejor te parezca. Y en ese momento, te vuelves responsable de todo lo que venga después.

Mientras más tiempo pases intentando culpar a los demás de tu situación actual, mas van a tardar en llegar los frutos del equilibrio emocional.

Una cantante estadounidense llamada Lizzo dice: "Si brillo yo, brilla todo el mundo". Y es real, mientras los sentimientos de paz, tranquilidad, armonía y felicidad acaparen tu vida, más cosas bonitas vas a atraer.

Y para los que les interesa atraer cosas o situaciones a sus vidas, como amor, dinero, cosas materiales etc. Primero hay que equilibrar todo desde adentro hacia afuera, y luego nos ponemos a pedir. Mucha gente a lo largo de mi vida me dijo, si pides en carencia recibes en carencia.

Parafraseando una cita de una youtuber llamada Alexis Lara: "si pides desde el sentimiento de carencia, vas a atraer lo que estás tratando de evitar"

Por ejemplo; yo alguna vez pedí un carro, todo el tiempo pensaba en él, y de pronto llegó la oportunidad de comprarlo. Estaba muy emocionada pero conforme pasó el tiempo terminé invirtiendo más en arreglarlo que lo que me costó. Y ese carro no era más que un reflejo de todo lo que había en mi interior. Por fuera muy lindo y fuerte, pero por dentro necesitó mucha ayuda para que funcionara.

Esto de hacernos responsables de nuestras vidas puede parecer un camino tortuoso, pero es un sendero por el que todo ser humano tiene que pasar. No hay un lugar, situacion o momento exacto, simplemente pasa y  así le damos la bienvenida a la madurez.

En fin... Espero que este naciente texto lleno de vivencias, les pueda ayudar tanto como cada situación me ayudó a mi a encontrar mi paz.

Dice por ahí una canción de la Oreja de Van Gogh "Caer está permitido levantarse es una obligación...".

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2020 ⏰

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