acompañado de mis demonios

3.- nadie se salva de mi rencor.

Era otro día normal en el infierno, solo que esta vez el rector dio la noticia de que 4 jóvenes que eran compañeros de nosotros, habrían fallecido ayer de una manera saica, sanguínea, como si algún animal salvaje los hubiese atacado, ni los médicos forenses sabían que mierda es lo que les había sucedido la noche anterior, solamente encontraron los cuerpos tirados en una cancha y un camino de sangre hacia una casa donde una familia entera había sido totalmente asesinada sin compasión. Yo no estaba interesado de aquella noticia, solo quería irme a mi hogar, estaba aburrido ya, y solamente quería hablar con mis demonios o almenos quería desconectarme de este sitio de mierda.

Habían tocado el timbre y como siempre, empecé a caminar y caminar pensando que cosas podría hacer al momento de llegar a mi hogar, no se me ocurría nada de lo que pudiera hacer, así que solamente puse música y despeje mi mente camino a mi casa. Al llegar escucho el llanto de mi madre por la misma razón de siempre, el alcoholismo de mi padre, de su pareja, me mira y me dice:

-Eidean, hijo, ve a tu cuarto no pasa nada, por favor no quiero que esto termine involucrándote a ti, por favor camina rápido hijo...-

Corrí sin pensarlo y me encerré en mi cuarto, quizás puedo tener el poder de dos demonios extremadamente poderosos conmigo, pero no podía usarlo contra él, algo no me dejaba...

Cuando era pequeño mi madre con mi padre se divorciaron, era un simple bebe así que ese quiebre no lo sufrí como le ha pasado a niños de mi edad que sus padres se separan y caen en un gran lago de amargura, de todos modos, aun que la gente diga que tengo suerte, les puedo decir con franqueza que así no es, no tuve figura paterna durante toda mi infancia, era un niño que pasaba solo, pues su padre no se hacía responsable de mí, no me visitaba, no me llamaba, hasta que un día mi madre conoce a alguien, esa persona aún recuerdo como me hacía sentir, la felicidad que me daba, un lazo fuerte, era mi figura paterna, era mi padre, pero lamentablemente siempre al final del día, conocíamos su lado oscuro, como si un demonio viviera dentro de él y que lo manejaba solamente de noche, era el alcoholismo, ese maldito trago, recuerdo la primera discusión, la casa acabo hecha una mierda por culpa de su descontrol con el maldito alcohol, yo no sabía que pasaba, pues era solo un niño tampoco tenía muchas intenciones de pensar que mi figura paterna era un mal ejemplo a seguir, a nadie le gustaría aquello, ¿no?. Al pasar el tiempo me sentía cada vez mas solo en mi hogar pues era el pensar que en el día mi padre verdadero no daba señales de vida y que al final del día mi figura paterna me haría mierda mi poca felicidad y mi dignidad de lo que quedaba del día Eso me hacía sentir mal, pésimo, era solo un niño!, no le importaba como se sintiera un simple niño, solo le importaba beber y beber. Con el tiempo me fui acostumbrando, a la soledad, a la tristeza, al abuso de poder y otros tipos de cosas que hacían mi vida una mierda, un cosa miserable, algo sin valor, pase mi infancia era un adolescente ya, encare a mi padre que nunca se hizo responsable y al alcohólico de la pareja de mi madre no mande a la mierda, pues era el punto ya, era o el, o era yo, preferí mi autoestima, mis sentimientos, no me interesaba si se sentía mal, o bien con mi decisión a tomar, en mi vida el ya no estaba en mis asuntos personales, pero... De todos modos algo no me dejaba golpearlo, algo no me dejaba vengarme de él, no era miedo ni mucho menos respeto, era cariño, ese lazo que nos unía ahora me separa de un acto bélico contra él, no me dejaba atentar contra su vida, contra su metro cuadrado...

Escucho gritos de mi madre desde la cocina...

- No por favor piensa en tu hijo que está en su cuarto escuchando todo por favor, ten piedad, ten piedad, déjame respirar - se le escuchaba con voz de angustia y sufrimiento

- Te dejare tranquila maldita zorra, pero  a Eidean... A Eidean le toca esta vez... - escuchaba sus pasos atreves del pasillo digiendose rápidamente a mi habitación sin que nadie lo pudiese parar