Una vez conocí a una persona que estaba obsesionada con la mermelada, cultivaba la fruta, la preparaba y al final te daba el mejor postre del mundo, la de fresa con moras era su favorita siempre era divertido verla hacer una mermelada y cuando comía sus panecillos con mermelada parecía una niña pequeña, siempre ponía el corazón al hacerla y cuando uno la probaba no había otra igual porque te quedaba el sabor dulce de la fruta y quedaba con todo además siempre hacia postres que llevaran mermelada
Para la merienda llevaba sándwich de mermelada y ahí estábamos viendo el cielo mientras comíamos algo dulce, recuerdo cuando guardaba las mermeladas en pequeños frascos de vidrio y las tenía por tonalidades y sabores, siempre tenía una para cada ocasión, si era de piña era para los días más calurosos, si era de zarzamora se ocupaba para hacer tartas en fiestas, si eran de pera seria para ir de vacaciones y si era de fresa era para momentos especiales. Casi siempre comía mermelada de fresa cuando estaba con ella y no entendía porque, todos los sabores que hacia eran muy buenos pero la fresa era la que más degustaba con ella, a mí no me importaba me gustaba la mermelada de fresa y no solo por el sabor, sino que al comer sándwiches de mermelada terminaba con algo de color en los labios y se veía preciosa con algo de color en el rostro
Algunas veces llegue a llevar té para acompañar el postre y pasarla bien con ella y era ilusión mía pero ya tenía impregnado el olor a frutas en su cabello solo era necesario estar cerca de ella para percatarse del dulce olor, casi siempre le decía que sería más mermelada que persona, así que se me ocurrió decirle que vendiera su mermelada así todos compartirían el gran sabor que tenía un simple frasco y fue así que empecé ayudarle en la preparación y en las mañanas salíamos a venderlas el panadero siempre compraba para sus postres, la costurera compraba a escondidas ya que sus hijos siempre terminaban por comérsela toda en un par de minutos, los del mercado peleaban por un frasco y poco a poco el negocio de la mermelada crecía hasta que un día compramos un puesto ideal para seguir vendiendo mermelada tanto fue el éxito que ahora éramos los señores frutilla ,el señor y la señora mermelada de todo el condado