three

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Dayanne tuvo varios hijos. 

Y sus hijos tuvieron hijos. 

Y estos también, siendo justamente en la cuarta generación donde la reina dio a la luz a un varón, quien trajo unos cabellos cabellos castaños ondulados bastante diferentes al del resto de la familia, pero puedo jurarlo por dios cuando digo que esos ojos seguían siendo los mismos. Malcriado, terco y con un buen corazón, existiendo en la tercera estrella, un princípe cuyo nombre debes recordar nació. Estoy seguro de que sabes de quién estoy hablando. 

A fin de cuentas, nadie supo de dónde salió el nombre de Minho: un chico que no deseaba ser rey, ni tampoco algo parecido. Él solo deseaba conocer el mundo y aventurarse por lugares maravillosos, siendo contrario a los ideales tradicionales de sus padres que no gustaban salir del reino y querían que su único hijo permaneciera en el castillo, cosa a la cual, se negaba rotundamente, causando problemas en la familia puesto a que el castaño era todo lo contrario a lo que un rey pudiera ser. 

Un día en donde su arrebato pudo más que su paciencia, Minho salió huyendo a caballo del castiño sin un rumbo en específico, adentrándose al bosque cercano a su hogar. Una muy mala decisión puesto a que los ruidos ahí eran tan normales que, justo cuando una ardilla de golpe se escabulló por ahí, su caballo se asustó y le hizo caer de golpe al suelo mismo, haciéndose prácticamente la idea de que Goyang iba a matarlo sin darse cuenta. 

Sin embargo, un chico salió de la nada (según él) y casi que logró tranquilizar a su cabello, salvándolo en el proceso y ofreciendo su ayuda para levantarse. Sí, justo como en aquellos cuentos de hadas de los que hablaban sus primas y por lo cuáles tanto añoraban a un príncipe que las salvase. 

Bueno, al menos uno de los herederos logró cumplir el capricho femenino de la familia porque frente a él, un chico de cabellos rubios ondulados lo veía con amabilidad. Tiempo después supo que su nombre era Christopher.

Y yo sé perfectamente que sabes de quienes estoy hablando.

Incluso cuando se tuvieron que separar por los negocios de Christopher, Minho gustaba de comunicarse por cartas con él, pidiendo a un mensajero especial cuando las cartas personales hablaban sobre sus sentimientos y, eventualmente, esta persona terminó siendo su confidente, quien no le juzgaba y solo se limitaba a ayudarlo. Y vaya que Minho estaba agradecido por ello.

Solamente que, cuando dejó de recibir respuestas, el príncipe de los Lee comenzó a dudar y temer. ¿Acaso le había pasado algo? ¿Habían sido descubiertos? Preguntas así rondaban por su cabeza, causando el miedo en el castaño y que esperase con peores ansias la llegada de su mensajero, quien cada día se apenaba cuando un "no hay respuesta" salía de sus labios y terminaba por observar la cara de Lee desmoronarse en frustración. 

Tal vez jamás lo admitiría delante de Bang, pero Minho lo extrañaba y quería verlo. Necesitaba sentir su tacto, su cariño o simplemente ver aquella estúpida sonrisa que dejaba ver sus hoyuelos para que el corazón de Minho revolotease y sus manos buscasen acariciar sus mejillas con total amor. 

Harto de sus propios pensamientos, prefirió salir del castillo y caminar hacia el bosque donde lo había conocido (claro, portando aquella espada en caso fuese necesario), pero a este punto a Minho no le importaba en lo más mínimo lo que le sucediese. O eso creyó, pero cuando notó como una antorcha se acercaba hasta su posición, tuvo un mini ataque cardíaco. Habló muy pronto. 

Pero no por la antorcha. Más bien, por quien venía con esta. 

Porque a caballo y con dicho artefacto, Christopher se encaminó hasta parar a unos cuántos metros de él. Y Minho no pudo evitar salir corriendo hacia él, gritando su nombre y claro, golpeándolo y empujándolo al llegar. 

— ¡Eres un idiota! ¡¿Acaso sabes lo preocupado que estaba?! — Gritaba sin dejar de golpearle el pecho, pero Christopher tan solo reía y Minho solo lograba irritarse más. Al menos hasta que el rubio tomó sus muñecas para que se deteniese, logrando al final que Minho cumpliese con ello y solo se enfocase en mirarlo con total preocupación que estaba disfrazada en enojo. 

Christopher no perdió más tiempo cuando al acercarse más, acarició su cabello con cariño. 

— Ya no me voy a ir. Aparte, es más lindo cuando escucho las historias con tu voz y no tengo que leeras. 

Fue inevitable entonces que Minho se tirase en sus brazos y lo abrazara con fuerza, sin ninguna intención de dejarlo ir. Y Christopher correspondió a aquel abrazo, viéndose en la misma situación que Lee. 

La química tan única, la cercanía que los demás no pudieron tener y en su tercera vida, los labios que al fin se pudieron conocer eran varios de los más grandes premios en aquellos tiempos, incluso si los contactos eran tan pequeñitos y la mayoría de las veces debían esconderse, pero ambos preferían eso que la misma nada. Escondían bajo una máscara de amistad todo el cariño que buscaron darse hace muchísimo tiempo, donde cuando comían en la mesa real, sentados el uno al otro, Minho tomaba la mano ajena para acariciar con cuidado por debajo de la gran mesa. Juraron recorrer el mundo entero juntos cuando Minho le dejara el puesto de rey a alguno de sus primos y ambos estuvieron de acuerdo con ello, porque a fin de cuentas (y en esos tiempos) mientras fuera un varón apto para el puesto, todo estaría bien. Y su primo era muchísimo más apto que él para ello, así que las quejas serían más que mínimas y, por fin, Minho podría escapar de aquel reino.

Tal vez después de tres vidas podrían ser felices. 

Lástima que se quedaron en un tal vez. 

Las cosas en esos tiempos no eran fáciles. Y, cuando el primo de Minho los logró atrapar en uno de esos tantos bailes reales, la sentencia de muerte marcó su vida en cuanto la noticia llegó a los oídos del patriarca de la dinastía Lee pocas noches después mientras la dinastía Bang continuaba quedándose en el castillo al ser los invitados de honor. Claro que el patriarca de la familia de Christopher tampoco pudo dar una objeción, pues la decepción que sentía nublaba su juicio y no dudó ni un poco en mandar al cazador real a encajar una flecha en el corazón de cada uno, porque ni Minho, ni Christopher estarían dispuestos a alejarse o aceptar algún tipo de soborno con tal de no verse. 

Era un puto amor, no un maldito pecado. 

Pero nadie sabe de esta historia. La familia Lee borró la existencia de su hijo al igual que la Bang y el pueblo al crecer, olvidó completamente la existencia de ambos muchachos hasta que terminaron solo por convertirse en un mito para aquellos que se enamoraban en las sombras o como un cuento de terror lleno de advertencias hacia los más pequeños para que siguieran lo correcto. 

Era una pena que mi amigo, el destino, no pudiese pararlos. O siquiera tuviese la intención de hacerlo. 

en un millón de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora