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Han pasado 19 años desde que nací y he tenido experiencias desastrosas gracias a no tener amor propio. Los recuerdos de cómo dejé que me hicieran daño emocionalmente me abundan y no puedo evitar que mis ojos se tornen vidriosos, pero ni modo. No puedo regresar al tiempo así que solo debo llenarme de valentía y avanzar, sin importar que la gente allá afuera esté tan contaminada que también quiera hacerlo conmigo, pues ahora ya crecí y sé que me puedo defender.

—¿Vas a casa? —escucho una voz detrás mío.

Resulta que, incluso en los momentos en los que quiero caminar tranquila y pensativa por la acera no puedo estar sola. 

Reconocí esa voz: River. Desde que empezó el ciclo universitario él no deja de buscar conversación con todos. Es tan extrovertido que me ahoga. Hasta el día de hoy no había hablado con él, mas allá para pedirle un lapicero prestado o que él me pregunte la hora.

Debe creer que no le caigo bien. No es que cada vez que esté cerca mío lo mire muy lindo que digamos. Simplemente siento que no me gusta estar cerca de él.

—Sí —respondo, sin más.
—Deja vamos juntos —esboza una sonrisa.

Él se toma la atribución de dejar de caminar detrás mío para hacerlo a mi lado. Debo aceptar que me estoy empezando a enojar.

—Mira —le hago saber—, preferiría que respetes mi espacio personal y me dejes caminar sola, gracias.

Luego de esto, no lo volví a mirar.  

Sinceramente pensé que se iba a ir pero eso no resultó. De reojo podía verlo y aún sentía sus pasos muy cerca a mí.

Intento acelerar el paso, pero no funciona. River parece insistente.

—¿Sabes que te puedo denunciar por acoso? —casi grito, pues yo me alejaba un poco por caminar algo más rápido que él.
—¡Pero solo quiero conversar, venga!

Aquí decido detenerme y voltear rotundamente. Él también para el paso y la pequeña sonrisa que tenía en los labios se va para mirarme algo asustado.

—No creo que sea tan difícil comprender que quiero que me dejes en paz. No me caes bien, ya lo habrás notado. Personas como tú sólo quieren obtener la atención de todo el mundo, los conozco. 
—Eh, no, creo que te equivoc...
—Déjame, maldita sea —continúo—. La última vez que te lo pida será esta: déjame en paz.

Luego de esa afirmación parecí dejarlo pasmado. No volví a sentir pasos detrás mío y seguí mi camino. Estaba molesta y no quería volver a verlo. 

Es que me hacía recordar tanto a las personas que manipulan a otras: intentan caer bien a todo el mundo para luego manejarlos a su favor. Yo... me duele mucho. Más de una vez jugaron conmigo y me destrozaron, y no estoy hablando de una relación amorosa, porque yo no he tenido novio. Tan solo algunas personas se lograron aprovechar de mí y quedé tan mal que reconozco que aún hay resentimiento en mi corazón. 

Lamentablemente, gracias a mi trato, muchos se han alejado de mí. He tratado mal a tanta gente que no se lo merecía... rayos. Detengo mi paso. Acabo de hacer lo mismo con River. 

Carajo, me siento mal. No debí hacerlo. 

Me han tratado como una mierda y ¿estoy haciendo lo mismo con gente que no tiene la culpa? No puedo dejar que el enojo se apodere de mí. Mis padres siempre me han criado de esa manera: de algún modo, tengo buen corazón.

Pienso en que debo pedir perdón. Sí. Doy la vuelta y aún puedo ver a River, pero él se está yendo. Corro y cuando está a punto de doblar la esquina, le volteo el torso.

—Oye —suspiro—, perdóname.
—Déjalo —se alza de hombros, ni me observa, luce serio—, tenías razón, nunca debí de acercarme a ti.
—No, no, tal vez era verdad que solo querías conversar con alguien camino a casa. Fui una tonta...

Él asienta con la cabeza, lo cual me hace callar.

—Sí, fuiste tonta —afirma, con voz suave pero convencida.

Debo afirmar que esto me tomó de sorpresa. Es diferente uno mismo afirmar que cometiste un error a que otra persona te lo haga ver. Es... doloroso.

—Eh, ¿qué dijiste?
—Fuiste una tonta —sigue reafirmándose—, eso es lo que creo.

Podía sentir como remarcaba la palabra "tonta" y me miraba algo enojado. Esto está empezando a ser desconcertante y no me gusta para nada.

—Escucha, no tengo idea por lo que has pasado durante tu vida —prosigue—, pero nada ni nadie te da derecho a culpar a personas que no tienen nada que ver por los errores de otros.
—Yo... lo sé, en eso pensaba...
—Y yo tengo que cuidarme. No pienso permitir que tú me trates así porque me pone mal, ¿sabías? 

Siento un retorcijón en el pecho. No puedo ni verle a esos ojos celestes que pensaba que me calcinarían en cualquier momento.

—River, perdón —mis ojos se vuelven a cristalizar. De todas formas ya estaba sensible por los malos pensamientos que me agobiaron hace un rato.

Puedo verlo quedar en silencio al notarme así, pero seguía serio. Yo solo acato a arquear las cejas y siento la primera lágrima correr por mi mejilla.

—Perdóname —susurro, agachando la mirada.

Siento que, aún con algo de miedo, coloca su mano sobre mi hombro. Se siente cálida. Jamás había tenido una tan bonita sensación al una persona tocarme.

—Oye, está bien.

Aún no puedo verlo, aunque sentí que, el hombre que estaba al frente mío, no tenía las mínimas ancias de hacerme daño.

Puedo observar como de su bolsillo saca un hoja de papel doblada. Él espera que lo vea a la cara para luego entregármela. Curiosa, lo abro, pues la hoja se me hacía muy conocida.

—Hace una semana saliste rápido de la clase —menciona, mientras leo—, y pude ver como se te caía esto de la mochila. Fui a recogerlo para entregártelo pero, al alzar la mirada, ya te habías ido. Así que lo llevé a casa con el afán de guardarlo para entregártelo al día siguiente, pero la curiosidad me estaba matando, así que lo abrí. En realidad espero no te moleste, pero al leerlo sentí... paz. Y me gustó. Realmente estaba reuniendo fuerzas para dártelo durante 5 días pero me sentía impotente y pequeño. Supe que eras una persona maravillosa porque solo las personas maravillosas son capaces de escribir algo tan sincero y bonito. 

Lo que me había entregado River era un poema. Suelo escribirlos en las últimas hojas de mis cuadernos cuando la clase se torna aburrida y lo hago desde hace varios años para poder expresar lo que siento, pues durante mucho tiempo no pude darle entender a las personas mis sentimientos. Sentía que estaba metida en una burbuja y mis pensamientos no salían a flote. Los poemas eran mi ruta de escape. Cielos, se siente tan bien cuando escribo.

Observé a River. No sabía qué decirle, estaba muda. Él, algo tímido, esboza una pequeña sonrisa. 

En ese momento sentí confianza y paz, tal vez como la que él sintió al leer mi poema. Imito su sonrisa.

Fueron unos segundos pero lo sentí como el universo entero. Pude sentir también con River algo que hace años no sentía: confianza. Y sonreí sinceramente como me hacía falta sonreír. Y sentí que él podía sentir lo mismo en ese instante. Tal vez fui feliz.

Tan solo reímos ambos. Él me suelta una broma y caminamos juntos dirección a nuestras casas. Éramos vecinos, el se había mudado a mi calle cuando inició el ciclo estudiantil.

En el camino hablamos de cosas sutiles, profundas, banales, momentáneas; de todo. Cuando llegamos a nuestras casas, nos separamos. 

Dentro de mi casa, tuve una sensación apaciguada, agradecida con la vida, contenta porque esta pequeña enseñanza me hizo saber que hay personas en el mundo que realmente están destinadas a hacer de tu vida una pizca más feliz. Yo estoy segura de que él también.

mi carta 一 river phoenix ❪ one-shot ❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora