Dos palabras

Capítulo 1

"Promesas. Si tan solo se pudiera vivir de ellas...

El mundo sería mucho mejor. El amor duraría una eternidad. La amistad se haría irrompible. La confianza viviría ciega en nuestros corazones.

¿Por qué una promesa no puede ser más que palabras? La ilusión se extiende en el tiempo, pero la promesa no. Muchos la olvidan, muchos la ignoran, muchos disfrutan clavándose los trozos afilados en las plantas de los pies.

En la actualidad la promesa perdió toda importancia, ya casi nadie la respeta. Se la observa a través de un velo, cual salvaje y lejano mito, sin saber que tan simples palabras pueden hacer mucho más que magia. Pues, no existe hechizo, conjuro o poción más poderosa que una promesa. Ya que ésta enamora, estafa, mata o vuelve inmortal. Las causas y consecuencias de estos pactos son tan impredecibles como fascinantes.

Un sabio consejo es que consideres la situación en la que te sumerges, el mundo al que las palabras te guían, antes de siquiera pensar en prometer algo. Ya que esto a lo que todos llaman promesas son más mortíferas que cualquier juramento inquebrantable.

Los efectos de una promesa son más profundos cuando se invocan con pasión, inocencia o incluso sinceridad. Grandes ingredientes que conllevan al éxito. Si tú crees en las promesas, como crees en lo que es correcto, jamás lo olvides: no las utilices en vano. No son para divertirse, ni para engañar o mentir, sirven para sellar uniones, unir lazos, crear caminos.

Esta magia antigua no se trata de una absurda leyenda, por más que intenten desacreditarla. Así que ten cuidado al momento de prometer algo."

El mundo puede ser un lugar oscuro, atiborrado de peligros y maldad. Sin embargo, en el mismo plano pueden llegar a coexistir luces, puntos brillantes cargados de inocencia y bondad. Hay que saber cuidar de estas últimas, saber reconocerlas y protegerlas de convertirse en réplicas de las estrellas que pintan el cielo nocturno. Porque puede llegar el día en que las necesitemos.

Era víspera de navidad cuando llegó ese inevitable momento. La familia de la castaña se encontraba reunida en la mesa, las copas centelleaban con burbujas doradas y los platos cargaban montañas de dulces. Sus padres, tíos y primos creaban un rumor de voces que llegaba hasta el salón donde Hermione y su pequeña prima estaban escondidas, exactamente detrás de un sillón.

—No vendrá si hacemos trampa —insistió la mayor.

Como respuesta obtuvo un diminuto dedo sobre la boca infantil y un reclamo de silencio. No podían hacer otra cosa más que espiar el pino navideño cuyas luces de colores eran lo único que iluminaba la habitación. El plan consistía en aguardar la llegada de Papá Noel y sorprenderlo con un gran abrazo. No importó la cantidad de intentos de soborno que Hermione aplicó, era imposible arrastrar a la niña lejos de su escondite. Incluso probó con amenazas que sólo provocaron risitas.

Su paciencia fue extinguiéndose como la llama de una vela a medida que las agujas del reloj se acercaban a la inevitable media noche. Estaba por tomar una decisión extrema, la de abandonar a la niña a su suerte y darse por vencida, cuando el show comenzó. Las pequeñas manos se sacudieron en el aire y la emoción se apoderó por completo del cuerpo infantil, los ojos brillantes apuntaban en una sola dirección: la chimenea.

Por supuesto que Hermione no entendía nada. El sonido de las llamas lamiendo la madera con violencia no dieron ninguna pista de lo que podía ocurrir. Empezó a asomarse bajo el brillo verde del poderoso fuego y entonces tuvo miedo. Dos figuras aparecieron de repente con una distinguida gracia que heló la sangre de la joven. Bruja y mago coronaron el salón donde la castaña había crecido durante todos esos años. La casa era demasiado muggle para aquella pareja y Hermione se obligó a contener la respiración.