Capítulo 3

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Un par de días luego y habiendo recorrido muchos kilómetros evitando ciudades y pueblos, Groudon volvió a encontrarse con el misterioso pez azul. Una vez se hubo recuperado del impacto, Kyogre reposó en lo profundo del mar pensando en lo que había ocurrido y en el pokemon que lo había controlado. Luego, salió de su escondite dispuesto a encontrarlo y lo alcanzó en poco, pues el pokemon seguía caminando cerca de la orilla de la playa.

Kyogre asomó por sobre el agua con gran ruido y salpicando. Groudon lo había presentido venir, pero hasta que el otro no hiciera el primer movimiento él no iba a atacar.

—¡Oye!— le llamó el aparecido.

El otro se volvió a verle con un gesto serio en la mirada.

—¿Quién eres?— quiso saber el pez azul.

—Groudon— respondió él sin más.

Este nombre a Kyogre no le sonaba. Sin embargo y pese a su arranque de rabia días atrás, el pokemon ahora lucía un aire totalmente diferente: se mostraba curioso y hasta podría decirse que emocionado, por alguna razón.

—Soy Kyogre— se presentó él. Luego soltó: —Quería agradecerte.

—¿Agradecerme? ¿Por qué?

—Por haberme detenido la última vez. Yo no soy así— confesó el pokemon, mirando hacia abajo y con vergüenza en la mirada — pero unos humanos me despertaron hace algunos días e intentaron atacarme. Esto me molestó un poco, pero lo que más me hizo enfurecer fue el cómo trataban a las criaturas del mar, no pude soportar su abuso y reaccioné. Nunca me había pasado.—

Groudon lo observó un tanto confundido. Luego negó con la cabeza y continuó su marcha. Kyogre lo vio y nadó un momento junto a él.

—Nadie me había vencido antes con tanta facilidad— declaró, todavía sorprendido por lo ocurrido hacía poco —¿Cómo lo hiciste?

—Es fácil derrotar a alguien cuando está fuera de sí.

—Creo que tienes razón. ¿A dónde vas?— preguntó.

—A cualquier lado en donde los humanos no me molesten.

—¿También te han perseguido?— preguntó el pokemon con curiosidad. El otro asintió
—Pues ya tenemos algo en común. ¿Y dónde piensas esconderte siendo un pokemon tan grande?— quiso saber luego, sonriendo con malicia.

—No lo sé. Si pudiera me haría una isla en el mar, pero...

—¿Pero...?

El pokemon de fuego se quedó callado. Estaba avergonzado y no quiso responder. Kyogre lo esperó varios segundos, hasta que comenzó a hacer suposiciones:

—¿No sabes nadar?— dijo, solo por decir algo.

Groudon se avergonzó todavía más. La verdad era que tampoco sabía nadar, pero no era esa la razón principal.

—Es...otra cosa.

—¿Te da miedo el agua?— volvió a apostar Kyogre, riéndose para sus adentros y acertando de nuevo.

El otro se volvió a verlo, delatándose con el rubor de su cara. Luego siguió adelante su marcha tratando de ignorar al que se burlaba de él. Pero Kyogre no era un mal pokemon por lo que después de hacer algunas bromas respecto de lo fácil que era nadar, le dijo:

—Déjame agradecerte lo que hiciste por mí.

—¿Lo que hice por...?— dijo el pokemon rojo, mirándole —¿Cómo puedes agradecer que alguien te disparara?

—No te agradezco que me hicieras daño— dijo Kyogre mirándole seriamente. Aún le dolía donde había recibido el impacto —sino que evitaras que manchara mi consciencia con las vidas de esas personas y pokemon: ellos son muy débiles en comparación conmigo. No era una pelea justa.

Groudon se quedó viendo al pokemon con cierta sorpresa. Él pensaba exactamente de la misma manera.

—Pues ya tenemos dos cosas en común— declaró.

Kyogre sonrió, aunque ninguno de los dos imaginaba cuanto en común tenían en realidad.

—¿Y cómo piensas ayudarme?-quiso saber el pokemon rojo, con un gesto de rareza.

—Dijiste que querías una isla en medio del mar, ¿no?

El otro asintió. Kyogre se dio la vuelta y le ofreció su espalda para subir.

—Ven conmigo. Conozco muchas islas abandonadas en medio del océano. Estoy seguro de que en alguna cabrás.

—No es necesario-respondió Groudon, retrocediendo-, solo era una forma de decir...

—¡Vamos! No te pasará nada. Soy tan grande como tú y podré llevarte.

—Que no es necesario.

—¿Tanto miedo le tienes al mar?-soltó el pokemon para hacerlo enojar, lo que por cierto, le resultó.

Minutos luego Kyogre se arrepentía de su ofrecimiento, pues el pokemon que llevaba en la espalda no solo lo aferraba con demasiada fuerza con sus poderosas garras, era tan pesado que estuvo por hundirse con él encima en varias ocasiones. Sin embargo le había asegurado que nada le pasaría, por lo que ahora no le quedaba más que cumplir su promesa. Nadó durante varios kilómetros mar adentro, llevándolo específicamente a las islas que conocía. El problema era que muchas de ellas solo eran suelo de roca o no eran tan grandes como para que el pokemon pudiera vivir cómodamente y alimentarse, así que antes de que cayera el sol a lo lejos, Groudon dijo:

—Detente aquí.

El otro obedeció, cansado como estaba.

—¿Qué quieres?— preguntó Kyogre abajo.

Haciendo un esfuerzo para contener su miedo de caer al mar, Groudon levantó ambas manos y se concentró. Soltó un largo rugido y dentro de poco, Kyogre observaba asombrado como un pequeño montículo de tierra emergía desde el océano, haciéndose más y más grande a cada minuto y obligándolo a él a retroceder. Groudon no dejaba de rugir, mientras su cuerpo se calentaba terriblemente ante la gran cantidad de energía que el pokemon estaba liberando.

Casi una hora tuvo que soportar Kyogre hasta que la nueva isla emergió enteramente desde lo más profundo del mar. Era enorme pero estaba completamente desierta. Se acercó a la orilla y depositó a un agotado Groudon en el suelo de arena. Él también estaba extenuado después del largo viaje, y se quedó allí tendido en la orilla al lado del pokemon de fuego, con su gran y pesado brazo reposando sobre él. Groudon apenas podía tener los ojos abiertos: no había hecho uso de su poder en miles de años y estaba muy cansado.

—No estuvo mal— dijo Kyogre a su lado y admirando su gran poder.

El otro no dijo nada. Solo cerró los ojos y se hundió en un largo sueño reparador.












Continuará...

Canción de las olas (KyogrexGroudon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora