Capítulo 17

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Rigel

Sorprender al funcionario desprevenido fue fácil. Éramos los últimos "clientes" del día, así que el tipo no esperaba que llegase nadie más. Como sospechaba, estaba buscando en su agenda el contacto de aquellos que le pagarían una buena suma por la información que acababa de descubrir.

Si algo aprendí en mis años de servicio para otras personas, fue que mejor que preguntar, era esperar a que las respuestas llegasen. Nada como escuchar cuando creen que nadie los oye. Me escondí en las sombras, me quité los guantes de las manos, y retiré la tela de mis brazos tanto como pude. Nada mejor que dejarle claro a quién iba a tratar de mentir. Los malditos teníamos una reputación que nos venía bien para estos casos.

Me acerqué lo suficiente como para ver la terminal de comunicaciones. Un par de toques, y una mujer apareció al otro lado. Su pelo púrpura, su nariz alargada y prominente, y su tez pálida, me dijeron que se trataba de un pájaro. Pero lo que delataba su rango eran las tres pequeñas piedras que adornaban su amplia frente como si se tratase de una diadema de piedras preciosas.

—Lady Columbia.

—Espero que sea importante, hermano. Soy una mujer ocupada. —Su altivo gesto dejaba claro que no solo pertenecía a la clase alta, sino que se creía que estaba muy por encima del resto.

—Tengo algo que le puede interesar. —No necesitaba escuchar más. Saqué mi puñal y clavé su punta en el lugar donde sabía que cortaría la comunicación.

—¿De cuánto estamos... —Ella sabía que iba a costarle dinero aquella información, pero no esperaba, ninguno de los dos lo hacía, el que la comunicación se interrumpiese en aquel momento. Antes de que el tipo tuviese tiempo de reaccionar, mi puñal había cambiado de objetivo, y estaba presionando su cuello.

—¿Tengo que decirte lo que te ocurrirá si lo vas contando por ahí? —Sentí como su garganta se movía para tragar con nerviosismo. Y no, no era por el cuchillo en ella, sino por lo que estaba dejando que viera. Mi otro brazo estaba aferrándolo con firmeza, pero lo que le asustaba no era sentir como le inmovilizaba, sino como el reflejo del terminal frente a él le devolvía la imagen de las espinas negras sobre mi piel.

—No... no diré nada. —Todo el mundo sabía que si ves las espinas negras de un maldito de cerca, ya puedes ir rezando a tus dioses porque pronto te reunirás con ellos.

Hubo un tiempo en que aquellas espinas que crecían sobre nuestra piel, cuando nuestra adrenalina se dispara, eran de color rojo sangre. Entonces éramos unos guerreros respetados y temidos. Ahora, con la maldición negra como compañera, esas espinas eran negras como la muerte. Ya no quedaba respeto, solo miedo. Y ese miedo era lo que haría que ese idiota nos diese tiempo. Lo suficiente como para abandonar el planeta antes que los perros de presa de esa noble de la casa violeta corrieran detrás de nosotros.

—Eso espero, porque si lo haces, sabes que volveré. Nadie delata a un maldito. —No tenía que añadir eso de "y sigue vivo", se sobreentendía. Mala reputación.

Me dispersé entre las sombras con rapidez y sigilo, corriendo a toda velocidad hacia la salida sin hacer ruido. Los gatos somos ágiles, pero sobre todo silenciosos. No me enorgullezco de ello, pero somos unos asesinos muy eficientes. No hay honor en matar a un enemigo sin darle la oportunidad de defenderse, aunque cuando se recurre a las sombras, es porque es un adversario difícil de matar. La de rebeliones que se han terminado antes de entrar en batalla porque se ha terminado con su líder de esta manera. Hay veces en que salvar un puñado de vidas merece dejar el honor a un lado.

Alcancé a Nydia y Silas casi en el momento que llegaron a la salida, ventajas de ser rápido y no utilizar los mismos caminos que el resto. El pobre Silas pegó un respingo cuando me vio a su lado. Le di el pase de acceso para que creyese que tenía el control de todo, que la responsabilidad de sacar a Nydia de allí era solo suya, pero sobre todo, para que se diese prisa en salir. Nada como el hacerle sentir la presión de la situación para hacer que sus pies volaran.

—Tenemos que irnos de aquí lo más rápido posible. —Tomé el brazo de Nydia para hacer que me siguiera. Silas sabría desenvolverse bien en la ciudad si se perdía, ella no.

—¿Cómo de rápido? —Su cabeza miraba a ambos lados a medida que avanzábamos.

—Lady Columbia. —Un hombre como Silas sabría como interpretar esa información. Conocería a la persona, sus recursos, y sobre todo, si lo unía a su interés en la corona azul...

—Muy, muy rápido. —Como pensaba, sí que la conocía. ¿Cómo no hacerlo si estaba aliado con Du Cort?

Tomamos un transporte privado, de esos que hay en los puntos importantes de la ciudad a disposición de cualquiera con un medio de pago standard, y le dimos la dirección de los muelles donde estaba mi nave. Silas no protestó, solo dejó que yo tomase el control. Un amarillo nato, nada como dejar a los profesionales que lleven la voz cantante, y en temas de huidas con gente persiguiéndote, yo tenía mucha experiencia.

Active el comunicador interno de mi casco para comprobar si la ayuda estaba cerca. Una ventaja llevar uno de estos trajes, así nadie salvo yo podía notar que estaba hablando con otra persona. Dos tonos, y la voz de mi hermano sonó al otro lado.

—¿Me necesitas? —Esa era mi conexión con Rise, siempre sabía cuándo lo necesitaba. Cosas de hermanos, supongo.

—¿Estás en el planeta?

—Y con refuerzos. —Eso era bueno.

—¿Puedes calentar los motores del Fénix Negro? Vamos a tener que hacer una salida apurada. —Podía imaginar la sonrisa de Rise en ese momento. Este tipo de cosas eran las que hacían que la adrenalina corriera desbocada por nuestras venas.

—Mándame la dársena y el código de seguridad y lo tendré listo cuando llegues.

—8 minutos. —Puede que tuviésemos uno o dos minutos más, depende de lo que corriera la lady esa en poner en movimiento a sus hombres.

—Ya estoy en ello. ¡Niell!, nos largamos. —Escuchar aquel grito me hizo sentir mejor, nada como tener a los chicos en marcha.

—¿Capitán Wick? —Giré la cabeza para encontrar a Silas mirándome con atención, seguramente sospechaba que algo tramaba por mi silencio.

—Espero que no necesite nada que haya dejado en la ciudad.

—He llegado hoy, y no tenía pensado quedarme mucho tiempo. —Bien, como nosotros.

—¿Y su nave? —Él torció la cabeza.

—Supongo que la estancia me va a salir un poco cara, ¿verdad?

—Si me da el número de atraque y el código de seguridad mandaré a alguien de confianza a por ella.

—No tengo prisa.

—Tampoco he dicho que fuese hoy. —Silas tomó el comunicador de su brazalete y empezó a trabajar en él.

—Pagaré el atraque durante una semana. Supongo que sea suficiente. —Otra manera de decirme que él mismo se encargaría de su problema. Bien, una cosa menos de la que preocuparme. Salir del planeta a toda velocidad era lo único en que debía centrarme.

Sobornar al vehículo para que fuese más deprisa habría levantado sospechas sobre nosotros, nada como pasar inadvertido para que no nos localizaran rápidamente. Y por si alguno no sabe sobre lo que hablo, sí, aquí en Carasa eran así de elitistas, los transportes de alquiler no tripulados por seres vivos eran guiados por inteligencias autónomas que respondían ante su propietario. Y nada como una programación abierta a las propinas e incentivos para poder llegar a una importante reunión, salir de una situación comprometida con maridos furiosos, o perderte una cita importante. Solo había que sugerir al conductor la posibilidad de ir más deprisa y aceptar el incremento de tarifa por ello.

Si la Lady daba la orden de localizarnos, el primer rastreo sería en las cámaras de seguridad, vehículos registrados o alquilados, y pautas propias de una huida desesperada. Con lo de la nave ya teníamos suficiente, gracias. Pero contaba con el "Fénix Negro", una vez dentro de mi nave, nada podría detenernos.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora