Esa mañana me desperté como se había vuelto habitual en los últimos meses: con ruidos en el cuarto de al lado, trastes moviéndose en la cocina. La voz suave y cariñosa de mi madre, y la de Sebastián, quién le contestaba con infinita y amorosa calma.
Me estiré aún sin levantarme de la cama y mis ojos se quedaron fijos en el techo, viendo el último regalo que Ethan me había enviado esa semana: era un móvil del cual colgaban varias figuras de lo que parecía origami. Sus flores y estrellas en colores azul, morado, rosa, verde: parecían danzar alrededor de la silueta de una pareja de colgaba en el centro.Inevitablemente recordé la noche en que me pidió ser su novia, incluso parecía que en mi nariz picaba el olor de las flores del invernadero, o del la pasta que cenamos. Se sentía como si el tiempo no hubiese pasado, como si fuéramos los mismo de aquel entonces.
Sonreí, saliendo de la cama, mientras estiraba mi mano hacia la mesa de noche donde estaba mi celular.
Le envié un mensaje a mi novio, y escribí algunos otros en el grupo que Emma, Mike y yo teníamos. Un par de minutos después llamaron a la puerta con suaves golpecitos.
—Puedes pasar—dije, mientras tomaba lo que utilizaría para mi ducha.
El rostro perfectamente maquillado de Tara se asomó: sus ojos azules tenían un particular brillo que irradiaba calma y amabilidad, y era inevitable no relacionar ese rasgo con Sebastián.
—Dice Teresa que sí estás lista en media hora: ella misma las llevará al instituto.—No solo la mirada de Tara era amable: el tono de su voz, su postura; todo en ella parecía estar impregnado de un tinte de madurez y control que a veces me hacían sentir como una niña pequeña junto a ella. Y eso era un poco extraño considerando que apenas nos llevábamos un par de años de diferencia.
—Claro—. Agarré una toalla y caminé hacía ella—. Dile que bajo en veinte.
Tara se hizo a un lado, pero sus lindos ojos se quedaron fijos en el regalo de Ethan.
—Es realmente muy bonito—.
—Me encanta, ya no sé qué más enviará para el día de nuestro aniversario.
—Me imagino: siempre es lindo esperar esas fechas. Cuando Steven y yo cumplimos un año me dió este anillo—. Estiró su mano, y en uno de sus finos y pálidos dedos estaba el regalo: un anillo, que aunque parecía sencillo no se necesitaba ser una experta en joyería para saber que la pequeña roca que lo adornaba costaba bastante.—Cuando lo puso en mi dedo te juro que sentí que moriría.
—¿Es de...?—Mi cara debió decirle todo, porque hizo un ademán con su mano para restar importancia.
—Oh, no. No es de compromiso—.Una tímida sonrisa estiró sus labios—. Ese lo espero este año.
Terminó, girando sobre sus talones y alejándose por el pasillo. La observé hasta que empezó a bajar por las escaleras.
Desde que Sebastián y ella se habían mudado con nosotros las cosas fueron cambiado bastante. Al principio para Susan y para mí fue extraño ver a otras personas andando por nuestra casa. Pero mi madre era feliz y eso bastaba para que ambas quisiéramos poner de nuestra parte.
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Si Me Odias Tanto
Novela JuvenilCreí que después de haberme enamorado de mi mejor amigo y sufrir las consecuencias por ello, nada podría ser peor. Pero siempre se puede estar un poco más jodido. ¿Cómo llegamos a odiar amarnos de esta manera?