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El mayor se encontraba recostado sobre su cama, con una sonrisa escondida que pedía a gritos salir y tallarse en su rostro.

Llevaban alrededor de una hora en su habitación, con un pequeño durmiendo tranquilamente en el sofá. Sus rodillas pegadas a su pecho, mostraban lo pequeño que era aquel cuerpo. El gorro que llevaba en su cabeza rosaba su tierna nariz. Los labios regordetes estaban entreabiertos y se podía oír el suave respirar.

Los ojos de Minho observaban aquella vista, tratando de grábala en su memoria para siempre. Sin resistirse más, tomo el teléfono y le saco una fotografía, cuidando que no hacer ruido y de que el flash estuviese apagado. Observó aquella fotografía sintiendo su corazón latir con más rapidez.

— ¿Como es posible que me tengas tan loco? —preguntó en un susurro involuntario, logrando así despertar al menor.

— ¿Pasó algo? —preguntó con un tono adormilado pero con preocupación.

Estiró sus piernas y brazos, soltando un suave gemido de satisfacción. Aquello causó estragos en el cuerpo del mayor, quien no apartaba la mirada de él.

—Nada. Solo te observaba dormir. —dijo involuntariamente, sonrojándose al instante. Tenía que arreglar esto— Roncas muy fuerte.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Jisung, quien retiró el gorro de su cabeza y peinó sus cabellos. Busco los ojos del mayor y sintió una leve electricidad que le recorrió el cuerpo.

—Ten por seguro que no ronco. —y aún con la sonrisa, se acercó a la cama y se sentó en el borde de esta, observando el rostro aún sonrojado del Minho.

Y para Minho, que el pequeño se acercara a la cama y se sentara tan cerca de él causaba miles de sensaciones en su cuerpo. Sensaciones desde las más sanas, hasta las más perversas.

Me estoy volviendo loco.

—Claro que no roncas, solo te veías tierno. —susurró con voz ronca, aguantando las ganas que pedían a gritos besar sus labios entreabiertos por una mini sonrisa.

El silencio entre ambos permaneció por varios minutos. Ambos se miraban y sentían aquella conexión, aquello que no solo era un sentimiento de amistad.

El primero en cortar el contacto visual fue, sorprendentemente, Minho. No aguantaba verle a los ojos y no poder hacer lo que deseaba con tantas ganas. No podía resistirse a los encantos de aquel pequeño ser que merodeaba día y noche por su cabeza.

No podía perder su amistar por un absurdo impulso.

¿O si?










Tarde mil años, pero por fin hay capitulo

ʙʀᴇᴀᴋ ᴜᴘ ᴡɪᴛʜ ʏᴏᴜʀ ɢɪʀʟғʀɪᴇɴᴅ  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora