19 - Las Frías Y Suaves Caricias De Las Manos De La Muerte

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— Entonces, ¿me harás ese favor? Necesitaré dinero — Dudo, los ojos marrones del Dr. Montserratina se muestran amables.

— Sí, te lo mereces por todo lo que has pasado — Concede —. Sepa que esto probablemente no se va a detener. El dinero que obtengas usarlo sabiamente. Consigue protección, no de personas sino con armas.

— Ya las tengo, de los del campamento — Respondo calma, sobándome el abdomen con suavidad, tanteando los vendajes.

— Pediré entonces que recojan las cosas, las vendan y el dinero se te hará llegar — Suspiro agradecida y me dejo estar en la camilla; me siento cansada a causa de tantos medicamentos, pero prefiero eso a dejar de respirar o sentir asfixia —. Tu pareja está formando un pequeño lío afuera. ¿Lo dejo pasar? Al parecer no verte ni a la pequeña lo está volviendo loco.

— Sí, claro. Que entre antes de matar a alguien — Sonrío. El doctor se pone de pie yendo a la puerta para dar acceso al pelinegro. No hizo ni falta que lo llamara cuando entra apresurado. Algo así es como debió ser después de recibir el nacimiento de Minesa.

— Estás bien, ¿cómo te sientes? — Pregunta muy rápido. Se pone a un lado y sus manos me toman de las mejillas. Su mirada me sondea con preocupación, cansado y preocupado como está se ve peor que la noche en la cueva.

— Estoy bien, estoy bien — Lo tranquilizo tomando sus muñecas y frotándolas —. Adolorida, pero normal — Digo con una sonrisa pequeña —. Dos costillas menos y muchas vendas y costuras — Frunce el ceño ante mis palabras, se ve aun más desgastado que en la mañana.

— ¿Cómo que menos? — Cuestiona alterado mirando entre el doctor y yo. El doctor responde por mí.

— Eran las costillas flotantes, es malo pero no grave. Puede vivir sin ellas, pero tiene que tener cuidado de ahora en adelante. Se volvieron añicos que atentaban con lastimar algún órgano. Así las cosas son más fáciles para Gina por una parte. Tú me lo pediste — Me mira a sabiendas. Mi confusión debe ser evidente — Entre tanto y tanto te despertaste luego de las placas, me dijiste que las removiera.

— Honestamente… No me acuerdo de eso. Pero si suena como algo que yo diría — Admito cerrando los ojos y respirando no muy profundo.

— Bien — Responde cortante el pelinegro. Abro los ojos y vuelvo a acariciar sus muñecas.

— Ya sabes lo que te dije. Déjala reponerse. Sabes lo que hiciste y eso debe curarse. Seis semanas — Le indica al pelinegro, este mismo asiente rígidamente como una despedida —. Gina, Kuroi — Se despide y sale del cuarto. Me vuelvo confundida y veo la frustración en la cara de Kuroi. Seis semanas de tortura… el horror.

— ¿Me dirás que acaba de pasar? — Interrogo frotando las manos por sus antebrazos.

— Qué volvimos a tener sexo. Eso fue lo que pasó — Murmura dejándose caer en la silla. Debo parecer aun más confundida porque me explica —. Me preguntó que has hecho desde ayer, todo lo que te ha pasado. No quería que supiera que prácticamente te obligué a tener sexo; corrección, te forcé a tener sexo; pero igual lo averiguaría.

— ¿Cómo así? ¿Por qué eso es relevante?

— Me lo cuestionó. Me regañó por haberlo hecho antes de que te viera por primera vez. Dijo que si no le decía la verdad él mismo te revisaría — Y claramente por revisar se entiende que me va a ver mi intimidad y seguramente él no lo permitiría.

— ¿Y por qué se lo dijiste? ¿Cómo te forzó?

— Dijo que te lastimé, y qué si algo así vuelve a pasar va asegurarse de que no puedas tener más hijos, o lograría que te apartaran de mí — Exaspera. Está estresado y es evidente cuando se frota la cara. No creo que decirle que me van a alejar luego de casi perderme dos veces sea algo bueno; de hecho, Doc tiene suerte de seguir vivo.

01 - Criatura - CF30 {Saga Experimentos} {Corrigiendo} TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora