Mismo día, 7:35 pm
La razón de los golpes que solían acompañar a Brandon en la escuela no se debían siempre a las peleas con alumnos de grados mayores, los atrevidos de primer año o personas de fuera que se entrometen en su camino. No podía negar que la mayoría de los rumores eran ciertos, pero un porcentaje de ellos se los provocaba a sí mismo por descuido. Cada vez que sentía molesto, que todo el mundo le parecía nefasto ni que podía controlar su enojo, iba a un gimnasio de box para descargar toda su enojo en un saco de arena o en una persona que estaba capacitada para defenderse. Iba ahí cada vez que sentía que iba explotar gracias al dueño del lugar que terminó convirtiéndose en un referente parental.
Ya iba más de un año yendo ahí por las noches que se volvió parte de su rutina ir cada vez que tuviera tiempo. Tenía las puertas abiertas para entrar cuando quisiera con la única condición de no traer problemas o utilizar lo que había aprendido para hacer daño. Por ese lado, Brandon solo aplicaba la fuerza cuando era necesario o necesitaba defenderse, pero no iba decir nada si incumplía la promesa. Mientras ellos no supieran, todo podía continuar con tranquilidad.
Los domingos se preparaba para ir después de cenar para poder caer dormido de inmediato de regreso; sin embargo, sus planes cambiaron cuando se reunió con Tara al salir de la escuela. Sus dulces mentiras no lograron seducirlo esa vez, más bien causó que se sintiera más decepcionado de ella y de sí mismo por seguir aferrándose a lo que parecía ser una causa perdida. Lo peor era que no tenía intenciones de dar un paso al lado luego de percibir una oleada de celos de su parte. Ella solo no quería perder su atención, era una sencilla jugada, pero Brandon se obligó a creer que Tara no quería alejarse de su lado. Solo que sus palabras fueron muy afiladas cuando se refirió a la curiosa y extraña amistad que tenía con Itzel Dorrian. Era imposible que ambos pudieran estar llevándose bien cuando él le hizo daño a la pelirroja, sus intenciones no podían estar cercanas a la venganza, por lo que debía mantenerse cauto de su nueva compañera.
Brandon deseó responderle que era ella de quien debía tener cuidado, pero se mantuvo en silencio. Tara tenía razón de cierto modo, él había lastimado a la pelirroja casi a propósito, aunque no fue de todo su intención. Sin embargo, Itzel siempre había sido clara con él sobre cómo se sentía a su lado. Ya le había dicho que lo odiaba, solo que ahora el camino se veía nublado. Ella no sonreiría tan radiantemente a alguien que detestaba o deseaba eliminar. Y entonces, volvió a recordar aquel corto momento que solo provocó que se sintiera confundido. Así que se apresuró a visitar a su viejo amigo.
—¡Owen! —saludó Brandon apenas vio al dueño ordenando uno de los estantes que estaban al lado de la entrada. El hombre de cuarenta años lo miró con sorpresa y luego miró el reloj de la pared.
—¿Qué haces por aquí? No hay espacio para ti ahora.
—Veo el gimnasio prácticamente libre ¿por qué me tratas así? —Entonces, Owen señaló su mano herida que estaba cubierta de banditas infantiles.
—Te dije que no vinieras hasta que tus heridas estén curadas. Así que vete.
—Pero puedo hacerte compañía...ayudarte a ordenar los nuevos guantes. —Brandon se acercó al pequeño mostrador con la intención de mover las cajas que había encima. Sin embargo, se detuvo al percatarse de algo nuevo en el ambiente—. ¿Has puesto un aromatizador?
—Lavanda. Mi esposa me lo consiguió —dijo Owen.— El lugar necesitaba un aroma que neutralice el olor a sudor y sangre, y la verdad que ha sido una buena elección ¿No lo crees? Es muy... tranquilizador.
—Sí, es de mis favoritos...
—Entonces, ¿para qué viniste? Ni me digas que querías hacerme compañía. La verdad.
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¿Fue parte del destino?
Teen FictionDicen que del odio al amor hay un paso ¿será eso cierto? La historia de dos chicos que viven experiencias y emociones en el transcurso de los años, y de los que nunca se esperaron. Ambos metidos en sus propios mundos y por su lado hasta que de algún...