26 de febrero, 2:50 pm
Brandon salió de su casa desde temprano para no seguir peleando con su madre. Podría decir que ya estaba harto de que ella siguiera mencionando a su padre como una persona modelo o que tuviera el afán de que asistiera a cualquier evento de conmemoración. Él podía ir sin ningún problema, pero no en nombre de ese sujeto, sería como una burla a las personas que realmente se lo merecían. Lo único que podía calmar su temperamento era el sonido de las olas; sin embargo, el conflicto con su madre fue tan caótico que ni siquiera los sonidos relajantes de la naturaleza sirvieron para apaciguar su rabia. Necesitaba descargar su enojo de otro modo y el único medio era desahogar su frustración contra un saco de boxeo o alguna persona que se ofreciera como sacrificio.
No pensaba en regresar a su casa hasta que estuviera completamente calmado para ver de nuevo a su madre y tener la capacidad de hablar como una persona civilizada. Después de todo, ella continuaría con el mismo tema, necesitaba estar preparado para lidiar de nuevo con ella. Incluso, debía tener cuidado con las palabras que utilizaría al tener a su hermana presente. Lo mejor era mantenerla alejada de ese problema hasta que tuviera la edad suficiente para entender todo.
Dudaba que Trevor lo fuera a recibir con los brazos abiertos cuando lo viera con intenciones de destruir todo a su paso. Ya le había advertido que no iba a tolerar ese lado destructivo en su gimnasio luego de romper algunas cosas en sus peores momentos. Podía arriesgarse yendo de sorpresa, después de todo había olvidado su celular en casa y a su amigo le gustaba ayudar a jóvenes con problemas. Estaba por ir cuando escuchó que alguien se acercaba corriendo en su dirección. No iba a tomarle importancia si no fuera que esa persona terminó sujetándolo de su ropa. Lo primero que vino a su mente fue una amenaza, así que estaba listo para defenderse hasta que se fijó en la cabellera rojiza.
—Al fin te encontré. —La pelirroja se apoyó en él mientras trataba de recuperar el aliento—. Sam me llamó, estaba preocupada porque seguías sin regresar.
—Ahora no quiero hablar con nadie, Itzel —dijo Brandon recordando que no estaba molesto con ella. En otro momento le gustaría su compañía, pero no ahora; así que quitó su mano de él. Pensó que eso sería suficiente—. Déjame solo, por favor.
—No lo haré. —Sin embargo, ella mantuvo la mirada en él. Determinada. Esa que decía que no se iba a mover y nadie la detendría. Vaciló por unos segundos, pero terminó avanzando en la dirección contraria e Itzel se interpuso en su camino, aun sabiendo que él podía apartarla fácilmente.
—Haz lo que quieras, pero no...
Las palabras quedaron en su boca. Estaba por seguir su camino si eso significaba empujar a Itzel hacia un lado, pero de algún modo terminó en el suelo con ella encima de él. Al menos el césped amortiguó la caída. Fue sorprendente cómo su humor había cambiado por ese pequeño incidente que empezó a reírse de la situación.
—¿Dónde aprendiste ese movimiento? Siempre me sorprendes con algo nuevo, aunque esta vez heriste mi orgullo —dijo Brandon al dejar de reír. Miró hacia su atacante que por alguna razón parecía que estaba a punto de llorar—. ¿Qué sucede? Yo debería ser el que debería estar llorando. Fui derribado por una chica que tal vez pesa la mitad que yo.
La pelirroja sonrió tímidamente y una lágrima resbaló por su rostro. Brandon alzó su mano para limpiarla.
—Me preocupé cuando tu hermana me llamó —habló Itzel—. Tenía que haberte buscado la otra vez, debí quedarme a tu lado... pero... Lo siento.
—¿De qué hablas? Tu no tienes ninguna culpa de lo que pasó ese día.
—Claro que sí, nunca me quedé a escuchar tu versión de la historia. Solo me quedé con lo que vi.
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¿Fue parte del destino?
Dla nastolatkówDicen que del odio al amor hay un paso ¿será eso cierto? La historia de dos chicos que viven experiencias y emociones en el transcurso de los años, y de los que nunca se esperaron. Ambos metidos en sus propios mundos y por su lado hasta que de algún...