Un siniestro día

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Dos días después, 6:55 pm

Sus peores pesadillas estaban a punto de convertirse en una realidad mientras corría para encontrar un lugar donde estar a salvo. Sus pies avanzaban impulsados por la adrenalina y el terror de lo que podría pasar si se detenía un solo segundo en mirar detrás de ella. Imaginaba a su padre siguiéndola a pocos metros con la intención de dominarla o, en el peor de los casos, deshacerse de ella por no ser la hija perfecta.

Había logrado por poco escapar de casa, a pesar de las múltiples contusiones en el cuerpo, un profundo corte en la cabeza que aun seguía sangrando y la sensación de que las manos de ese sujeto en su cuello. Y todo a raíz del inoportuno encuentro en la estación que acabó con la fina línea de paz que había.

Ese mismo día y al siguiente se contuvo por la presencia de su madre, pero solo basto con que ella se marchara para que el monstruo en su interior saliera a la luz para castigarla por sus atroces pecados. Parecía un fanático religioso, solo que estaba obsesionado con la idea de que solo le podía pertenecer a él. Era él único a quien debía mantener a su lado, lo que era una idea completamente descabellada y turbia ¿Qué clase de padre tiene esa clase de pensamiento? Trató de resguardarse en su habitación, pero la puerta no resistió al enojo de ese sujeto.

Llegó a un punto en que ya no estaba segura de lo que ese hombre haría con ella. No le fue suficiente desquitarse con violencia y jamás podría olvidar esa mirada lasciva en sus ojos. De solo recordarlo, su cuerpo se estremecía de espanto y asco. Ni que decir del momento en que tuvo otras intenciones. Tenía que salir de ese lugar antes de que pasara algo peor, así que no dudó en defenderse con el bate de metal que tenía cuando tuvo la oportunidad. El golpe fue certero y lo suficiente para romper su cabeza. Lo vio caer al suelo, pero ni quiso asegurarse si estaba respirando o no.

Tampoco importó que estuviera lloviendo, necesitaba encontrar ayuda de inmediato. Buscó la cabina telefónica más cercana para llamar a alguien, a la única persona que tenía en mente. Solo tenía que soportar el dolor hasta llegar ahí; pero todas las llamadas terminaron en el buzón de voz. Se quedó con el teléfono en manos por varios minutos mientras las lágrimas caían de impotencia. Cuando de pronto, de la nada, Sierra apareció en su rango de visión con una escalofriante sonrisa. No eran necesarias las palabras para saber que pasaba por su mente, así que no dudo en marcar emergencias con tanta desesperación. Su vida dependía de esa llamada, aunque su último pensamiento fue una simple persona.

***

Mismo día, media hora antes

No tuvo ninguna noticia de la pelirroja después de ese día, pero no podía ir a su casa a preguntar por ella. Aún recordaba la mirada asesina de su padre cuando lo vio al lado de ella. No sería la primera vez que le pasaba, no era el chico favorito de los padres, solo que había algo extraño en ese sujeto. Su único temor en ese momento fue que sus palabras en el vagón del tren se convirtieran en realidad.

Entonces, decidió probar un poco de suerte luego de salir de su trabajo. Tuvo que posponer sus planes con su hermana, a quien había prometido acompañarla a ver películas durante toda la noche. Era parte de su tiempo de hermanos, aunque podía pasarlo al día siguiente. De todas formas, no tenía ningún plan para la semana. Lo que necesitaba era caminar y el único lugar que tenía en mente era el muelle. Las posibilidades de encontrar a Itzel en ese lugar eran mínimas. Lo sabía y aún así siguió caminando hasta llegar ahí. En vez de ella, se encontró con un amigo que vivía por la zona. Lo bueno era que no tenía ningún tipo de problema con él, era alguien con quién podía conversar con tranquilidad.

—Después de mucho tiempo vuelvo a ver tu rostro, Smitch. —Su amigo se acercó a él para saludarlo con una palmada en la espalda—. Pasé por la escuela el día de tu graduación y te vi a lo lejos.

¿Fue parte del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora