Capítulo IV

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Dante deseo que sus compañeros se fueran a dormir más temprano, su plan original contaba con que estuvieran dormidos a eso de la 1:00 am, pero ahí estaban ellos, en la sala común a las 12:45 am y no daban señales de que se fueran a dormir, a pesar de haberse escusado hace una hora y haberse "dormido" a las 12:00 el chico seguía vigilando a sus compañeros flotando por encima de ellos gracias a su forma astral, ellos eran incapaces de verlo o escucharlo, lo cual agradeció, debido a que soltó uno o dos comentarios sobre ellos en el tiempo que esperaba, a eso de la 1:20 por fin decidieron irse al cuarto, entraron en silencio, para no despertar a Dante, aunque él sabía que no importaba cuanto ruido hicieran no podrían despertar a su cuerpo físico, aun así agradeció el gesto. Veinte minutos después sus compañeros ya estaban completamente dormidos.

- ¡Por fin! –exclamo Dante mientras volvía a unir su forma astral con su cuerpo.

Una vez levantado, Dante se colocó las botas de montaña y la chaqueta que había en la mochila, en lugar del pijama se había colocado ropa abrigada para ahorrar tiempo, antes de irse a dormir, en menos de cinco minutos ya estaba listo, salir de la habitación fue lo fácil, luego en la sala común se aseguró de que nadie estuviera al otro lado del muro y lo abrió, ahorra estaba en los oscuros pasillos del castillo, el chico tenía entendido que el conserje de la escuela patrullaba los pasillos por la noche, así que para ahorrarse problemas saco de la mochila los cuatro anillos y se los coloco en la mano derecha y concentrando su magia en el anillo del camaleón dijo:

-Chameleon –inmediatamente vio cómo su cuerpo empezó a perder color y definición hasta casi parecer transparente.

Ahora el chico estaba camuflado con el ambiente, confundiéndose con su entorno, no era completamente invisible, pero si era difícil de distinguir de un muro, del suelo o del techo, una persona tendría que hacer mucho esfuerzo con la vista si querría llegar a, como mínimo, distinguir su silueta.

Dante recorrió los oscuros pasillos, deteniéndose en cada esquina para asegurarse de que no se encontraba con el conserje o algún profesor o fantasma que paseara por la noche, cuando llego a la salida del castillo, el frio lo golpeo de lleno, así que cerro el cierre de su chaqueta y se colocó la capucha, para luego continuar corriendo hasta el bosque prohibido, una vez se adentró lo suficiente deshizo el hechizo de chameleon y miro a su alrededor.

-Espero que no esté lejos –miro el anillo con el sello de la brújula en su mano derecha – invenies: spirituum terrae –la brújula del sello se desprendió del anillo y apunto hacia el este, adentrándose aún más en el bosque.

Dante corrió en la dirección en la que le indicaba la brújula, una o dos veces repitió el hechizo para asegurarse de que iba en la dirección correcta, cada vez se adentraba más y más en el bosque, de vez en cuando escuchaba o veía algo o a alguien que pasaba a su lado o lo seguía por unos metros, pero por suerte no le sucedió nada y continuo así por un buen rato hasta que se detuvo en la entrada de una cueva.

-Tiene que ser ahí –se dijo a sí mismo, mientras entraba en la cueva, apenas dio unos pasos la oscuridad a su alrededor era tal que ni siquiera podía ver su nariz –lumos –una esfera de luz apareció en la palma de su mano con la cual ilumino a su alrededor, confirmando la dirección una vez más, el chico se adentró aún más en la cueva, ahora a cada paso que daba miraba el anillo de la brújula, en cierto punto esta empezó a girar sobre su propio eje –aquí es.

Dante se agacho y palmeo el suelo con sus manos, lo sentía en la propia tierra la magia era fuerte, lo llamaba, así que se sentó en el suelo en la típica posición de meditación y cerro sus ojos concentrándose en desplazar su conciencia, no hacia el exterior, sino hacia el interior hacia su propio espacio interno.

Cuando volvió a abrir sus ojos, se encontraba parado en un espacio completamente negro, el suelo estaba cubierto de agua y no se escuchaba, sentía o veía nada, el lugar estaba totalmente vacío.

- ¡Dragón! –grito Dante.

¡BUM!

Con un potente estruendo un enorme dragón hecho de fuego cayo de alguna parte y miro al chico con sus enormes ojos llameantes.

-Te tardaste en llamarme –el dragón hablo con una potente y profunda voz.

-No es tan fácil moverse por el castillo.

-Lo he notado.

- ¿Estoy en el lugar correcto?

-Sí, puedo sentirlo, los espíritus de la tierra están presentes, gritan, piden que los invoquen.

-Queda esperar a la fecha correcta.

-Ten cuidado Dante, los espíritus de la tierra no serán tan indulgentes como los del fuego, no van a negociar tan fácilmente.

-Lo sé, pero esta vez será diferente, te tengo a mi lado.

-Sabes que te prestare mi poder cuando lo necesites, pero todo depende de ti, no puedes confiarte.

-No lo hare, ¿tienes algún consejo?

-Sí, no podrás superarlos, ni en fuerza, ni en poder y mucho menos en resistencia, así que tienes que ser más rápido.

-Mmm... creo que tengo algo apropiado, gracias.

-Buena suerte Dante.

El dragón de fuego ascendió con un potente aleteo de sus alas y se perdió en la oscuridad, lo próximo que Dante supo era que volvía a estar en las profundidades de la cueva iluminado únicamente por la esfera de luz en su mano, así que empezó el recorrido de regreso al castillo.

El mago anilleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora