No tengo ni idea del tiempo que estuve recorriendo la residencia de estudiantes. Los pasillos eran tan largos que parecían infinitos. Estuve a punto de cronometrar cuánto me costaría atravesar el último, cuando vi el número de mi habitación y me detuve frente a la puerta.
Estuve delante un buen rato.
Levanté la mano por enésima vez para golpear la puerta desde que estaba allí. Me había prometido que esa vez lo haría, a pesar de mis ocho intentos fallidos.
Lo único que había hecho desde que llegué a la puerta correspondiente a mi dormitorio, era levantar la mano, hacer un amague de tocar la puerta, y volver a bajarla.Antes de que mis nudillos chocaran contra la puerta de madera, se abrió. Una chica algo más mayor que yo pasó a mi lado y desapareció en el pasillo infinito. No supe cómo reaccionar. ¿Debía ir corriendo tras ella para presentarme?, si íbamos a ser compañeras de habitación, al menos podría haberse parado a presentarse como es debido. La puerta seguía abierta, por lo que decidí entrar. A pesar de que mi compañera no se había molestado lo más mínimo en darme la bienvenida, esa habitación también era mía.
—¿Hola? —dije mientras inspeccionaba el dormitorio. Me sobresalté al ver a una chica tumbada en la cama que estaba en la parte derecha de la habitación. Aquella chica sí que debía de ser mi compañera de habitación. Menos mal que no fui corriendo tras la equivocada.
Tenía la música tan alta, que podía escuchar la canción a la perfección desde el exterior. No me había escuchado entrar. Cuando se percató de mi presencia se llevó un sobresalto idéntico al mío hacía unos segundos. Frunció el ceño, se sentó en el borde de la cama, y se quitó los cascos morados dejándolos en la mesilla de noche. Me observo durante unos segundos.
—¿Y tú quién eres?
—Soy tu compañera de habitación—dije señalando mi maleta.
Pensaba que era evidente que era su compañera de cuarto. ¿Quién se presenta en las habitaciones de desconocidos con maletas?
Enseguida cambió la expresión de su rostro volviéndose algo más amable.
—Ahhh. No sabía que llegarías tan pronto—me limité a asentir algo incómoda. Se levantó y se plantó delante de mí. —soy Katy—dijo sonriendo y dejando a la vista un piercing en el frenillo. Eso debía de doler.
—Yo soy Madison—respondí sonriendo con un poco más de intensidad y obligándome a apartar la vista del metal que colgaba de su frenillo.
—Adelante, pasa —dijo haciendo con la mano el gesto correspondiente.
Las camas estaban perfectamente alineadas y había dos mesillas de noche a lado de ambas. La cama que me correspondía estaba perfectamente echa, mientras que la de mi compañera, estaba algo arrugada. No sabía cuánto tiempo llevaba allí tirada, pero juraría que dejó la forma de su cuerpo en ella.
Mi compañera estiró su cama, pero no sirvió de nada porque a continuación se dejó caer de nuevo en ella.
Dejé la maleta en el suelo y la abrí. Tenía mucho por hacer. Tenía que colocar toda mi ropa y también tenía que ir a comprar algún que otro material.
Al ver que cogí un vestido y lo empecé a sacudir, Katy se levantó de nuevo.
—¿Necesitas ayuda para colocar tus cosas? —se ofreció.
—No hace falta, seguro que tú tienes muchas cosas que hacer—ella negó tanto con la cabeza, que su pelo color carbón chocó contra su propia cara.Tenía el pelo corto y la cara bastante redondita. Sus ojos eran idénticos al color de su pelo, y tenía unas cuantas pequitas a la altura de la nariz.
—Te voy a ayudar—dijo cogiendo una de mis prendas y sacudiéndola igual que yo.
Mi parte del armario no era muy grande, pero cupo todo a la perfección.
Katy tenía un año más que yo y estudiaba economía. Era una persona muy inteligente y se le daba muy bien estudiar y dibujar. Tenía unos cuantos amigos en la universidad, pero como eran algo mayores que ella, se marcharían el año que viene.—He estado a punto de confundirte con la chica que ha salido de la habitación—dije mientras escondía la maleta vacía bajo mi cama.
—Ah, no. Solo es una compañera de clase que necesitaba que le diera algunos apuntes—dijo con un tono amable.
—Pues menos mal que no he ido tras ella para presentarme...—susurré algo avergonzada.
Katy soltó una carcajada de lo más adorable y echó la cabeza hacia atrás. Unas pequeñas arruguitas aparecieron a lado de sus ojos. Fue el sonido de su móvil lo que hizo que parara de reír y respondió a la llamada.—¿Sí? —frunció el ceño—Ajá...
Katy miraba a un punto fijo y ni si quiera parpadeaba.
—Vale, ahora mismo voy. —y colgó.
Me miró y por fin parpadeó.
—Tengo que ir a hacer una cosa—dijo mientras se ponía una sudadera morada.
No pude evitar mirar fijamente la combinación con la que vestía. Sudadera morada y medias de rejillas. Algo a lo que no estaba para nada habituada a ver.
Asentí, y antes de que saliera por la puerta, me dijo adiós con la mano y yo respondí con el mismo gesto.Ese mismo día fui al centro comercial. No sé muy bien cómo conseguí encontrarlo sin perderme. He de admitir que en más de una ocasión saqué el móvil de mi bolsillo para utilizar el google maps, pero como se me bloqueaba tanto, decidí preguntar a personas que tuvieran cara de amables. Las apariencias engañan. Casi todos me decían que tenían prisa o hacían como que no me oían. Una señora mayor me acompañó hasta la misma puerta del centro y yo se lo estuve agradeciendo durante todo el camino. Traté de memorizar el camino desde la parada del bus.
Fue en la caja donde me di cuenta de que había hecho alguna compra innecesaria. Tenía una gran obsesión con los bolis con purpurina y con los clips gigantes. Ya tenía demasiados, pero no pude resistirme a añadir alguno más a mi colección. También me compré una novela. La dependienta vio que sonreía mientras paseaba por los pasillos llenos de libros e insistió en que comprara esa novela. Me dijo que era un libro que todo lector debía leer, que me encantaría, y que por supuesto encajaría con mis gustos. Seguramente adivinó que me encantaba lo romántico porque no paraba de leer con detención las páginas de esa sección.
Cuando llegué a la residencia, dejé las bolsas llenas de cuadernos sobre mi cama y examiné la habitación. Katy no estaba y me daba la sensación de que no la vería a menudo. Y así fue, apenas la vi durante esos días.