Una reina y un dios

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Bajo el sol y la madreselva esmeralda está la Reina. Ha dejado su corona sobre la hierba y su peinado está deshecho en largas cortinas de oro pálido. En este momento el banco del jardín es su trono, y sus pies descalzos rozan la superficie de blanca madera como si fuera el cojín más suave del palacio. Está leyendo. Sus ojos azules pasean por las páginas, completamente abstraída en las frases, y no escucha los leves pasos del dios que se aproxima.

Loki es silencioso como un felino, y se queda contemplando a Elsa, admirándola bajo la luz de oro del sol sin que ella lo haya visto aún. Ella es más preciosa que las rosas fragantes de verano que atavían el jardín, más divina que las estrellas de diamante que engalanan el cielo nocturno en Asgard, más perfecta que los rostros de las valquirias, sublimes guerreras del Yggdrasil.

Él podría quedarse toda una eternidad mirándola, fascinado, sin que ella lo sepa, pero aún más placentero es escucharla hablar y sentir esos ojos de zafiro clavándose en las esmeraldas de los suyos.

—Perdone que no la salude, preciosa, tanta belleza me ha dejado sin palabras.

Hubiera sido la frase más empalagosa del universo si no hubiera sido por la elegancia con que la dirigió a la dama.

La reina se sobresaltó ligeramente y lo miró, recién percatándose de su presencia. Luego una amplia sonrisa se extendió en sus labios.

—¡Loki! ¿Qué hace aquí, mine herre?

El dios se quitó el yelmo, y lo dejó a un lado de la corona de oro de la reina. Le dirigió un guiño que logró hacer parecer tan educado como una reverencia.

—¿No estás algo cansada?

Elsa ladeó la cabeza, aún sonriendo.

—Hummm, no... ¿Por qué?

—Porque estuviste dando vueltas en mi cabeza todo el día.

La reina soltó una carcajada y escondió momentáneamente el rostro en el libro.

—¿Desde cuándo sueltas tantos piropos, mine herre?

—¿Desde que te vi tan preciosa leyendo, tal vez?

Elsa se ruborizó hasta el punto de que se parecía a una de las rosas encarnadas que decoraban el jardín, lo cual hizo que Loki sonriera aún más.

—¿Aún no me has olvidado? —sonrió la reina—. Siempre sueles olvidarte de las mujeres con las que estás.

Loki contraatacó.

—¿Cómo quieres que te olvide, si cuando quiero olvidarte, me olvido del olvido y comienzo a recordarte?

Elsa intentó no reír, pero sus labios la traicionaban. Se puso de pie.

—¿Quieres sentarte?

Loki enarcó las cejas.

—¿Dónde? No entramos los dos ahí.

—Que te sientes, hombre.

El dios se encogió de hombros y se sentó en el banco de madera blanca. Desde ahí miró a la reina. Ésta esbozó una sonrisa satisfecha y se sentó en su regazo.

Acomodó su vestido y se apoyó contra su pecho abriendo de nuevo el libro.

—¿Qué lees? —inquirió Loki, agradado y extrañado a la vez de que ella hubiera decidido acercarse tanto a él físicamente.

—Poesía. ¿Te gusta?

—No es mi género favorito, pero sí.

La voz de la reina fue un susurro.

Una reina y un dios ✵ Loki & ElsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora